El suicidio como ataque en Rossellini, Haneke y Kubrick
El síndrome de Edmund
En su análisis sobre el filme Caché (2005) de Michael Haneke, Ara Osterweil afirma que la secuencia en la que Majid (Maurice Bénichou) se quita la vida ante la presencia de Georges (Daniel Auteuil) muestra de qué forma la violencia auto-infringida deviene el ataque más potente para un individuo desfavorecido (1)↓. La figura de Majid –símbolo de la minoría argelina que sufrió la represión de la sociedad francesa– encuentra en el suicidio una última instancia con la que transmitir el dolor que le atormenta dada la frialdad que muestra el protagonista del filme ante el retorno de un pasado que enterró tiempo atrás y que, con su vuelta, ha puesto en peligro la tranquilidad de su bien asentada vida. Por otro lado, el gesto enlaza con las ideas expuestas por Slavoj Zizek en su The Pervert’s Guide to Ideology (Sophie Fiennes, 2012), en cuanto a la violencia como “brutal intervención sobre lo real para cubrir cierta impotencia en el mapa cognitivo”. Dicho de otro modo, la violencia como mecanismo expresivo a raíz de la improductividad del lenguaje verbal; una solución ante la falta de comunicación que surge entre los interlocutores. De esta forma, el gesto en cuestión es, además de un ataque directo a la psicología del contrario, una réplica ante la falta de comprensión, así como de la incapacidad de expresión dentro de una situación determinada, causantes de una impotencia que propone como solución última, e hiriente, la desaparición como mecanismo con el que reiterar la existencia de un individuo ignorado y/u oprimido.
La acción llevada a cabo por Majid, en su intento por expresar el dolor que guarda en su interior, exhibe un gesto en relación a la incapacidad de expresar el horror de la opresión de una forma no violenta que, además, se inserta en un contexto de trasfondo bélico (Guerra de Independencia de Argelia, Masacre del Sena) permitiendo enlazar la secuencia en cuestión con otras manifestaciones de la Historia del Cine que hacen uso del suicidio como expresión del horror de la guerra. Sesenta años antes del filme citado, Roberto Rossellini mostraba el horror de la posguerra con Alemania, año cero (Germania, anno zero, 1948) a través de los ojos de Edmund (Edmund Moeschke): Un niño cuya experiencia en una Alemania desolada por la guerra le lleva a quitarse la vida cerrando el filme de forma devastadora. En la secuencia en cuestión, Edmund observa la ciudad desde lo alto de un edificio, llevando a cabo un juicio respecto a lo vivido para, más tarde, lanzarse al vacío como solución última a sus problemas. El gesto que se apreciaba en la secuencia de Caché encuentra aquí una manifestación previa, convirtiéndose en una imagen que regresa para reflejar una Europa marcada por la Segunda Guerra Mundial que no ha cerrado sus heridas, a través de la acción de personajes desvalidos que en una última voz ponen fin a sus vidas ante la mirada de aquellos que han provocado su dolor. Y, en paralelo, el espectador queda horrorizado por unas imágenes cuyo uso de la violencia pretende calar profundamente en su mirada y emociones, culpabilizándole de haber formado parte de aquellos que no actuaron para evitar un suceso que ahora quedará marcado en su memoria de la misma forma que la sangre impregna la pared del apartamento de Majid.
Aunque en un contexto geográficamente diferente, también se puede apreciar esta idea en el filme de Stanley Kubrick La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, 1987) y la secuencia del suicidio de Leonard Lawrence (Vincent D’Onofrio, más conocido como “recluta patoso”) que cierra la primera parte del largometraje. Tras haber sufrido todo tipo de vejaciones por parte del Sargento Hartmann (R. Lee Ermey), así como por sus compañeros, Leonard pone en práctica lo aprendido durante su formación en una performance con la que poner fin a su vida. La actitud reservada del personaje se ve contrastada cuando irrumpe en mitad de la noche con los enunciados que el sargento Hartmann utilizaba para aleccionar a los soldados para, más tarde, acabar tanto con la vida de su mentor como con la suya, mostrando el carácter perturbador que la guerra ha tenido en su psicología. Así, Leonard da la vuelta a la situación poniendo de manifiesto su voz: Una voz marcada por la impotencia generada a causa de la hostilidad del sargento y el resto de sus compañeros, que en última instancia se revela de una forma traumática con el fin de permanecer en la memoria de aquellos que despreciaron su existencia.
A pesar de las diferencias (cronológicas y geográficas) existentes entre los tres casos analizados, la comparativa expone de qué forma el comportamiento de Majid (en relación a la cita de Ara Osterweil) encuentra sus bases en representaciones (anteriores) del horror de la guerra y sus consecuencias para el individuo desvalido. Una forma de expresar el dolor que se asienta en los personajes de manera abrupta, mediante la exhibición de un suceso traumático que culmina un proceso de gradual crecimiento del dramatismo a través de un gesto que potencia la idea de clímax. En definitiva, el uso de un concepto tabú (aunque su concepción varíe con el tiempo) cuya área de efecto opera tanto en la realidad del filme como en la del espectador, al convertir la violencia en un grito desesperado de horror que pretende transmitir un mensaje que, verbalmente, se antoja inexpresable.
(1)↑ “Majid’s behavior suggests that the most powerful form of counter-attack available to the dispossessed is self- inflicted violence” (OSTERWEIL, Ara, Caché, Film Quarterly, 2006, Vol.59, nº4, pp. 35-39)
© Sergi Tesoro, julio de 2017