White Material

Ne change rien

 

Cuestiones a tener en cuenta. Este texto nace condenado al fracaso porque pretende acercarse desde las palabras al primer trabajo de Claire Denis estrenado comercialmente en España. Para ser justo con White Material (rebautizada como Una mujer en África) debería dejar a un lado una narración típica y expresar aquello que he experimentado en su visionado, trabajando a partir de esas pocas imágenes que sobreviven en mi memoria como recuerdos difusos de percepciones imprecisas. Porque conocemos la odisea de Maria Vidal, la obstinada mujer a quien da vida Isabelle Huppert, en un lugar cualquiera de África gracias a una reserva de imágenes (en primera persona) taimadas por los estados de ánimo de su vivencia. El recurso no es nuevo en la filmografía de Denis, pero a diferencia de, por ejemplo, Laura (Valérie Lemercier) en Vendredi Soir (2002) o Louis Trebor (Michael Subor) en L`Intrus (2004), estas “imágenes en off” no pretenden trazar una realidad alternativa que vendría a redimir o consolar el divorcio con la realidad, sino evocar, a modo de flashback, los acontecimientos que han precipitado su huida del lugar en que ha perdido algo más que todo ese “material blanco” que fascina a la mayoría de la población negra que la rodea.

Por otra parte, continuar siendo fiel a un tipo de reflexión cinematográfica alejada de las posibilidades expresivas que ofrece el actual universo audiovisual, empata firmemente con la testaruda actitud de resistencia a cualquier tipo cambio que anima la vida de Maria. En un entorno de imaginarios mutables donde las imágenes desbordan los ritmos de la vida, una escritura “clásica” podría equipararse a la locura que la empuja a salvar la cosecha de su explotación agrícola en un momento en que ya no tiene, aparentemente, ningún tipo de sentido. La guerra que asola la zona, en la que no están muy claro quienes son buenos y malos, ha precipitado la diáspora, el éxodo, de casi todos sus  empleados. Todo se disuelve o se destruye, menos la obstinación de María. La percibimos como un gesto enfermizo, loco, desquiciado. Aunque lo realmente importante sea todo lo contrario: el punto de vista subjetivo que presenta a todo aquel que la rodea como una presencia voluble y difuminada, como un rumor social incapaz de restarle un ápice de concentración mientras desempeña, con la fuerza de un boxeador encarnada sobre su piel blanquecina, su bello trabajo condenado al fracaso.

 

Cuestiones que debo recordarTrouble every day (2001) fue mi primera vez con Claire Denis. Desde entonces cada vez que leo o escucho el nombre de la realizadora francesa vienen a mi memoria los tres primeros minutos del filme, que bien podrían ser los tres minutos más bellos del cine del siglo XXI. Gran parte de culpa de este impacto sensitivo la tiene Tindersticks, el grupo que más veces ha puesto banda sonora a sus películas y que vuelve a hacerlo en White material. Revisando el recién editado Claire Denis Film Scores 1996-2009 me doy cuenta de algo que va más allá de la potencia que su musicalidad confiere a las imágenes: todas las películas adornadas por su saber hacer (bien sea como banda al completo o solamente con una parte de sus miembros) manejan una historia en la que sus protagonistas no pueden consumar un deseo o anhelo, ni tampoco olvidarse de él. ¿Podrá la pareja de Trouble every day engendrar el hijo deseado y liberarse para siempre del virus que infecta al personaje interpretado por Vincent Gallo? ¿Podrán romper el padre y la hija de 35 rhums (2008) esa fuerza invisible que no les permite tomar caminos separados ni llegar a consumar una relación incestuosa?

Se ha señalado poco, pero uno de los grandes temas de Denis es la tremenda dificultad que posee todo individuo (en soledad o pareja) para lograr sustanciar cambios importantes en su vida. En White Material Maria continúa compartiendo la explotación agrícola con su ex-marido después de llevar muchos años divorciados. Incluso trata de ocuparse del hijo que él ha tenido con otra mujer. Y en Canta la hierba de Doris Lessing, la novela en que se inspira muy libremente el guión de la película,  una mujer urbanita (después de casarse) se desplaza con su marido a una de estas plantaciones en la Sudáfrica de los años 50, mostrándose totalmente incapaz de adaptarse a ella. Ambos síntomas apuntan subterráneamente al correlato velado de un malestar profundo más allá de las imágenes del filme. Como sabemos, Claire Denis pasó su infancia en África porque su padre era un funcionario del gobierno francés destinado en las colonias. Su opera prima, Chocolat (1988), está rodada en el continente africano y es un ejercicio de memoria en clave autobiográfica.  Además, antes de White Material había regresado allí en 1999 con Beau travail y todas sus películas “francesas” están plagadas de presencias africanas. La hipótesis parece clara: ¿Pudo dejar pendiente algún asunto importante antes de volver a Francia en su adolescencia? ¿Podría ser su filmografía un ejercicio frustrado de duelo?

En White Material recorremos las carreteras que fueron caminos en Chocolat y nos topamos con la figura de una montaña entre las brumas del horizonte. Es, en apariencia, una intrusa que rompe con la homogeneidad paisajística de las grandes planicies africanas. Pero no debería sorprendernos, porque esa montaña ya estaba presente en su opera prima como un motivo decisivo, influyendo en el incidente del avión en que viaja el oficial del ejército francés que, con su aparición fortuita, extingue los deseos ocultos tejidos furtivamente entre la madre de France (la niña protagonista) y Proteus (el “mayordomo” negro de la familia). Un misterioso accidente geográfico que gobierna en la sombra un espacio sentimental inenarrable. Por lo menos de este modo. Ya lo había advertido al principio a este texto.

Chocolat (Claire Denis, 1988)

White Material (Claire Denis, 2009)

36 vues du Pic Saint Loup (Jacques Rivette, 2009)

Jacques Rivette -Le veilleur (Claire Denis, Serge Daney, 1990)