Al final de la escapada / El confidente / Mala sangre

El cuerpo del actor y una de las historias del cine

 

 

En 1986 Leos Carax dirige Mala Sangre (Mauvais sang), un thriller posmoderno que recoge el miedo al contagio provocado por la aparición del virus del VIH al tiempo que teje la historia de amor imposible entre Alex y Anna. Como casi todos los filmes de este enfant terrible del cine francés, Mala Sangre está protagonizada por Denis Lavant, álter ego del director y actor del cuerpo por excelencia. No por casualidad Lavant es uno de los máximos exponentes de un cine eminentemente físico que, desde distintas vertientes, han cultivado directores tan dispares como Claire Denis, Harmony Korine, Phillipe Ramos o el propio Carax. Un cine construido sobre el movimiento, la gestualidad y la presencia de los cuerpos de sus actores.

En una escena de Mala Sangre, la cámara del director francés sigue a Lavant en una frenética carrera al ritmo del Modern Love de David Bowie. Alex, que ha tragado demasiado cemento en la cárcel, se retuerce de dolor, aprieta su estómago como si tratase de tapar una herida. Y corre. En el texto que Laura Menéndez dedica al actor en este mismo número, la autora afirma: “En Mala sangre, el baile tiene un componente de liberación, de rabia juvenil. Ya no se trata de bailar, sino de correr. De liberar adrenalina y escapar hacia cualquier lugar”.

Sabiendo de la admiración que siente Carax por Jean-Luc Godard, no es difícil ver en esta escena su particular homenaje/respuesta a la secuencia de la muerte de Michel en Al final de la escapada (A bout de soufflé, 1960). Filme-emblema de la Nouvelle Vague, retrato generacional impregnado de un romanticismo fatalista del que Carax toma el testigo naturalmente, el desenlace de Al final de la escapada recoge la agonía de los últimos minutos del protagonista. Mediante un travelling la cámara sigue por la espalda al personaje interpretado por Jean-Paul Belmondo que, tras haber sido tiroteado, emprende su última carrera y se tambalea en diversas ocasiones hasta caer desplomado al suelo: único final posible para un personaje en perpetua huída.

Sin embargo, hay otro filme que quizás Carax tenía en mente cuando rodó el mítico plano secuencia de Mala sangre. Se trata de El confidente (Le doulos, 1962), una de las mejores y más desconocidas obras de Jean-Pierre Melville. Al remontar la escena de un atraco frustrado que deviene en persecución policial se advierten más claramente las similitudes con la secuencia citada de Mala sangre. Jean-Pierre Melville, padre espiritual de la Nouvelle Vague, modelo de pericia e independencia para muchos de los cineastas que se adhirieron a las filas de este movimiento, comenzó a hacer cine en 1948, pero sus mejores trabajos vieron la luz durante la década de los sesenta. En la filmografía de Melville el código de honor de los protagonistas y su destino trágico se convierten en el centro de gravedad de la obra.

El confidente es dos años posterior a Al final de la escapada, en la que Melville sería consultado por Godard durante la fase de montaje y en la que aparecería brevemente interpretando al escritor Parvulesco. Se dice que Melville y Godard mantuvieron una tormentosa relación de amistad. El primero —que despreciaba fervientemente el intelectualismo y trataba de huir de cualquier tipo de elitismo— no parecía sentir demasiado aprecio por la Nouvelle Vague. Pero es indudable que Melville, Godard y Carax pertenecen a una misma estirpe de cineastas y forman parte de una misma familia del cine francés.

En El confidente aparece también Jean-Paul Belmondo, pero el protagonista indiscutible de este filme es el multifacético actor de origen italiano Serge Reggiani quien, además de la interpretación, cultivó el canto, la escritura y la pintura. Con un rostro mucho menos glamouroso que el de Belmondo y una figura menos imponente, Reggiani sabe sacar partido de una expresión facial taciturna y de unos movimientos corporales enérgicos y controlados. En este aspecto, Denis Lavant, capaz de recitar a Rimbaud y de dar vida al Capitán Achab en la insólita adaptación cinematográfica de Moby Dick (Capitaine Achab, 2007) acometida por Philippe Ramos, está más cerca de Reggiani que de Belmondo.

También Carax, en Pola X (1999), el único de sus filmes que no está protagonizado por Lavant, se atrevió con una adaptación de Herman Melville. Curiosamente se trataba de Pierre y las ambigüedades, la novela favorita de Jean Pierre Melville que adoptó este nombre por admiración hacia el escritor. Quizás no es tan casual que en Mala Sangre sea un personaje interpretado por Serge Reggiani el que cierra los ojos de Denis Lavant cuando le llega la hora final.

 

© Cristina Álvarez López, octubre 2010