Sitges 2015 (1): «Mr. Right» (Cabezas) y «Anomalisa» (Kaufman y Johnson)

Finding frikis…

 

Parecía imposible, pero acabo de comprobar que en Sitges es posible encontrar una pausa en el ajetreo peliculero. Para desbloquear ese logro es altamente recomendable ser de la prensa, tener una acreditación B y una conexión de mierda en tu morada. Una vez te has hecho con todos esos objetos, es fácil generar un vacío temporal en tu agenda, una habilidad que no requiere de demasiado nivel y que además te permitirá dedicar más tiempo al farmeo durante el midfestival.

Farmear es bueno…

Lo sé porque soy una friki.

Parecía imposible, pero acabo de comprobar que en Sitges es posible encontrar una pausa al ajetreo social. Para desbloquear ese logro es altamente recomendable utilizar la skill de Perderse entre el gentío zombi, preferiblemente durante una TeamFight en la que te han dejado totalmente stuneada y tu Support te dice que está en la cola del Retiro sin TP disponible.

Tener TP es una ventaja… Y sé que TP significa teleport…

¿Por qué? Porque soy una friki…

Mr.-Right-Paco-Cabezas

Una imagen de Mr. Right, de Paco Cabezas

Justo por esa razón lo mío con los protagonistas de Mr. Right, la última película de Paco Cabezas, fue amor a primera vista. Dentro de lo que sería la narrativa romántica habitual, los personajes que encarnan Sam Rockwell y Anna Kendrick son dos outsiders de lo estándar, unos Bonnie y Clyde de los asesinos a sueldo, unos Sr. y Sra. Smith sin alianza, una pareja formada en base a aparentes Mentiras Arriesgadas que les llevan a unirse en su condición de seres únicos. Sin duda, no van a ser Turistas el uno en la vida del otro, aunque de la película de Wheatley tengan el humor negro, y la inocencia y la sinceridad de los niños que juegan a ser adultos.

Mr. Right es eso, un juego, una película disfrutable desde su ángulo festivo, un festín de bromas, de buenrollo bizarro, y una historia de amor que funciona en su falta de definición genérica: una comedia, un thriller y un romance, todo en uno: el H&S del cine. Pero, ante todo, es una película que celebra la singularidad, que anima a compartir lo extraño con quien más amas, que contagia optimismo con sus coreografías (las de peleas y las literales) y hace saltar la carcajada con sus ocurrencias y occisiones. No estamos ante la elasticidad y estilización de la violencia que encontramos en Kingsman (Matthew Vaughn, 2014) o similares, en Mr. Right la sangre salpica y mancha, pero comparte con aquella tener en su haber un código de honor, en este caso el convencimiento de que “matar está mal”.

Hasta los frikis tienen código de honor.

Entre murmullos tumultuosos y conversaciones indiferenciables vivimos nuestro día a día. Un sinfín de blablas que, con demasiada frecuencia, se funden con lo que creamos desde nuestra mente. Por alguna razón, por esa razón, optamos en su día por dejar de escuchar y de decir lo que opinamos de una película tras salir de su pase. Las mezcolanzas, las regurgitaciones, son el pan nuestro de cada día. Ya nadie parece capaz de crear, desde su más profundo ser, algo que no esté influenciado por otros. Entonces, ¿quiénes somos?

Así, o parecido, empieza Anomalisa, una versión animada de la fatalidad humana desde el punto de vista de Charlie Kaufman (codirigida con Duke Johnson). El piso siete y medio de Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999tiene en su nueva película su equivalente en una oficina gigantesca en la que es necesario un carrito de golf para moverse por ella. Y de aquellos títeres de John Cusack obtenemos el plantel entero de Anomalisa, si bien esta vez no necesitan de hilos ni siquiera de ser humanos. Ya no se requieren actores de carne y hueso, diríamos que apenas son necesarias siquiera sus voces. Con tres es más que suficiente, porque si todos somos iguales, todos hablamos iguales y todos lucimos iguales… ¿por qué no evidenciarlo con el mismo rostro, la misma voz? En Anomalisa todos somos John Malkovich, o John Does, o Don Nadies o Don Todos. Todos somos lo mismo, repetidores de eslóganes, de opiniones, incapacitados para la creación de originales, para formular algo que resulte auténtico.

Anomalisa

Una imagen de Anomalisa, de Charlie Kaufman y Duke Johnson

En las antípodas de Mr. Right, Anomalisa se construye en base al drama personal de un espécimen aparentemente afortunado: parece tener el don de lo genuino. En efecto, eres tú. Y soy yo. Somos todos en lo diferentes que nos creemos, aunque desde la mirada del otro, de los otros, seamos iguales que los demás. Porque solo a lo propio le vemos particularidades. El giro aparece cuando ese genuino encuentra a una genuina. Le cautiva su voz, diferente a la del resto. Su rostro, diferente a la del resto. Y concentrada en ese friki encuentra friki va avanzando Anomalisa, dando vueltas sobre la necesidad de encontrar a un igual entre la multitud de los que son diferentes a nosotros pero iguales entre sí. Y esto suena a lío, a “los amigos de mis amigas son mis amigos”, sí…, a la necesidad de ser yo (o Cindy Lauper) y no el yo que quieran que sea.

El miedo a perder la identidad propia, o a no perderla porque nunca se tuvo, es un leitmotiv de Kaufman, un mal que huele a anacronismo macarthista, al pavor del Comunismo aplastaindividualismos, y que resuena en toda la filmografía de Kaufman a través del epitafio: “Who are you really?”. En efecto, Kaufman sigue con su obsesión sobre la identidad, pero en Anomalisa más que nunca da por perdida la batalla. A pesar de algunos puntos humorísticos del guion y del distanciamiento dramático que otorga el stop-motion, Anomalisa escupe en la cara al borreguismo, invita a entrar por la puerta grande al existencialismo, y se mea en todo ello para decirnos que, en realidad, estamos solos. Y moriremos solos. Y que mientras, lo único que nos queda, es aquello de… Freaks… they wanna have fun

O algo así.

 

© Mónica Jordan Paredes, octubre 2015

 

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