Gente en sitios

Soltarse del palo

 

Resulta difícil mirarle a la cara a este país y no ver un conjunto cuarteado en mil fragmentos aparentemente inconexos. O, al menos, esa es la visión que nos devuelve Gente en sitios, una imagen que nos resulta, en idéntica medida y a la vez, familiar y extraña. El último filme de Juan Cavestany funciona como un espejo caleidoscópico de nuestro presente donde todo hijo de vecino podrá identificar algunas experiencias, estados e intercambios propios o acontecidos en su entorno más inmediato.

GES-handmadeLa cinta arranca con el plano de una handycam grabando un papel sobre el que está escrito: “Hecho a mano”. El autor nos descubre literalmente en esos primeros segundos la factura guerrillera de la cinta (como ocurría, también, en sus dos largos precedentes), confeccionada al margen de los estándares industriales, y avanzando que su aspecto formal y estético no será el comúnmente esperado de una película. Acto seguido, asistimos a una secuencia localizada en un restaurante donde una pareja efectúa su comanda al camarero. En este primer sketch o microrrelato —estructura narrativa que adopta el filme—, tras el que se sucederán otros tantos, quedarán anticipados varios motivos temáticos reincidentes, así como varias claves de su funcionamiento. Por un lado, en Gente en sitios nada tendrá por qué ser lo que parece o, mejor dicho, no cabrá esperar lo que convencionalmente cabría esperar (de tal modo, por ejemplo, en ella los ladrones limpian, los agentes inmobiliarios se fugan o los camareros escriben ad eternum).

Por otro lado, pese a ilustrar aparentemente situaciones cotidianas, algo extraño  acaba colándose tarde o temprano en ellas, bien sea a través de una alteración del espacio, de una acción que se repite, de una reacción inesperada o excéntrica que dinamita los convencionalismos en un contexto determinado… Así lo ordinario se convierte en sorprendente. A la par, o en consecuencia, se generarán interferencias o bloqueos comunicativos entre humanos y la atmósfera en cada compartimento se irá enrareciendo hasta sobrevolarnos durante todo el metraje una constante sensación de amenaza y sospecha. Por esa ruptura intencionada de las expectativas de la audiencia vendrá también a filtrarse el discurso crítico del filme, muy vinculado a la crisis socioeconómica y de valores en que habitamos, y desde ahí el autor tratará de sacudirnos en la medida de sus posibilidades. No obstante, nosotros tendremos que completar los apartados, combinarlos y leer entre líneas.

De manera distinta, pero generando también una lectura poco acomodaticia sobre el estado de las cosas y abrazando este modo de hacer con los mínimos medios, Recoletos (Arriba y abajo) (2012) de Pablo Llorca podría venir a formar junto a Gente en sitios una estimulante dupla con vocación para zarandear las conciencias somnolientas y donde queda expuesta la inoperancia actual, o la necesidad de actualización, de ciertas instituciones clásicas que servían de armazón general, desde la familia al matrimonio tradicionalmente entendidos pasando por los también llamados derechos a vivienda y trabajo.

Gente en sitios funciona como una película-compendio a varios niveles, no solo por cómo amalgama la vida ordinaria en espacios privados, públicos, sociales o familiares a lo largo de una acumulación de fragmentos que acaban volviéndose extraordinarios, sino también por cómo pone en escena un salto constante entre géneros cinematográficos. Con desparpajo y sin temor al ridículo, se sucederán drama, comedia, suspense, terror, fantástico… y el director de El señor irá hibridando a su vez tonos e intenciones (humor negro, absurdo, surrealismo, retrato social, costumbrismo, crítica del sistema…) y en un parpadeo uno podrá activar adjetivos que podrían ir de lo kafkiano a lo polanskiano o lyncheano.Gente-en-sitios-PANORÁMICA

El modo de conectar, al menos desde un punto de vista perceptivo y racional, dos elementos aparentemente desconectados, desvinculados, es el de exponerlos juntos en un mismo marco. De esa suma, cruce o choque surge un tercer elemento que quizá nos revele algo nuevo. En el caso de Gente en sitios, la adición entre sus partes nos ofrece en clave cómica una radiografía severa y aguda de los males que laten en nuestro presente, como individuos y sociedad, y aventura, de modo más o menos explícito, hiperbólico, clarividente o metafórico hasta dónde podríamos llegar si, siguiendo esa famosa adaptación biológica humana, nos  acostumbramos a lo que nos echen para quedarnos como se supone que estamos, sintiéndonos como extraterrestres en el planeta Tierra o en el país España.

 

 

© Covadonga G. Lahera, noviembre 2013