Foco Camilo Restrepo y L’Abominable en OUFF y CGAI

La luna mentirosa sale cuando el sol declina

 

“Hay pues países sin lugar alguno e historias sin cronología”
Michel Foucault

 

Conocí a Camilo Restrepo hace ahora justo un año, en el festival Curtocircuíto de Santiago de Compostela, donde presentaba La impresión de una guerra (2015). A mí me había fascinado su película; me parecía que, por fin, un film realizado hoy en 16 mm no utilizaba el formato con fines estéticos o nostálgicos. El soporte aquí era militante, y el grano de la película tenía que ver con una búsqueda de la verdad en la imagen, en forma de tinta o de píxel.

Retrato del cineasta Camilo Restrepo

Retrato del cineasta Camilo Restrepo

Resultó que nos sentamos juntos en una comida y comenzamos a hablar de la posibilidad de hacer un programa con esta y con sus otras películas. Su cercanía y su entusiasmo hicieron que en poco más de un mes estuviéramos trabajando codo con codo para armar un ciclo que completaríamos con algunos films de sus compañeros de L’Abominable, el laboratorio de cineastas al que pertenece; una cooperativa que ha recuperado el material de los viejos laboratorios franceses, y que se erige hoy como uno de los últimos reductos del celuloide en Francia.

El programa (o diálogo) arrancó durante el renovado Festival de Ourense (OUFF 2016) y de allí pasó al CGAI, nuestra filmoteca en Galicia.

Sesión 1: Imágenes en Conflicto

Parties visibles et invisibles d’un ensemble sous tension – Emmanuel Lefrant, 2009, 16mm, 7′, Color
Tropic Pocket – Camilo Restrepo, 2012, 16mm, 11′ Color/BN
La impresión de una guerra – Camilo Restrepo, 2015, 16mm, 26′ Color
Septième Fraction – Guillaume Mazloum, 2015, 16mm, 7′, BN

Sesión 2: Espacios Otros

Cómo crece la sombra cuando el sol declina – Camilo Restrepo, 2014, 16mm, 11′, BN
Planches, Clous, Marteaux – Jérémy Gravayat, 2015, Súper 8/16mm, 13′, BN
Nueva Vida – Kiro Russo, 2015, 16mm,15′, Color
Cilaos – Camilo Restrepo, 2016, 16mm, 11′, Color

***

Camilo Restrepo lleva diecisiete años viviendo fuera de Colombia. Desde Europa, su idea del país, sumido en la violencia, empezó a desvirtuarse en el magma de imágenes fragmentarias que en diversos formatos llegaban desde el otro lado del mar. Su cine nació entonces de la necesidad de comprender su tierra natal. La sospecha de que ninguna imagen puede ser objetiva, y de que cada imagen debe ser interpretada, nos llevó a titular la primera sesión de proyecciones como ‘Imágenes en conflicto’.

Tropic Pocket se adentra en la región del Chocó, en una zona conocida como El Tapón del Darién, cuya geografía imposible había impedido la construcción de la carretera panamericana que debía unir el norte y el sur del continente. A esa selva confusa se fue Camilo con su primera cámara de Súper 8 en busca de una suerte de imagen primigenia o de image manquante, creyendo que tal vez nadie hubiese llegado allí todavía para documentar el lugar. Camilo no había sido ni mucho menos el primero, y pronto se encontró con un vasto archivo de imágenes, todas absolutamente tendenciosas. Con ellas creó entonces un “paisaje compuesto” al que añadió sus propias filmaciones. El montaje combina la publicidad imperialista de un Chevrolet capaz de atravesar el Darién con un film de misioneros titulado La isla de los deseos, pasando por grabaciones hechas con el móvil por los guerrilleros y por los militares, donde cada bando representa una visión de la guerra.

Con todo esto asimilado, Camilo regresó a Colombia años después dispuesto a construir un ensayo capaz de interpretar ese caos de imágenes. La impresión de una guerra trata de rastrear las distintas verdades sobre el conflicto armado a través de los periódicos que son descartados por errores de impresión y destinados a envolver la fruta; cada huella es una mirada posible, “una verdad alterada, por supuesto, pero tal vez elocuente”, advierte su voz lacónica. La tinta es el hilo conductor de una metáfora sobre la representación de la guerra; emborronada, desvaída o saturada sugiere que el conflicto es algo lejano en el tiempo, fuera de contexto. El mensaje aparece en la prensa, pero también en la piel tatuada o en los taxis amarillos de la flota de Pablo Escobar.

Izda: Erosión positiva y negativa en Parties visible et invisible d'un ensemble sous tension, de Emmanuel Lefrant Dcha: Píxeles vibrantes en La impresión de una guerra, de Camilo Restrepo

Izquierda: Erosión positiva y negativa en Parties visible et invisible d’un ensemble sous tension / Derecha: Píxeles vibrantes en La impresión de una guerra

Decidimos situar ambos films en medio de dos obras más abstractas que abrían y cerraban la sesión como prólogo y epílogo: Parties visible et invisible d’un ensemble sous tension y Septième Fraction.

La de Emmauel Lefrant es una película telúrica y vibrante, realizada con cuatro metrajes distintos que elaboran un “paisaje en fusión”. En algún lugar de África, Lefrant filmó un árbol y unas montañas. Allí mismo enterró un rollo de película virgen para someterlo a la erosión, de modo que cada marca y cada curva revelasen el paso del tiempo sobre el celuloide. Con esos dos rollos y sus respectivos negativos, se crea una película relámpago, donde una imagen árida y rocosa va descubriendo poco a poco un territorio en el que lo “invisible emerge en lo visible y viceversa”.

La de Guillaume Mazloum es la última parte de un film de siete episodios donde el autor pone en escena citas filosóficas o políticas. Esta Septième Fraction filma una luna que se duplica, triplica y cuadriplica a través del montaje en cámara para ilustrar una frase de Walter Benjamin que dice: “¡Cuánto no habrá sido enterrado y sacrificado bajo fórmulas mágicas!”. Enterrado como la película de Lefrant; enterrado como la verdad en las imágenes de Camilo Restrepo. Un coche avanza a ciegas por una carretera iluminada por cuatro lunas; una vía sin desvíos, dice Benjamin en Sens Unique (1928).

Izda: La mezcla de tintas triplica las siluetas de los soldados en La impresión de una guerra. Dcha: La luna, filmada cuatro veces y montada en cámara en Septième Fraction, de Guillaume Mazloum.

Izquierda: La mezcla de tintas triplica las siluetas de los soldados en La impresión de una guerra / Derecha: La luna, filmada cuatro veces y montada en cámara en Septième Fraction

 

Espacios Otros

Titulamos la segunda sesión ‘Espacios Otros’, una de las formas con las que Michel Foucault se refiere a las heterotopías: esos espacios intermedios, espacios entre dos mundos, contra-espacios, espacios fuera de lugar o sin lugar. El tiempo, en estas películas, parece que no avanza, que está suspendido o atrapado en un bucle.

Cómo crece la sombra cuando el sol declina es el segundo trabajo de Camilo Restrepo, una obra muy bella que se detiene en una serie de rutinas circulares en los márgenes de las calles de Medellín: malabaristas, mecánicos, soldadores, chatarreros… profesiones con un ritmo distinto al de la ciudad colombiana que el montaje pone en relación como un haiku. El tiempo no para pero las acciones se repiten sin fin.

De aquí pasamos a Planches, Clous, Marteaux, título que marca el compás de un proceso igualmente circular. Este film de Jéremy Gravayat forma parte de un proyecto para crear un archivo de memoria de La Courneuve, el mismo municipio francés donde se encuentra L’Abominable, que ha sido escenario de numerosos derribos y desahucios para ampliar la autovía o para construir viviendas de protección oficial. Sus pobladores son ciudadanos desarraigados, expulsados con frecuencia de un hogar improvisado. Tomando esa falta de contexto como punto de partida, Gravayat elabora un film de found footage mezclando imágenes propias con imágenes de otras épocas, sin especificar en cada momento su procedencia, creando un mosaico de diversidad que avanza con los pies descalzos con la alegría de los gitanos que bailan junto al fuego.

Cómo crece la sombra cuando el sol declina (Camilo Restrepo, 2014), Planches, Clous, Marteaux (Jérémy Gravayat, 2015)

Izquierda: Cómo crece la sombra cuando el sol declina (Camilo Restrepo, 2014) / Derecha: Planches, Clous, Marteaux (Jérémy Gravayat, 2015)

Nueva vida, de Kiro Russo, se asoma a una ventana atrapada en la jungla de hormigón de Buenos Aires. Un encuadre pictórico observa desde una distancia que se va acortando cada vez más, la vida de una pareja de bolivianos que acaba de tener un bebé. El film se hace con lo que no se ve, más que con lo que se ve. Las salidas a la azotea son pequeñas tomas de oxígeno para los inquilinos de ese apartamento que intuimos claustrofóbico como el cemento que lo envuelve. Pero la cámara se acerca siempre más, hasta eliminar todos los marcos y convertir el encuadre en una pintura. El interior y el exterior se mezclan en uno de los múltiples espacios excluidos de la gran ciudad; la imagen es una estampa sin profundidad, a pesar de las distintas alturas que crecen alrededor de ese rincón lleno de vida.

El programa termina con Cilaos, el último y fascinante trabajo de Camilo Restrepo, tan misterioso que no debo desgranarlo demasiado. Estamos en el inframundo de París, donde los exiliados de la isla Reunión se reúnen para cantar los ritmos maloyas que invocan a sus muertos y maldicen sus cuentas pendientes con el pasado colonial. En ese trance, los personajes, liderados por la cantante Christine Salem, vuelven a Cilaos, pueblo de cimarrones “del que nunca sales” -el único espacio de libertad para el esclavo que ha huido de los colonos, pero donde morirá sin escapatoria posible.

cilaos-planches-clous-marteaux

Izquierda: La música atávica en Cilaos / Derecha: La danza de los gitanos en Planches, Clous, Marteaux

En la sala de cine, paradigma de la heterotopía, espacio otro en el que entramos en el tiempo de las imágenes mientras el mundo afuera se detiene, las películas brillaron con fuerza. El diálogo, que por momentos temimos muy subjetivo, funcionó con magia y reveló para Camilo nuevas lecturas de su trabajo en relación con el de sus compañeros. Fueron días memorables.

 

© Andrea Franco, noviembre 2016