El señor

The last (funny) man on earth

 

Because something is happening here
But you don’t know what it is
Do you, Mister Jones?

Ballad of a Thin Man”, Bob Dylan

En Los límites del control (The Limits of Control, 2009), Jim Jarmusch proponía una película de espionaje sin trama, en la que Isaach de Bankolé paseaba y dormía en distintas ciudades, intercambiando cajas de cerillas y manteniendo conversaciones rituales con varios personajes. En los créditos del film, a De Bankolé se le llamaba “lone man”. La misma expresión sería válida para el Señor al que da vida el actor Luis Bermejo en el último mediometraje de Juan Cavestany. Que se titula, y valga la redundancia, El señor*. El personaje interpretado por Bermejo es también un solitario, ávido de aventura y descubrimiento, aunque como les ocurría a los parias de Dispongo de barcos (2011), la anterior película de Cavestany, la acción de verdad, la montaña rusa, está en gran parte dentro de su cabeza. Ello no quiere decir que el Señor no pueda subir a montañas rusas reales, cosa que, de hecho, hace durante el film. Pero no le basta con el mero hecho de subir a la atracción. Tiene que forzarse a reír. Es lo que procede en esas situaciones.

Hay algo que engancha en el sustrato de paisajes de extrarradio —que no por ser de extrarradio nos escatiman cielos hermosos al atardecer o un puente de esos que permite quedarse embobado viendo conducir al resto del mundo, entre otras postales urbanas— por las que deambula el héroe del film de Cavestany. No puedo decir si se trata de una reacción química o meramente cinética. Quizá nos hallamos ante un simple caso de empatía. El señor podría definirse como una comedia sobre la ausencia de comedia o, más exactamente, una comedia contra la ausencia de comedia. Contra la tan cacareada gravedad de los tiempos que corren. También podríamos verla como un puñetazo en la boca o una piel de plátano en la acera puesta ahí para que tropiece el cine español de las subvenciones y los grandes fastos. No es que esa sea la intención de Juan Cavestany, pero es cuanto menos curioso que dos de mis películas españolas favoritas en lo que va de año se hayan financiado al margen del sistema: una es Diamond Flash (Carlos Vermut, 2011) y la otra es la que nos ocupa, El señor, una comedia que termina afirmando la posibilidad de una isla, de dos círculos que podrían solaparse. La posibilidad del amor. También es una película apocalíptica. Puede ser una marcianada más literal que metafórica. ¿Quién nos dice que eso que vemos, esa gente, esas calles, esos establecimientos desiertos en los que trabaja el Señor, pertenecen a nuestra realidad? Hay un peluquero que, en un momento dado, falta a su deber de cortar el pelo y, luego, cada vez que se encuentra con el protagonista, le mira con extrañeza y se encoge de hombros. Pero lo hace de una forma tan rara que a mí a lo que me recuerda es a La invasión de los ultracuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1978) de Philip Kaufman, al grito aterrador que pegan los extraterrestres cuando avistan a un ser humano…

Sigo sin haberme molestado en ver The Office (2001-2003), la original, la de Ricky Gervais. Pero nunca dejo de recomendar el remake americano ni de decirle a la gente, sin rubor alguno, que es mejor que la original. Steve Carell es uno de esos actores cuya sola presencia en pantalla me hace reír. No puedo hacer otra cosa. Es carismático por naturaleza. El señor es otra cosa, pero desde luego Luis Bermejo también crea dependencia. Formado como clown, logra erigirse en algo así como el último nombre a colocar en una hipotética lista de actores de comedia física que empezaría con Chaplin y Buster Keaton. El último hombre gracioso. Pagaría por un minuto de su absurda vida en YouTube, cada día. “It’s good knowing he’s out there”, como dice en off Sam Shepard, refiriéndose a el Nota, al final de El gran Lebowski (The Big Lebowski, Joel Coen, 1998). Es bueno saber que sigue vivo en algún lugar, intentando pasárselo bien. Y que hay cineastas por ahí que se toman muy en serio el hecho de que nada de todo esto que está ocurriendo ahí fuera sea realmente serio.

 

*Abonando 3 euros, El señor se podía descargar aquí.

 

© Toni Junyent