Evocaciones tras el Animac 2014
El cine animado. Demasiado pronto, demasiado tarde
La última edición de Animac, que se intuyó presupuestariamente mucho más modesta que las anteriores (algo bastante claro en la ausencia de largometrajes de nueva creación), estuvo repleta, como siempre, de calidad técnica, innovación e imaginación. Permítanme, sin embargo, que no hable primero tanto de lo que vi en el festival como de aquello que sus filmes me evocaron.
Bakshi y Folman
Viendo, asombrado, la variedad de obras presentadas no dejé de pensar, con cierta nostalgia o, mejor dicho, con cierta pena, en Ralph Bakshi. Actualmente olvidado, fue el responsable de El gato caliente (Fritz The Cat, 1972), Heavy Traffic (1973), Los hechiceros de la guerra (Wizards, 1977) o de El señor de los anillos (The Lord of the Rings, 1978), versión animada e ignorada de una parte de la obra magna de Tolkien. Sus proyectos eran innovadores y buscaban nuevas maneras de expresión mezclando imagen real con dibujos, modificando la primera mediante rotoscopios e incluso ampliando fotogramas con fotocopiadoras. El fascinante experimento tolkiniano rodado en España (creo que, en parte, en el Castillo de la Mota) no dio sus frutos y, aunque cosechó ingresos y premios, nunca se filmó su segunda parte, lo que dejó la trilogía sin completar. Tras el fracaso de proyectos posteriores como Tygra: hielo y fuego (Fire and Ice, 1983) o Una rubia entre dos mundos (Cool World, 1992), Bakshi acabaría retirándose de la dirección y se pasaría a la producción y al medio televisivo. Creador de formas, experimentador y apasionado de la animación en una época regida, a nivel comercial, por una Disney decadente, Bakshi logró expresar con las técnicas más diversas sentimientos muy variados y desarrolló múltiples historias.
Evocar a Baksi durante el Animac me llevó hasta otro autor, Ari Folman (Vals con Bashir -Vals im Bashir, 2008-; The Congress, 2013), que ha sabido integrar la imagen real y la animada en relatos para adultos que no solo evidencian lo ya conocido (el lenguaje de la animación no se limita a la edad infantil) sino que muestran a los más reticentes las increíbles posibilidades del género. Sus obras son una auténtica hibridación en la que la animación puede representar tanto la parte onírica del relato como la más pura realidad; lo más insano o lo más cotidiano (por insano que sea, por supuesto). Sin embargo, treinta años después del fracaso de Tygra: hielo y fuego, The Congress sigue esperando pacientemente fecha de estreno.
El menosprecio de la animación
Se ha hablado recientemente de hasta qué punto los académicos de Hollywood consideran la ciencia ficción, y el fantástico en general, como un cine de segunda, poco reconocible a nivel artístico. Gravity (Alfonso Cuarón, 2013), no obstante, ha conseguido reconocimiento de público, crítica y de esos mismos académicos. ¿Por qué, pues, esa desconfianza, ese alejamiento, hacia el cine animado? ¿Por qué Animac es considerado todavía por algunos como un festival de menor interés que aquellos dedicados a cine independiente o de autor con personajes de carne y hueso? Tal vez una infancia relacionada con Tom y Jerry, El oso Yogui, Bola de dragón o Doraemon nos dé alguna respuesta, ya que la asociación de la animación a esa edad puede condicionarnos de adultos. Tal vez también hay un cierto temor en la exhibición vinculado a ello. Tal vez los creadores llegaron demasiado pronto a un público y a una crítica no suficientemente preparados, tal vez nos hemos dado cuenta demasiado tarde…
…Tal vez esta introducción sea excesivamente larga, pero me permite reflexionar no solo sobre aquellos adelantados a su tiempo sino, directamente, sobre la esencia de Animac que, además, este año estuvo dedicado a la hibridación. Y es que vimos cómo todo tipo de técnicas, desde la animación dibujada más artesanal hasta la infografía, combinaban con la imagen real. Las opciones planteadas fueron numerosas (stop-motion, digital, plumilla, mezcla de materiales de diversas texturas, coloreado…) y los resultados muy estimulantes. En cualquier caso, la hibridación no se limitó a combinar imágenes reales con animadas, sino también a vincular estilos de animación diversos para narrar y describir según qué estado de ánimo. Hasta tal punto que muchas historias lograron expresar sentimientos y sensaciones difíciles de captar en un actor o en un escenario natural mediante combinaciones de color o matéricas. Esa posibilidad está precismanete planteada en The Congress, no solo por el uso que Folman da a varias técnicas de animación, sino por la propia trama de la película, que plantea la substitución del ser humano por su avatar o “proxy” animado. En Lleida, pudimos comprobar cómo numerosas historias animadas de diversas texturas eran capaces de generar un gran impacto emocional…
El feísmo de Chris Shepherd
Entre la gran variedad de propuestas, me limitaré a aquellas obras que llamaron muy especialmente mi atención. Destacar, claro, las piezas del creador invitado al Animac, Chris Shepherd, quien dio una charla el día previo al pase de una selección de sus obras. Autor de animación publicitaria, videoclips (en los que mezcla imagen real y diversos tipos de animación), cortos breves y mediometrajes (tanto de animación como con imagen real), Shepherd cultiva un cierto feísmo en la imagen que nos permite relacionarlo con pintores de principios del siglo XX, caso de James Ensor, con pintores de entreguerras, caso de George Grosz, o con parte de la imaginería de un cineasta como Terry Gilliam.
Sin renunciar a un humor negro y sarcástico, Shepherd ojea el patio de atrás de Inglaterra y nos sumerge en ambientes sociales deprimidos. Su mirada y su capacidad descriptiva le sitúan en la misma liga que los dramas de Ken Loach, Andrea Arnold o Shane Meadows, mientras que su tono satírico nos recuerda al del grupo conformado por Edgar Wright, Simon Pegg, Nick Frost y Joe Cornish. Así ocurre en su primeriza The Broken Jaw (1997), donde unos abuelos desdentados se emborrachan ante la burla de unos punks con los que acabarán compartiendo el dolor por la pérdida de su pub a manos de un aséptico mall. Mientras, en la peculiar y autobiográfica Bad Night for the Blues (2010), un joven acompaña a su anciana tía a un club social, donde ella se emborracha y se dedica a lanzar invectivas contra viejos conocidos a los que guarda rencor para la vergüenza y desconcierto de él. Sin embargo, la pieza más destacable de Shepherd resultó ser Dad’s Dead (2003); un trabajo híbrido entre imagen real y animada que, en tono de pesadilla y autobiográfico, lleva al protagonista a un barrio obrero en el que un antiguo compañero de clase acosa a animales, jóvenes y ancianos.
También se presentó una retrospectiva del checo Jiří Barta, otro innovador injustamente ignorado por nuestros lares, de entre cuyas obras cabe la pena destacar El flautista de Hamelin (Krysař, 1986), una versión oscura en stop-motion y con figuras cortadas en madera del famoso cuento de los Hermanos Grimm y su última obra, Yuki Onna (2013), basada en una narración clásica japonesa, cuya combinación entre imagen real filmada y dibujo consigue efectos realmente angustiosos.
Selección de piezas
De entre los cortos merece la pena destacar obras como Gloria Victoria (Theodore Ushev, 2012), deudora del constructivismo y del futurismo, y de cuyo autor vimos una retrospectiva en Animac 2012; Première Automne (Carlos De Carvalho i Aude Danset, 2013), ganadora del premio del público, o el encantador John Mayer «Walt Grace’s Submarine Test January 1967» (Virgilio Villoresi, 2013), realizado con técnica aparentemente artesanal mediante dibujos y figuras recortadas.
Ingeniosa, con uso certero de la estética que permite la animación, Subconscious Password (Chris Landreth, 2013) fue otra obra valiosa. En ella, el cerebro de un hombre trata de recordar el nombre de un conocido, algo que se representa mediante diversas técnicas creativas y una narración que toma la forma del subconsciente creando un concurso televisivo. Hilarante.
The Invisibles (Edgar Humberto Alvarez, 2013) recurre al stop-motion y a muñecos de plastilina de razonable parecido con sus infelices modelos reales para recrear el medio de supervivencia de los homeless en las calles, espacios vacíos y túneles de Los Ángeles. Los muñecos son situados en la ciudad real y acaban revelándose frágiles e indefensos.
Betty’s Blues (Rémi Vandenitte, 2013), que estuvo nominada al Cartoon d’Or, no solo destaca por su técnica, sino también por su capacidad de narrar una amarga fábula sobre el racismo y la esclavitud que queda muy por encima de 12 años de esclavitud (12 Years a Slave, Steve McQueen, 2013) en cualquier comparación. Aun así, la ganadora del premio europeo fue la dulce e ingeniosa Head Over Heels (Timothy Reckart y Fodhla Cronin O’Reilly, 2012).
Otros títulos estimulantes fueron Écart de conduite (Rocío Álvarez, 2012), sobre un difícil examen, Kaly the Little Vampire, (Regina Pessoa, 2012), que nos acerca a un ambiente similar al de Déjame entrar (Låt den rätte komma in, Thomas Alfredson, 2008) y, muy especialmente, Lettres de femmes (Augusto Zanovello, 2012). En este veremos cómo un enfermero cura, en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, las heridas de sus camaradas mediante la aplicación de las cartas de amor recibidas de sus parejas. El director recurre al material mismo con que los muñecos están fabricados para aplicar los cataplasmas y de ello surge un relato inteligente, sensible y efectivo.
La técnica de Zanovello habría, sin duda, maravillado al Jean-Pierre Jeunet de Largo Domingo de noviazgo (Un long dimanche de finançailles, 2004), con la que Lettres de femmes guarda puntos de contacto. Sin embargo, la poesía que la animación permite no oculta otras sensaciones que transmite esta pieza, como son la soledad, el miedo o el terror, que la emparentan con obras como Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, Lewis Milestone, 1930), Senderos de gloria (Paths of Glory, Stanley Kubrick, 1957) o El pabellón de los oficiales (La chambre des officiers, François Dupeyron, 2001).
En definitiva, este Animac 2014 programó un gran conjunto de obras que evidenciaron tanto las posibilidades técnicas como estéticas de la animación; un género en constante creatividad que hemos ignorado con demasiada frecuencia. Aún estamos a tiempo de remediarlo.
© Antoni Peris, marzo 2014