Diario del Xcèntric 2017 (7): La cámara voyeur: Herbert + Brakhage

El archipiélago

 

Esta será la última entrada de mi diario. Al menos, la última tal y como lo he venido haciendo hasta ahora, cubriendo todas las sesiones del Xcèntric. Cuando empecé, ya tenía en mente que el diario llegara hasta el final de la primera parte de la temporada, aunque sabía que iba a seguir yendo durante marzo y abril porque habría propuestas que me interesarían. Por ahora, ya sé que no quiero perderme la sesión dedicada a Maria Klonaris y Katerina Thomadaki, y me gustaría ver algo de Bruce Conner, entre otras cosas. Así que no descarto retomar espontáneamente estas crónicas si me lo pide el cuerpo, aunque, de momento, el experimento de inmersión en la escritura sobre cine experimental que me planteé a principios de enero acaba aquí. Han sido unas semanas intensas, de empaparse de cine —también con películas que no vi en el CCCB pero que, dada su naturaleza, podrían haber formado parte de este diario perfectamente, como Born in Flames (1983) de Lizzie Borden o La ville des pirates (1983) de Raoul Ruiz, o algunos filmes de Jacques Demy y de Eugène Green, o Nanuk el esquimal (Nanook of the North, 1922) de Robert Flaherty o un corto documental de Jean Rouch o Film About a Woman Who… (1974) de Yvonne Rainer— y de preguntarse si es sano ver tantas películas, si es la forma correcta de asimilarlas, si nada de esto importa. He terminado, como veis, algo desfondado, tardando un poco más de lo que pretendía en entregar los últimos textos, demorando su publicación. He visitado en dos ocasiones, como resultado de estas aventuras, el bar La Parra, en Joaquín Costa (pudieron haber sido tres, hubo una vez que me citaron allí y no acudí); he tomado algo también en el Olímpic, uno de mis favoritos de esa misma calle; he cenado más de una vez porciones de pizza del Pizza Circus, en Nou de la Rambla; también algún falafel; me he sentido solo y me he sentido acompañado y he descubierto algunos cafés excelentes. Podría decirse que sí, que nos han ocurrido muchísimas cosas.

El auditorio del CCCB en el que se proyectan las sesiones de Xcèntric

Nos metimos en la sala con Porch Glider (James Herbert, 1970) ya empezada. Habíamos tenido que pasar por el servicio, y llegábamos justos tras habernos comprado cada uno una película. Él, Un verano loco (One Crazy Summer, 1986), de Savage Steve Holland, y yo, Performance (1970), de Nicolas Roeg y Donald Cammell. A un euro cada una. Las imágenes se estaban sucediendo, con rapidez: una calle de algún lugar de los Estados Unidos, de un pueblo que luego sabré que es Athens, Georgia, hay hierba y hay niños y hay coches y un chico que toca la guitarra, aunque no la oímos porque la película es silente. El tiempo, desenrollándose, y nosotros que resbalamos encima, que nos afanamos en darnos la mano, en sentir, en saber que hemos sentido. Un chico y una chica. Son parecidos. El tiempo, las cosas vistas desde un porche en el que descansa un sofá algo destartalado, exiguo, pero suficiente como para ser el centro del mundo durante un verano o puede que algunas semanas. Yo tuve un sofá cama que vino de París y engulló a un amigo mío, que se enamoró o lo intentó y luego nos dijo que había regresado aunque ya nada fue lo mismo para nadie. Pero ahora estamos en 1972 y la cámara de James Herbert filma a dos jóvenes que se están descubriendo el uno a la otra. Ahora es de noche, y si ellos se han visto ya desnudos yo no lo sé, pero en lo que a nosotros respecta, a la narración, será la primera vez. Cuando ella emerge de la oscuridad, iluminada dulcemente, tenuemente, caminando hacia el sofá, su figura tiene algo abismal y misterioso; podría decir algo tan trivial como que su piel contiene todos los secretos, es la respuesta a todos los desvelos, a todas las noches en vela, y sé que tal y como lo enuncio esto suena trivial en vez de sonar brillante pero supongo que, si lo habéis sentido, entenderéis a lo que me refiero. Recientemente leí a John Berger, sus Modos de ver, y habla de que, en la desnudez, en el súbito descubrimiento de un cuerpo, hay algo inequívocamente banal, porque todos los cuerpos se parecen, pero lo que hace único ese descubrimiento es el proceso, el camino que se sigue hasta llegar ahí. En fin, creo que puedo permitirme expresarme de esta forma tan coloquial: me gustó mucho Porch Glider. Ha sido una de las películas con las que más he disfrutado en estas sesiones del Xcèntric. Me pareció que captura de una forma tan sutil como humilde y precisa la inquietud y la maravilla de tocarse, de intentar comunicarse a través del roce de los cuerpos. La película no acaba ahí, esa noche, sino que las imágenes siguen sucediéndose, superponiéndose, reflejándose, pero quizá no sea precisa una descripción minuciosa, que por otra parte ya no estoy en condiciones de hacer, pasados ocho días desde que la vi.

Porch Glider (James Herbert)

Todavía queriendo pensar, digerir, recordar Porch Glider, los fogonazos de Two Figures (1972) irrumpieron en la pantalla. En esta película, Herbert congela posiciones, miradas, gestos, cada inflexión de los cuerpos, cada cambio de posición en el espacio y respecto al otro, cada beso, cada dedo deslizándose por la piel del otro, pueden ser el instante definitivo, aquel en el que todo cobra sentido o en el que empezamos a dejar de querer que las cosas cobren sentido. El cineasta los trata a todos —todos los que ha escogido mostrar— por igual, fotografías granulosas del recuerdo. Cada plano es una isla, cada isla podría ser el mundo o su envés o ambas cosas. Y puede que nosotros seamos el archipiélago.

Hace algunos años que tengo en el disco duro de este mismo ordenador desde el que escribo una copia en vídeo de las Sexual Meditations (1971-1973) de Stan Brakhage. Nunca había encontrado el momento adecuado para verlas, así que me alegró saber que por fin iban a venir a mí, en una sala oscura y en 16mm. Cuando ahora desvío la vista de la pantalla y miro hacia ninguna parte, todavía no sé muy bien qué decir. Son pequeñas cápsulas, líquidas, impresionistas, oleaginosas más que líquidas, en el sentido de que todo se desliza, la luz, los cuerpos, las sombras, son como sueños, deseos, intuiciones de lo que podría ocurrir o lo que podríamos fabular en una serie de espacios definidos. El segmento que acontece en una oficina, por alguna razón, me recuerda a una película sobre la que hace años que tengo que escribir algo llamada Estudio confidencial (Student Confidential, Richard Horian, 1987). Volví a ver la(s) película(s) dos noches después, en casa, comprobando que, de no haberlas visto previamente en buenas condiciones, me habría perdido bastante. El transfer de VHS es oscuro y está algo gastado, además los segmentos se muestran en un orden distinto y falta el que acontece en la habitación de un motel. La experiencia es, si cabe, más lisérgica todavía. Lo que pierde en detalle y luminosidad, lo gana en extrañamiento. Anochece en la isla de los monos, me escuecen algunas partes del cuerpo pero me iré a dormir en cuanto me haya bebido este coco. Mañana el sol me despertará temprano y quizá trate de construir una balsa, por enésima vez, para alcanzar la otra isla. Anochece en Barcelona, me lavaré los dientes, me despojaré del albornoz y me iré a dormir. Mañana desayunaré tostadas con aguacate y tomaré un tren. Anochece en la plaza de la cooperativa en Vilobí del Penedés, aquí nadie duerme, vamos a pasear por los viñedos, mordiendo un trozo de tarta. Son las doce y veinte de un domingo, hay muchos niños en el reducido espacio del parque que veo desde donde estoy sentado. En un rato saldré de aquí y daré una vuelta por un mercadillo. Todavía no sé lo que voy a comer hoy.

Sexual Meditation: Room With a View (Stan Brakhage)

 

© Toni Junyent, marzo de 2017

 

* Este artículo es el último capítulo del “Diario del Xcèntric 2017” de Toni Junyent. El primero, dedicado a Manon de Boer y José Val del Omar, se puede leer aquí. El segundo, dedicado a Patrick Bokanowski y Chick Strand, se puede leer en este enlace. El tercero, dedicado a Teo Hernández, se puede consultar aquí. El cuarto, centrado en Anne Rees-Mogg, se puede leer en este enlace y el quinto, dedicado a Robert Beavers y Fred Halsted, se puede consultar aquí. El sexto, dedicado a Extreme Private Eros: Love Song 1974 de Kazuo Hara, a la exposición de sexualidad y arquitectura del CCCB y a cortos de Barbara Rubin, Kenneth Anger y Jack Smith, se puede leer en este enlace.