Calamity
La animación de la película de Rémi Chayé resulta conmovedora porque no hay desperdicios de luz, porque se acerca a la visión y al tacto de la manualidad, al trabajo de un niño de preescolar, a la satisfacción sentida al recortar y pegar, al mar de ceras y las virutas de madera, a la esponja impresa, a la plastilina entre los dedos camino de ablandar.