#III AtlántidaFilmFest: Stories We Tell/Your Lost Memories

La fábrica de recuerdos

 

¿Qué grabar en un carrete de tres minutos con tu super-8? Probablemente, momentos alegres: un día de Navidad abriendo regalos, una mañana en la playa, el baile de graduación de tu hijo, una fiesta de cumpleaños, tu pareja vestida de gala, un viaje al extranjero… Volver sobre esas imágenes años después es recrearse en una ilusión, es pensar aquello de “éramos tan felices…” y lamentarse por cómo han empeorado las cosas. El cine (aunque sea casero) tiene esa capacidad de suplantar recuerdos de nuestra memoria y de hacernos confundir lo vivido con lo visto en una pantalla. Parte de ese (auto)engaño se redujo con la llegada del vídeo y del digital: de grabar lo mínimo se pasó a grabar todo, de elegir el momento justo se pasó a registrar diariamente una vida de altibajos.

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Los hay, sin embargo, que todavía se pierden en los contenedores de la cultura analógica. Es el caso de Rubén, que se pasea por el mercado de els Encants Vells de Barcelona en busca de viejas cintas de super-8 para restaurarlas, digitalizarlas y luego compartirlas en su web, donde aspira a encontrar a sus legítimos propietarios. Más allá del altruismo, el protagonista de Your Lost Memories (Miguel Ángel Blanca y Alejandro Marzoa, 2012) se mueve por necesidad, por necesidad de imágenes. Tras perder la memoria en un accidente de coche, los recuerdos de otros, las escenas de esas cintas felices, llenarán poco a poco su vacío imposible de recordar. La identidad de los replicantes de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) se construía a través de las fotografías falsas de una infancia no vivida; la de Rubén se cimenta sobre el vampirismo; sobre la reapropiación de cintas ajenas de una infancia olvidada. Cuando él conoce al verdadero protagonista de una de esas imágenes en carne y hueso, emerge en la pantalla una emoción genuina: la de un reencuentro. “Somos lo que recordamos”, se suele decir. “Recuerdo lo que no he vivido”, responde Rubén.

Sarah Polley no sufre amnesia, pero tampoco recuerda bien. Su memoria le impide formarse una imagen definida de su madre, que murió durante su infancia. Las vivencias compartidas son lejanas en su memoria y se ven alteradas por lo que le cuentan de ella los suyos y por las imágenes registradas en cintas familiares de super-8. ¿Otro (auto)engaño? No, múltiples puntos de vista. La actriz y directora canadiense asume la imposibilidad de conocer a su madre realmente y se plantea Stories We Tell (2012) como una interrogación, como una búsqueda que no aspira a una Verdad. Los materiales que ilustran su investigación (entrevistas + súper 8 + recreaciones + voces en off) dan pie a un collage documental sugerente, que logra hilvanar la emoción del relato con un sofisticado andamiaje metacinematográfico. No es solo que el filme nos descubra sus bambalinas con agradecida transparencia, sino que desarrolla su sorprendente trama con tanta precisión como desnudez. Las dudas de los familiares, los miedos de la directora, los reproches, los traumas e incluso las trampas de la ficción se exhiben sin pudor. Y lo hacen de tal manera que, por momentos, Stories We Tell adopta formas de cine-diario y de making off. “La ropa sucia se lava en casa”, se suele decir. “Si hay una historia que contar, no te la guardes para ti”, responde Polley.

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Elaborar recuerdos. Superar pérdidas. Interrogarse sobre la verdad de las imágenes. Dejarse poseer por ellas. Tanto en Your Lost Memories como en Stories We Tell se percibe el deseo de narrar en busca de sentido. Puede que el filme de Blanca y Marzoa sea un falso documental (con vistas a la promoción de una web verdadera) y que el de Polley contenga imágenes falsas para recrear la(s) juventud(es) de su madre en celuloide, pero en ambos trabajos se palpa una intensidad carente de toda impostura. Los tres cineastas parecen beber del Orson Welles de F for Fake (1973) y evidencian que si ellos (o sus personajes) pueden creer en imágenes y recuerdos que no existieron, nosotros también podemos hacerlo. Al fin y al cabo, ¿quién puede garantizarnos que nuestra infancia ocurrió tal y como la recordamos? “El cine es una fábrica de sueños”, se suele decir. “El cine es una fábrica de recuerdos”, responden Blanca, Marzoa y Polley.  Y, por nosotros, que lo siga siendo.

© Carles Matamoros Balasch, abril de 2013.