El eclipse / Oslo, 31 de agosto / Oh Boy

Estado de ausencia

 

 
 

“Sensación de no estar,
mientras caminas,
atraviesas la puerta,
das la vuelta a la página(..)”
Pepe Corredor-Matheos

 

Rostros en claroscuro, entre sombras, borrosos, escondidos, constantemente reflejados o mutilados por la cámara hasta dejar solo una fracción de su silueta. Primeros planos que revelan el estado de dos jóvenes, Anders y Niko, protagonistas de Oslo, 31 de agosto (Oslo, 31. august, Joachim Trier, 2011) y Oh Boy (Jan Ole Gerster, 2012), respectivamente. La cámara los persigue durante un día, los espía en su deambular por las calles de dos urbes —Oslo y Berlín como paradigma de la sociedad del bienestar europea—, obligados a enfrentarse a su presente con la mirada puesta en el pasado, el suyo y el del lugar que recorren. Entre los numerosos paralelismos de las dos cintas, la desorientación de sus protagonistas persiste. “Estado de ausencia me entregaba a un sentimiento de pesadumbre y lejanía, de pérdida de identidad, de logro de la nada, de desaparición y de alejamiento”, escribe Antoni Marí en su Llibre d’absències.

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La nostalgia que destilan los recuerdos de infancia que acompañan las imágenes de archivo al inicio del filme de Trier; la incomodidad que producen los del viejo que Niko se encuentra al final de la cinta de Gerster —remiten a la Alemania nazi— cuestionan un presente que se prometía glorioso, una ciudadanía acomodada que observa su entorno sin atisbo de crítica, cegada por la eterna promesa de que pueden acceder a todo. Como contrapunto, las imágenes de la ciudad y de los lugares recorridos por los personajes ya sin su presencia, unas postales de la ausencia al modo que hiciera Antonioni en El Eclipse (L’eclisse, 1962). A diferencia de aquella, de estos espacios vacíos rezuma la angustia de sus protagonistas, la pérdida de identidad de dos jóvenes, ejemplo de una generación perdida.

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“Mírame, tengo 34 años y no tengo nada”, exclama el protagonista del filme noruego. Si tienes unos estudios, una familia, unos amigos… ¿Cómo no encontrar el camino? “En un universo alienado y masificado, el individuo pierde su individualidad, aquello que lo caracteriza como persona. Y por lo tanto pierde también la capacidad de narrarse a sí mismo, de hacerse una vida, de trazarse una dirección que seguir”. Estas palabras de Carlos Losilla apuntadas sobre El Eclipse resuenan en las imágenes de Oslo, 31 de agosto y Oh Boy, algo que parece acentuarse con el paso de las décadas. Llegado el siglo XXI la filmación de esos lugares vacíos funciona como un reflejo del estado en el que está sumida Europa: la insatisfacción permanente de una juventud hastiada por el peso de una sociedad demasiado engranada, donde cualquier pequeño giro parece abandonarla en un profundo estado de ausencia.

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Texto © Ana Aitana Fernández, junio de 2014

Vídeo © Irati Gorostidi, junio de 2014