Lo tuyo y tú

Hong Sang-soo ante su cine

 

Las películas de Hong Sang-soo son la mayor fuente de placer del cine contemporáneo. Empleando escasos elementos (personas, lugares, gestos y palabras; si acaso, botellas de soju o cualquier otra bebida alcohólica) para construir narraciones aparentemente repetitivas con mínimas herramientas formales, obtiene películas inagotables y disfrutables a todos los niveles. Una parte de ese placer puede estar vinculada al reconocimiento del universo particular del cineasta o las variaciones que aplica sobre sus constantes habituales en cada nuevo título. Experiencia a la que Lo tuyo y tú (Dangsinjasingwa dangsinui geot, 2016), su decimoctavo largometraje en veinte años de carrera, añade una fina capa de ironía autorreferencial, como si el director coreano jugara con alguno de esos componentes característicos para negarlos a la vez que abre nuevos caminos.

“Mientras hago una película, nunca pienso en las anteriores, ni busco que unas respondan a otras”, afirma Hong (1) cuando se le pregunta por la posible relación entre sus filmes, tan dados a la repetición de situaciones, las reformulaciones sutiles de un mismo tema y la permutación de meandros narrativos. La negación de esa reflexividad es constante en las declaraciones del cineasta, que se enorgullece de tener una dinámica de trabajo muy centrada en el día a día, sin mirar atrás ni hacia delante.

Durante un tiempo, las películas de Hong nacían de un fichero donde guardaba cientos de tarjetas con conceptos, juegos de palabras y frases que se le iban ocurriendo. Hace unos años abandonó ese método para trabajar con incluso mayor libertad. El punto de partida son los actores con los que va a trabajar; a partir de su personalidad, empieza a perfilar los personajes que interpretará cada uno. “Nunca tengo en cuenta los trabajos anteriores que han realizado. Siempre los abordo como a una persona cualquiera, no como si fueran actores. Cuando conoces a alguien en la vida real, te suele venir a la mente un recuerdo de tu pasado, de otras personas a las que esa te recuerda por su aspecto, o por algún rasgo de su comportamiento. Escribo los personajes a partir de aquello que se estimula en mi memoria”, explica el cineasta.

¿Cómo no pensar en una de las plasmaciones más radicales de este fenómeno que se dan en su filmografía? Cuando el protagonista de Turning Gate (Saenghwalui balgyeon, 2002) reconoce a una antigua pareja a partir de un gesto concreto de su mano.

 

¿Nos conocemos?

La circulación de personas y, por extensión, situaciones que recuerdan a otras se ha convertido en una de las constantes más características de la filmografía de Hong. Hasta tal punto, que el déjà vu ha terminado siendo uno de los lugares comunes asociados a su cine. Esto ha tenido formulaciones tan paroxísticas como las repeticiones modificadas de The Day He Arrives (Book chon bang hyang, 2011), los ecos entre los distintos episodios de En otro país (Da-reun na-ra-e-suh, 2012) o la duplicación del mismo relato con ligeros cambios de comportamiento en Ahora sí, antes no (Ji-geum-eun-mat-go-geu-ddae-neun-teul-li-da, 2015).

En Lo tuyo y tú, en cambio, uno de los protagonistas rechaza continuar siendo víctima de esa dinámica. Minjung –interpretada por Lee You-young en su primer trabajo para Hong; un interesante tema de estudio para otra ocasión podrían ser las distintas colaboraciones del director con determinados actores y actrices– niega constantemente ser la persona que distintos personajes masculinos dicen haber reconocido de su pasado.

Al final de la película, ella incluso le asegura a su pareja inicial, Youngsoo –Kim Joo-hyuk, otra nueva incorporación a la troupe de actores del director–, que no es la persona que él recuerda, aquella con la que le vimos romper la relación y a la que lleva intentando recuperar durante la mayor parte del metraje. Porque Lo tuyo y tú, en esencia, pertenecería al subgénero de películas de reconquista que tanto brilló en el Hollywood clásico de los años treinta y cuarenta; y, como aquellos títulos de Preston Sturges, Howard Hawks o Leo McCarey, es una de las más divertidas de la filmografía de su director.

Pero volvamos a esa negación de la protagonista a ser reconocida por los hombres. Ya sea por amnesia, lagunas de memoria causadas por su consumo de alcohol, realidades paralelas o la excusa que la propia Minjung da a sus pretendientes –una confusión con su improbable hermana gemela–, queda claro que Lo tuyo y tú es una apuesta por el presente absoluto. Frente a otras películas de Hong donde el pasado de los personajes tiene un peso persistente sobre la trama, como Woman Is the Future of Man (Yeojaneun namjaui miraeda, 2004) o Hahaha (2010), esta película también se rebela contra el lastre de los recuerdos.

Y, quizás más importante, contra la tendencia a buscar en una nueva pareja aquello que nos gustaba de la anterior. Un tema que ya fue fundamental en Woman on the Beach (Haebyonui yeoin, 2006).

No es la única batalla que libra Minjung en Lo tuyo y tú. En cada una de sus apariciones le toca luchar contra la mirada masculina, rechazando ser una proyección de las necesidades y carencias de los distintos hombres que se cruzan por su camino; y también contra la sanción social de su comportamiento. Son los amigos de Youngsoo los que censuran la afición a la bebida de ella, dando pie a la crisis de pareja que arranca la historia.

 

Formas en movimiento

Igual que Minjung niega ser tal y como la ven los demás, Hong se opone constantemente al sobreanálisis de su obra en las entrevistas. A pesar de todo, dentro de la ilusoria homogeneidad de su cine es posible elaborar clasificaciones atendiendo a distintos aspectos y puntos de inflexión. Con todas las salvedades del mundo, se podría hablar de una etapa inicial de aprendizaje –de The Day a Pig Fell Into the Well (Daijiga umule pajinnal, 1996) a Virgin Stripped Bare by Her Bachelors (Oh! Soo-jung, 2000)–, seguida del encuentro de un estilo propio –de Turning Gate a Woman on the Beach–, su afianzamiento –de Night and Day (Bam gua nat, 2008) a Hahaha–, una etapa de experimentación con la estructura narrativa –de Oki’s Movie (Ok-hui-ui yeonghwa, 2010) a En otro país– y una de despojamiento progresivo de elementos a la par que aumenta el jugueteo autorreferencial –a partir de Nobody’s Daughter Haewon (Nugu-ui ttal-do anin Haewon, 2013)–.

El caso es que estas divisiones no resultan demasiado firmes. Siempre es posible difuminar los bordes de cada categoría debido a que los cambios nunca se manifiestan de manera radical. Con Hong es todo orgánico, como si contempláramos un proceso de exploración al que asistimos al mismo tiempo que el cineasta prueba recursos, algunos los desecha y otros los conserva hasta tomarlos como piedra angular de su cine posterior.

Por ejemplo, los característicos zooms que han acabado convirtiéndose en marca de la casa –como instrumento formal, su efecto al reencuadrar sustituye a los cortes de montaje; a mí me gusta verlos también como pequeñas caricias de la cámara hacia los personajes– se introdujeron por primera vez en Tale of Cinema (Geuk jang jeon, 2005), pero fue en la siguiente Woman on the Beach donde realmente explotaron en todo su esplendor. En cambio, el giro metalingüístico de Tale of Cinema –la primera parte es una película dentro de la película– acabó siendo mucho menos frecuente de lo esperado dentro de una filmografía cuyo suelo podría parecer especialmente fértil para ello.

¿Es posible que Lo tuyo y tú marque un punto de inflexión similar al de Tale of Cinema introduciendo una nueva herramienta formal que hasta ahora no habíamos visto en el cine de Hong? Me refiero al encadenado que sirve como transición al final del filme: el plano detalle de una vela que, dentro de un vaso de cartón al pie de la cama de Minjung y Youngsoo, se consume mientras ellos duermen abrazados después de haberse reconciliado.

Es una transición hermosa en su sencillez y riqueza de significado. Primero, la cámara se acerca a la vela con un travelling desde la pareja en la cama –acaban de hacer el amor, Minjung repite que no conocía a Youngsoo, él comienza a declararle su amor de forma maximalista y a ella le pitan los oídos, acuerdan darse un tiempo para quererse en sus propios términos, sin importar lo que digan los demás, como si fuera su primera vez–. “Durmamos un poco más. Una media hora. Luego, hablaremos más”, dice ella. Después del encadenado entre la vela encendida y a punto de consumirse del todo, un zoom aleja el plano hasta mostrar a Youngsoo solo en la cama.

Cuando el encuadre termina de corregirse ligeramente hacia arriba, reproduce la misma composición del momento de la ruptura inicial, cuando Minjung se marchó harta de las suspicacias de su novio.

Antes ya hemos visto a Youngsoo tener ensoñaciones con la presencia de Minjung sin que ningún marcador visual indicase que eran fantasía –una especialidad de Hong; mi ejemplo favorito son los sueños de la protagonista de Nobody’s Daughter Haewon–. ¿Puede tratarse del mismo caso? ¿La reconciliación que hemos visto no era real? Quizás el insólito encadenado era una pista sobre la naturaleza ilusoria de lo mostrado…

Hong mantiene el plano en silencio, juega a crear ese suspense minimalista. Entonces, Minjung vuelve a la cama. Trae pedazos de sandía. Ambos ríen mientras comen la fruta, que es más refrescante que el melón, y son felices. Nuestro error se aclara: el encadenado comunicaba, precisamente, que la transición se mantenía en el mismo plano de realidad. En el cine de Hong, no hay nada más traicionero que un corte de montaje. Puede dar paso a una elipsis, a un sueño o a un flashback. Son rarísimos los casos en los que emplea continuidad. ¿Por eso filma las conversaciones en plano secuencia? ¿La verdad está en los zooms, la duda en los cortes? No siempre: en Lo tuyo y tú ya nos ha enseñado una fantasía de Youngsoo sin cortes. Cuando se acerca con su amigo a buscar a Minjung a su casa, cree verla caminando hacia ellos por la calle con los brazos abiertos. Un reencuentro soñado. Y Hong nos muestra la visión subjetiva de Youngsoo sin cambiar de plano, con un movimiento lateral de ida y vuelta de la cámara. Tras ese precedente, ya no podríamos haber confiado en un simple travelling de regreso a la cama. Pero en un encadenado, sí.

Al escribir estas líneas, han pasado aproximadamente siete meses desde el estreno de Lo tuyo y tú en el Festival de San Sebastián, donde Hong Sang-soo fue galardonado con la Concha de Plata a la mejor dirección. Durante el transcurso de tan breve periodo de tiempo, el director coreano ha presentado su siguiente película, On the Beach at Night Alone (Bamui haebyun-eoseo honja, 2017) con éxito en el Festival de Berlín –la protagonista, Kim Min-hee, se alzó con el Oso de Plata a la mejor interpretación femenina– y el Festival de Cannes ha seleccionado sus dos siguientes largos, ya completados: La cámera de Claire (Keul-le-eo-ui ka-me-la, 2017) y The Day After (Geu-hu, 2017).

No sé si alguna de ellas refrendará o refutará el papel de las transiciones por encadenado dentro del cine de Hong, pero estoy dispuesto a enfrentarme a esas películas sin preocuparme demasiado por ello. Sin proyectar ideas preconcebidas sobre ellas ni indagar en sus decisiones. Como si cada una fuera una nueva pareja con la que comer sandía en la cama.

 

© Daniel de Partearroyo, abril de 2017

 

(1) Todas las declaraciones fueron recogidas en una entrevista con Hong Sang-soo durante el Festival Internacional de Cine de San Sebastián 2016.