Concierto solicitado

Evasión nacionalsocialista con fantasmas implícitos

 

¿Qué implica visionar ficciones de propaganda nazi? La Fundación Murnau, dedicada a la preservación del patrimonio audiovisual alemán, dicta unas condiciones restrictivas de difusión para este tipo de materiales. Y eso acaba de inyectar en el espectador un cierto sentido de la responsabilidad: ser depositario de un secreto vergonzoso y terrible. Con su ciclo El cine de propaganda nazi, celebrado en enero de 2013, la Filmoteca de Cataluña proyectó de manera limitada y contextualizada incluso filmes tan abyectos como El judío Suss (Jud Süß, Veit Harlan, 1940): intento de justificación del antisemitismo, apelaba a autoridades religiosas, antiguos textos legislativos y viejos odios populares.

La infame película de Harlan imposibilitaba cualquier distanciamiento: su apología de la segregación y los crímenes xenófobos era demasiado estridente como para ser obviada. En cambio, el público podía bajar la guardia ante Concierto solicitado (Wunschkonzert, Eduard von Borsody, 1940), sus números musicales, sus historias de amor y sus contrapuntos humorísticos. Y podía olvidar, por unos momentos, que estaba contemplando un proyecto auspiciado por el brazo comunicativo de un estado totalitario, supremacista y genocida. El mismísimo Joseph Goebbels habría participado en la redacción de diálogos.

Concierto-solicitado-3

Escenificando la unidad

Superficialmente, Concierto solicitado no se aleja demasiado de los códigos del archiconocido Hollywood en guerra. De aquel audiovisual que, en 1940, apenas había sido esbozado en tentativas que anticipaban la deriva belicista posterior al ataque a Pearl Harbor. La película explica el dificultoso noviazgo, aplazado por casualidades y confusiones diversas, entre un militar y la chica que espera su regreso del combate. Esta historia se ramifica en otras, a la búsqueda de una cierta coralidad. El generoso uso de la música y de espectáculos escénicos evidencia que se aspiraba a conseguir una especie de entretenimiento total… que fricciona con los pasajes más claramente propagandísticos. Como unos primeros minutos en los que se loan los Juegos Olímpicos de Berlín usando material de archivo (incluídas algunas imágenes de la Olympia [1936] de Leni Riefenstahl). Los responsables no se conformaron con una exaltación patriótica abstracta, sino que personalizaron el esfuerzo organizativo en la figura de Adolf Hitler.

Este llamativo inicio, donde los peajes de la publicidad personalista interfieren en el desarrollo narrativo, es la primera cicatriz en el desarrollo de las historias. Tampoco acaba de encajar un tramo final lastrado por la abundancia de actuaciones musicales. En el grueso de la obra, más convencional, se desarrolla el romance ya mencionado, complementado por escenas de otras vidas civiles y militares. Es esa parte la que podría funcionar como ficción políticamente descontextualizada. Pero aún así se puede percibir una saturación de signos que, sin ser explícitamente propagandísticos, sí buscan la inmersión ideológica de la audiencia. Como el programa radiofónico que inspiró el filme, Concierto solicitado pretendía estrechar los lazos entre la retaguardia y el frente de la Gran Alemania nazi: representar una sociedad que, aun en la distancia, prácticamente respira al unísono.

Concierto-solicitado-2

Si el Hollywood en guerra explicaba historias de individuos que abrazaban una causa común, Concierto solicitado desborda ese planteamiento para visualizar una fascista unidad de destino en lo universal. Escenifica un nacionalismo totalitario, idealizado pero asfixiante, que se presenta como superador de la lucha de clases y del parlamentarismo. Los autores muestran una sociedad jerarquizada pero estrechamente unida, sin conflictos, donde cada grupo humano cumple su papel disciplinadamente. Donde caben, y en esto los autores son muy cuidadosos, personajes de diferentes orígenes geográficos o circunstancias socioeconómicas. Donde el arte popular convive con la alta cultura… siempre que su origen y enfoque se considere adecuado.

Pero esa engañosa inclusividad tiene límites evidentes. No solo en la realidad hitleriana de segregación por múltiples motivos de creencia, conducta o enfermedad: también en este espejo de celuloide se producen clamorosas ausencias, parciales o totales. Puede haber drama y comedia, canciones y lucha, pero en el frente predomina la humorada entre soldados ociosos en la trinchera. Escasea el peligro de muerte inminente, la amenaza letal, aunque se incluya la inevitable cuota de comportamiento heroico, sacrificio desinteresado y duelo materno por el hijo caído. Los responsables parecen decir al público del momento que, aunque sea improbable, deben estar preparados para perder a seres queridos por el bien de la comunidad nacionalsocialista, la Volksgemeinschaft. Porque ni siquiera se vislumbra un horizonte de paz. De alguna manera, se cotidianiza una alerta bélica permanente en la que se tolera algún momento de añoranza y emotividad.

 

Fantasmas fuera del cuadro

Si la muerte en combate se representa como infrecuente, la ausencia del otro es total. El filme proyecta un germanocentrismo desatado que en parte lo hace más fácilmente aceptable. No se animaliza al adversario, como en Objetivo: Birmania (Objective Burma!, Raoul Walsh, 1943) o Destino Tokio (Destination Tokyo, Delmer Daves, 1943), pero únicamente porque este no aparece, porque se excluye de la representación a todo enemigo interior o exterior. Concierto solicitado incluye escenas en una escalera de vecinos, y si esta pretendía simbolizar la Alemania en guerra, en ella no hay disidentes ni individuos que dudan. Solo la habitan hombres determinados a cumplir su deber, y mujeres pacientes. No existe el judío, desplazado, segregado y a la espera de la Solución Final, porque este no aparece en el cuadro. No existe el prisionero político alemán, ni los ejércitos enemigos, los pueblos ocupados y su resistencia: existe el Reich, su sociedad y su lucha. Una guerra en la que la Alemania aria, en pleno delirio supremacista, parece combatir exclusivamente contra sí misma.

Concierto-solicitado-1

A juzgar por algunos comentarios pronunciados en el coloquio subsiguiente a la proyección, las sutilezas de este caramelo envenenado, sus inquietantes fuera de campo, pasaron demasiado inadvertidos. Quizás todos estamos demasiado acostumbrados a legitimaciones fílmicas de la guerra como Boinas verdes (The Green Berets; Ray Kellogg, John Wayne; 1968), Rambo III (Peter MacDonald, 1988) o tantas otras. Perdidos en referencias de cartel publicitario (del director de, de los productores de), algunos cinéfilos parecieron no percatarse de que la exclusión de colectivos humanos en la obra tenía algo que ver con su segregación y eliminación físicas. Que estas ausencias desbordaban otras políticas de representación filototalitarias, como la explicitada en el estadounidense Código Hays de autocensura. Que de alguna manera se convertían en signos cinematográficos del totalitarismo nazi materializado en los campos de concentración o exterminio.

Los ausentes, los que no aparecen en los planos de Concierto solicitado, eran los que primero fueron estigmatizados y posteriormente desaparecieron de la vista pública. En los guetos, en Auschwitz o en Buchenwald, eran identificados con estrellas de David, con triángulos rojos, púrpuras, verdes, marrones… Evidentemente, en 1940 también sonaba la música en Berlín, o incluso en el París ocupado que describió Alan Riding en su libro Y siguió la fiesta (And The Show Went On: Cultural Life in Nazi-Occupied Paris, 2007). Pero permítanme que no me una al baile, por mucho tiempo que haya transcurrido desde la caída del III Reich.

 

© Ignasi Franch, febrero 2014