Entrevista a Juan Cavestany
A propósito de Gente en sitios
Es el momento de crear, de seguir una intuición, una idea, de hacerlo por necesidad y, por el camino, hallar el porqué; hallarlo de forma natural, porque así ocurre, porque así ha de ocurrir, porque ello conlleva impregnar de la más absoluta sinceridad aquello a lo que uno le acabará dando forma, forma de uno mismo y de algo más, de algo que nos atañe a todos y a la vez es único.
Pero todo lo anterior no ha de ser el objetivo y, sin tenerlo en perspectiva, de esa primera idea es de la que parte Gente en sitios. Nace de la ausencia de compromisos y, por lo tanto, de la libertad absoluta. Y de ahí un modelo de producción distinto al del oficio y cercano al que genera afición, afición que trasciende el oficio muchas veces.
Sin embargo, Juan Cavestany no es un aficionado, aunque su naturaleza tampoco se corresponde del todo con la del director de oficio. Juan Cavestany es él mismo y lo que le place, le preocupa, le pica o considera. Y lleva siendo así, sin ningún tipo de condicionante, desde que lo hace todo a mano. “Hecho a mano” es el sello con el que encabeza Dispongo de barcos (2011), El señor (2012) y Gente en sitios (2013), tres películas que abordan sus ideas y dejan que crezcan al margen de toda la artillería cinematográfica que las puede llegar a menguar.
Gente en sitios es una película de sketches, aunque considerarla solo como tal es obviar la unidad que todos ellos conforman y dos o tres momentos que le añaden una pátina de intenciones confesadas. Todos los personajes-tipo que habitan el filme son modelos a los que vincularnos por proximidad, para pasar junto a ellos momentos de inquietud, estupefacción, incertidumbre, ridículo y muchas otras cosas que se encuentran bien lejos de lo digno o gratificante a título personal. Y es por ello que está servido con un humor irónico, entretenido, absurdo y descarado, ya que ese es el mejor canal para exorcizar lo que a uno mismo le acompleja, de uno mismo o de todos, como sociedad de personas. En este caso el tono empleado funcionará a veces o no, según la sensibilidad y humor propios del espectador, pero a Cavestany no se le podrá criticar por no haber sido consecuente con su personal propuesta a lo largo de todo el metraje.
Durante la charla en vídeo que acompaña este escrito, fui dándome cuenta de que si tuviera que aplicar un rigor crítico a la hora de escribir una reseña para este filme, me resultaría complicado. Porque se trata de algo más pueril que todo eso, algo que además aúna voluntad reflexiva y ejercicio lúdico. Todo empezó por querer crear sin ataduras. Crear una película que ha sido tal cual se quería, sin recursos cinematográficos que puedan entrar en disonancia, sin propósito comercial a priori, con unas interpretaciones que sirven de sobra al tono escogido y unas intenciones autorales que, tengan más o menos fuerza según el parecer de cada uno, ahí están. En todo caso, la única manera de hacerle justicia al filme es reírse de uno mismo tres o cuatro veces al día. ¡Ah! y sabiendo el porqué.
© Manel Bocero Vallejo, octubre 2013
* Esta entrevista fue publicada íntegramente en Movistar Imagenio junto a la crónica correspondiente.