Her Socialist Smile

Flores en la oscuridad

«Cuando oscurece, siempre necesitamos a alguien», dice Pat, el personaje interpretado por Margaret Sullavan en Tres camaradas (Three Comrades, 1938), de Frank Borzage, en unas líneas sobre cuya atribución a Scott Fitzgerald, guionista de aquella película, se ha especulado mucho (1). Si por algo nos da miedo la oscuridad y nos inquieta el silencio, es por estar acostumbrados a la luz y al sonido, porque hemos desarrollado habilidades para desenvolvernos con el apoyo de la vista y el oído. El mundo es un abismo y nuestros sentidos solo unos pocos asideros de tantos otros posibles. Pero son los asideros que hemos puesto a punto y en torno a los cuales hemos construido una sociedad. La mezcla de biología, evolución y cultura —en el fondo, política— ha ido generando una realidad de la que es difícil escapar, en la que cualquier tipo de diversidad sensorial provoca inmediatamente desadaptación, desarraigo y horror.

John Gianvito cuenta en Her Socialist Smile (2020) la obra de Helen Keller, activista y teórica socialista sordociega estadounidense nacida en 1880 en el estado de Alabama. La imposibilidad de ver o escuchar la colocaron, ya desde sus diecinueve meses, fuera de la normatividad, aunque la privilegiada posición de clase de su familia le permitió, por medio de su maestra y mentora Ana Sullivan, adquirir unas capacidades que se desarrollaron de manera extraordinaria en direcciones imprevisibles a través de una lucha consigo misma y con su entorno.

Gianvito nos presenta esta lucha desde la oscuridad y el silencio, con el pensamiento como último recurso vital. Un mundo interior en el que las conexiones mentales cubren el universo cercenado de lo sensible. Por eso al cineasta estadounidense no le interesa mostrar el proceso mediante el cual Helen Keller consigue emanciparse de los sentidos hegemónicos, la vista y el oído, para generar una sensibilidad hacia lo social y una capacidad de articulación de pensamiento muy superior a sus congéneres de cinco sentidos. Gianvito, apostando por el qué sobre el cómo, evidencia la posibilidad de llegar a altas cotas de pensamiento sin tener que pasar por los dos sentidos principales para la mayoría de seres humanos. Es decir, que la adquisición del conocimiento necesario para llegar a tales construcciones discursivas y de pensamiento puede pasar por otras vías. Quizás el principal obstáculo de Keller no fuera la ausencia de la vista y el oído, sino la pertenencia a una sociedad articulada en torno a ellos, en la que lo marginal, lo anómalo, tiene poca cabida.

Muchos conocíamos la historia de la niña Keller a través de la película de 1962 El milagro de Ana Sullivan (The Miracle Worker, Arthur Penn), centrada en los primeros pasos de un aprendizaje a contracorriente de una sociedad que no estaba preparada para esos casos. Her Socialist Smile parece continuar donde terminaba aquella, desarrollando el complejo mundo activista de la pensadora Helen Keller, sus luchas socialistas y feministas, la consistencia y firmeza de sus ideas, así como las dudas y las tribulaciones. Ya desde el principio, Gianvito nos recuerda la figura de Ana Sullivan, que acompañó a Keller toda su vida y que no solo posibilitó su aprendizaje de niña y adolescente y se convirtió en su asistente, sino que resultó un apoyo fundamental a nivel personal y afectivo. Pero la historia de su educación y de superación personal queda aquí fuera de cuadro. Eso es algo ya contado muchas veces. Lo que es necesario iluminar y volver a poner sobre la mesa es la historia de su politización, la prestancia de sus ideas más allá de eslóganes o aforismos motivacionales.

Helen Keller pertenecía a una familia de clase alta, adinerada, y eso le permitió contar con todos los recursos necesarios para salir adelante en su situación y contar con la asistencia de Ana Sullivan. Ella sabía que, con otras circunstancias familiares, la oscuridad de su vida habría sido total. ¿Fue esto decisivo en la construcción de su ideología y su fervor activista? Gianvito salpica su relato de estos pequeños detalles contextuales, que pueden ser decisivos pero que no los explora en profundidad y, en cualquier caso, nunca por sí mismos, sino a través de la obra de Keller. El interés de Gianvito se vuelca en su pensamiento y oratoria, en su trabajo, y de esta forma logra un perfecto ajuste entre la estructura y el punto de vista del relato y su contenido.

En Profit Motive and the Whisperind Wind (2007), Gianvito trazaba una narrativa silenciosa del activismo y las luchas sociales estadounidenses desde el siglo XVIII adaptando un libro de Howard Zinn a través de imágenes de lápidas y memoriales y sus inscripciones, unas veces más escuetas y otras más explícitas. Ya allí ponía el contexto (dónde y cuándo nacen y mueren los seres humanos, por ejemplo) como elemento vertebrador y fundamental del pensamiento y la dignidad, y en Her Socialist Smile parece seguir esa senda, con una Helen Keller totalmente apegada a su tiempo, a la realidad de sus ciudades, de su país, de las mujeres, de la clase obrera.

Gianvito no plantea una historia de superación porque la obra de Keller no necesita ningún refuerzo. Su sordera y ceguera son elementos contextuales como puede serlo haber nacido en una familia minera de Montana o en un callejón del Bronx. La historia de la dignidad humana es una lucha de superación de la contingencia, de control del azar. El trabajo de Keller, como el de Gianvito, se articula en esa dirección. No es casual que la película se abra con el acta en la que el FBI la acusa de posible comunista y a eso sigan fragmentos de su primer discurso en público, de marcado carácter político y que conmocionó a los asistentes tras superar la estupefacción. La adversidad no fue utilizada por Keller para realzar sus méritos individuales, sino para alertar sobre los privilegios sociales e involucrarse con causas como el feminismo, el racismo, o, eso siempre, el compromiso con los trabajadores, la lucha de clases. Como cualquier persona ejemplar que pone en cuestión el orden hegemónico, Keller era peligrosa para el poder.

Quizás una manera eficaz de intentar desarticular su discurso era impulsar su historia de superación, ponerla como ejemplo para personas con discapacidad, crear y apropiarse de un icono de la manera en que suele hacerlo el capitalismo, fabricando modelos redimensionados a sus propios objetivos. Gianvito lo sabe y por eso se centra en aquello que la Historia oficial ha ido soslayando, el izquierdismo firme y decidido de Helen Keller. Las acusaciones de radical y extremista que sufrió en su época parecen haber sido olvidadas con el tiempo.

La película de Gianvito se construye a partir de una serie de elementos de diferentes formatos y texturas que dan soporte al discurso de Keller: imágenes de la naturaleza evocando los paseos que a ella tanto le gustaban, textos de sus libros y discursos sobre una pantalla en negro, las pocas filmaciones de archivo que han sobrevivido, imágenes de la platea de un teatro como fondo a fragmentos de entrevistas concedidas por Keller, y también fragmentos autorreferenciales de los actores de la propia película grabando la narración en un estudio.

El dispositivo de la película articula en contrapunto todos estos elementos, que se van alternando, barajando y dosificando. Los cambios entre unos a otros parecen sobrevenir, al menos al principio de la película, con cierta brusquedad, como si se buscara una ruptura, una sensación de cambio abrupto, un susto. El susto de vivir en la oscuridad. Pero poco a poco nos acostumbramos a ese fluir heterogéneo de materiales y vamos sumergiéndonos en un relato a flor de piel.

Las imágenes de la naturaleza que acompañan buena parte del metraje muestran las hojas, las flores, el agua y todos los fenómenos del entorno desde muy cerca, como si sintiéramos el tacto con el que Helen Keller los reconocía. No tenemos planos generales tan amplios como para ubicarnos en su contexto, pero sí lo suficiente como para reconocer las figuras que tenemos delante: una flor, las hojas de una rama, unas gotas de rocío o un pez dorado escapándose de la corriente de un arroyo. Poco a poco, cada vez nos sentimos más cerca de los paseos de Keller y nos alejamos de las primeras ideas, llenas de prejuicios, en las que nos puede extrañar que a una persona que no puede ver ni oír le atraiga pasear por la naturaleza. Olvidamos que el tacto o el olfato, al estar en primer plano, pueden tener un papel mucho más relevante y pueden hacer experimentar sensaciones aún más vívidas y, desde luego, diferentes, que además sirven para asentar maneras distintas de aprehender el mundo y reflexionar sobre él. Al fin y al cabo, el procesamiento de estímulos es limitado para todos, y los sentidos que muchos inevitablemente minoramos debido a la presencia dominante de la vista y el oído, personas como Helen Keller elevan a una hipersensibilidad que suple y enriquece por otras vías.

Pero, probablemente, el mayor impacto en el espectador, el mayor calado emocional e intelectual llega en los fragmentos de largos textos sobre la pantalla en negro, recurso inusual para una película que parece diseñada para ser leída, y que parece evocar la mente de Keller, el texto impreso en el papel mediante su máquina de escribir en un entorno total de oscuridad. Estos textos van marcando la identidad y la secuencia de la película, como una brújula que dirige el resto de materiales con una dirección clara. Esta brújula ideológica, por otro lado, va siguiendo un orden aproximadamente cronológico y relata tanto los problemas de Keller con la sociedad y las autoridades y sus adhesiones y rupturas con distintas organizaciones sindicales e izquierdistas, como las dudas y tribulaciones que la acompañaron en su vida o la honestidad con la que abordó su vida personal, en la que Ana Sullivan resultó especialmente importante.

La película, sin embargo, va más allá del personaje de Helen Keller y las luchas izquierdistas de la época. Gianvito nos remite a un presente que visualizamos en blanco y negro en esas imágenes del equipo de trabajo de la película durante la grabación de la narración por parte de la poeta y también activista de los Derechos Humanos Carolyn Forché. Ninguna elección es casual. Y ese presente está vinculado con la película a través de la vigencia del legado intelectual de Helen Keller, pero también mediante el ejercicio que plantea de recuperación de la memoria histórica.

Gianvito evidencia el caso del borrado de las huellas de la obra de Helen Keller como paradigmático y nos invita a pensar en todo aquello que los discursos hegemónicos han sepultado y resignificado. Desde el quemado de sus libros en la Alemania nazi hasta el extraño incendio ocurrido en la oficina de su fundación en Nueva York. Azar, voluntad o conspiración, la mayor parte del material sobre la vida y obra de Helen Keller se ha perdido. Incluso ella misma perdió manuscritos que tuvo que volver a empezar a escribir, adquiriendo, eso sí, nuevas dimensiones, como le ocurrió con la biografía que dedicó a Ana Sullivan, de cuya pérdida se alegró por considerar que, cuando la había empezado, todavía no estaba preparada para abordarla y hacerle la necesaria justicia a su figura.

La película puede ser cuestionada en algunos momentos en los que Gianvito parece justificarse a sí mismo o ser demasiado explícito, como ese fragmento en el que Noam Chomsky explica algunas claves de la deriva de las políticas izquierdistas de la segunda mitad del siglo XX, o cuando introduce una canción protesta en clave punk como fondo musical de textos de Keller en la parte central de la obra, como si se tratara de un punto de inflexión. Sin embargo, a diferencia Profit Motive and the Whisperind Wind, donde la mirada del cineasta, firme y clara, estaba presente a través de la selección, articulación y montaje de las imágenes, Her Socialist Smile es una obra en la que la voz del narrador se plantea explícita y militante desde el primer momento, y en ese sentido estas decisiones parecen coherentes con una composición heterogénea, en la que el juego con materiales diversos y la mezcla de voces (la voz del narrador a través de Carolyn Forché y la voz de Helen Keller) articulan una mirada contrapuesta a lo hegemónico.

Mediante este dispositivo, Her Socialist Smile prolonga el trabajo de reconstrucción histórica que Gianvito llevó a cabo en Profit Motive and the Whisperind Wind y llama a la fusión de dos ideas fundamentales que no siempre aparecen unidas: el rigor histórico y la recuperación de hechos e ideas borrados por la implacable alianza de tiempo y hegemonía. Todo eso desde un posicionamiento claro y sincero, mediante un corazón vigoroso que hace girar la flecha del tiempo desde el siglo XXI hasta la época de Helen Keller. Alianzas a través de las décadas, inspiraciones a las que se puede llegar con los ojos cerrados, a través de una palabra que no necesita pronunciarse en voz alta. Basta comunicarse por cualquier medio posible. Cualquier forma puede llegar a ser bella.

 

© Faustino Sánchez García, enero 2020

(1) La novela Aire de Dylan, de Enrique Vila-Matas, utiliza las dudas sobre la autoría de esta frase como leitmotiv de la obra.