Cuerpos deseantes en el D’A 2017

Cuerpos en Fuga (IV) *

“No es que tengamos un cuerpo, es que somos un cuerpo…”
Antonio Centeno

El deseo es el apetito con conciencia de él”
Baruch Spinoza

“Nadie ha determinado hasta aquí lo que puede un cuerpo”. De muchos y muchas es conocida la frase de Spinoza en una Ética (1) portadora de una teoría de los afectos que distancia a este filósofo holandés de la tradición cartesiana (que define la esencia de lo humano como res cogitans y relega a un segundo plano el cuerpo y sus apetitos). Y ¿qué puede un cuerpo? Este ha sido uno de los hilos rojos de la séptima edición del D’A – Film Festival. En la película de inauguración, Lady Macbeth (William Oldroyd, 2016), Katharine se deshace de la crinolina que la oprime; una liberación de la carne que anuncia una edición del festival en el que, sin duda, el cuerpo importa. En La región salvaje (Amat Escalante, 2016), nos las habemos con un cuerpo deseante que encuentra en el corazón de un bosque como el de los cuentos a una criatura capaz de saciar todos aquellos instintos que tal vez nos definan como humanos. Lo fantástico se anuncia también en los cuerpos fantasmales de Kiyoshi Kurosawa en Le secret de la chambre noire (2016). El filme del director japonés pone en escena el duelo de un fotógrafo obsesionado con capturar el alma, primero de su mujer, después de su hija, con su cámara de placas, así como la obsesión de su joven ayudante cegado por la codicia y la pasión por la hija del artista.

El azul de Lady Macbeth y de Le secret de la chambre noire

El deseo puede ser filmado también como una herida palpitante: O Ornitólogo (João Pedro Rodrigues, 2016) nos plantea un bizarro itinerario espiritual que nos acerca al imaginario del cristianismo en clave queer. La imagen se rompe después de un primer tramo de factura documental, para situarnos ante distintas formas de relacionarnos con lo real. Así, de las vistas que nos ofrecen los prismáticos del ornitólogo cuando observa las aves, pasamos a las fotografías que capturan con sus teléfonos móviles dos turistas japonesas haciendo el camino de Santiago, o a las plasmaciones plásticas de las alucinatorias ensoñaciones del protagonista. Después del accidente en los rápidos de un río, herida del cuerpo narrativo del filme, acompañaremos al ornitólogo en su laberíntico tránsito a través de distintos estados corporales; la inconsciencia tras el accidente, el martirio de la carne al ser colgado de un árbol -en una imagen que nos remite al San Sebastián de Rubens o al de Mantegna-, hasta el goce de un encuentro azaroso junto a un lago.

El martirio en O Ornitólogo

Si algo hay en común en todas estas propuestas es cómo estos realizadores hacen del cine un territorio de exploración plástica y formal, pero también de reivindicación de un cuerpo que no se ajusta a la norma. La herida que el protagonista de O Ornitólogo hurga con el dedo, en una sensual recreación del gesto de Mateo en la pintura de Caravaggio, es un umbral a un espacio no fuera de norma sino más bien anormativo. De un modo parecido podemos pensar en ese túnel en el corazón del bosque que atraviesan algunos de los protagonistas de La región salvaje para acceder a la cabaña donde los aguarda una criatura tentacular que les deparará una experiencia sexual inédita. Allí el cuerpo se abandona a un goce que lo liga a sus instintos más primitivos. Y es que el deseo es para estos cineastas aquello que nos liga a la vida. La respuesta de Katherine, la protagonista de Lady Macbeth, al encierro exterior e interior es una sangrienta liberación que, en el fondo, la convierte en la encarnación del mismo monstruo disciplinario que la somete. Cuando el cuerpo abandona el ámbito de la razón, y se rebela contra los poderes que pretenden oprimirlo, se desencadena un torrente de fuerza afectiva que arrasará con todo lo que se oponga a saciarlo, con lo cual Katherine someterá, hasta causar su muerte si es necesario, a todo aquel o aquella que sea un obstáculo a su liberación.

Los tentáculos del deseo en La región Salvaje

“Sin deseo no hay nada”, defiende Antonio Centeno en Vivir y otras ficciones (Jo Sol, 2016). En la ficción que abre el debate en torno a la asistencia sexual en personas con diversidad funcional, el activista pregunta a Pepe: “Cuando tú vas por la calle y ves a alguien en silla de ruedas, has pensado alguna vez… ¿cómo se lo montarán en la cama…?” En la película, la cámara se acerca de forma amorosa y delicada a los cuerpos de aquellos a quienes la norma social parece vetar el placer sensual o erótico. Y pronto descubrimos, en la hermosura que el goce proyecta en esos rostros, en esos cuerpos, que reivindicar la consumación del deseo es una potente arma para luchar contra la intolerancia. No existe fealdad en un cuerpo entregado al placer erótico; lo abyecto está en la mirada que se proyecta sobre el cuerpo del otro.

“Si la ternura fuera ley” canta el Niño de Elche, “si tomáramos ejemplo de rebeldía del viento… quién sabe qué canción estaríamos cantando.”. El cuerpo del largometraje de Jo Sol es también cuerpo revolucionario. En una de las primeras secuencias de Ceux qui font les révolutions à moitié n’ont fait que se creuser un tombeau (Mathieu Denis y Simon Lavoie, 2016) el goce sexual está vetado “porque estamos en guerra”, tal como dice una de las protagonistas a su amante tras interrumpir el inicio de un sensual encuentro. Sin embargo, es sobre una amalgama de cuerpos, desnudos convertidos en un solo organismo todo cabeza, pies y brazos, que se inscriben en letras rojas las consignas revolucionarias. Y es el cuerpo el que es atravesado por el dolor del sinsentido de una sociedad que no satisface a una joven generación de hijos de la burguesía de Quebec que se refugian en un búnker; un supuesto paraíso aislado de los males que acechan la sociedad en el que crean sus propias normas comunitarias. Sin embargo, al final de la película nos preguntamos si el supuesto desapego o, incluso, vaciamiento afectivo de los personajes no ha conducido solamente a su propia autodestrucción.

“Cada cosa se esfuerza, cuanto está en ella, para perseverar en su ser.”nop (2) Para Spinoza es a través de los afectos que el ser persevera y puede alcanzar la “perfección”. El conatus spinoziano, esa fuerza que nos impele a perseverar en nuestro existir, es concebido por el filósofo de los Países Bajos como pura energía desiderativa. Acaso el cine, a partir de películas como las que hemos podido ver en el D’A 2017, sea una vía para comprender la sustancia afectiva de nuestro tiempo, así como un espacio de resistencia a la imposición de una única forma de amar o de desear. Una vía, pues, para pensar el cuerpo y los afectos que lo atraviesan y lo definen.

 

© Cloe Masotta, mayo de 2017

 

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*  Este artículo es el cuarto de una serie de textos breves de la autora alrededor de “cuerpos en fuga”. Los tres primeros estuvieron dedicados a El perdido (Christophe Farnarier), La sustancia (Lluís Galter) y Mimosas (Oliver Laxe).

(1)  SPINOZA, Baruch, Ética: Demostrada Según El Orden Geométrico. México: Fondo de Cultura Económica, 1996.

(2)  SPINOZA, Baruch. Op. Cit. P. 110.