La bocca del lupo

Hombres y sombras de nuestro tiempo

 

“Los nuevos moradores de la caverna no son pescadores ni colonos, son hombres que transmigran. No conocemos sus historias. Sabemos que han elegido -que han encontrado- este lugar y no otro para refugiarse. Al lado de una calle que se convierte en ciudad, a la sombra de aquellos que reposan y velan, como antiguas figuras que, entre otras miles, llenan los lugares de nuestro recuerdo y de nuestra vaga memoria. Quizás es del mar de donde provienen. Como náufragos abandonados, aquí están sus cuerpos en el umbral de nuestra aventura” (1).

 
I. Construida a partir de múltiples ideas y materiales para contar una doble historia de amor (la de una pareja, la del director hacia la ciudad) La bocca del lupo (Pietro Marcello, 2009) es una pieza apasionante, un filme abierto sobre su propio proceso de creación que encuentra su voz definitiva en un montaje repleto de ensayos formales y narrativos. Un ejemplo de cine vivo, único y original que no obedece a patrones preestablecidos y demuestra que todavía hay muchas formas de contar una historia y de acercarse a la Historia. La película nació como un encargo de la Fundación San Marcellino de Génova a través de la cual los jesuitas ofrecen ayuda a los habitantes más marginales de esta ciudad italiana. Tras ver el anterior trabajo de Pietro Marcello, El passaggio della línea (2007), pidieron al director que realizase un documental cuyo objeto no debía ser la labor de la institución en sí, sino las gentes y el lugar sobre los que esta enfoca su ayuda humanitaria. Marcello, napolitano cuyos únicos recuerdos de Génova provenían de los relatos de su padre (un marino al que, a menudo, le tocó embarcarse en esa ciudad cuando su puerto era todavía el más importante de Italia), se trasladó al centro histórico para comenzar a preparar el filme. Un día conoció casualmente a Enzo que rápidamente entabló conversación con él y le enseñó sus heridas de bala. Marcello, impresionado por su rostro y su presencia, supo que se encontraba frente al protagonista de su película.

La bocca del lupo no tarda en revelarse como un filme que recoge la bellísima historia de amor entre Enzo y Mary. Él, un siciliano de figura viril e imponente, de fisonomía adusta, de gesto recio, capaz de decir: “La legge me la faccio io” y hacer que el plano tiemble como si Clint Eastwood se hubiese colado en un documental sobre las calles de Génova. Ella, un transexual de una feminidad dulce, reservada y maternal; su timidez, sin embargo, no puede ocultar que nos encontramos ante una narradora aguda y perspicaz que sabe expresarse apuntando al corazón, con palabras justas y detalles precisos. No en vano el director recurrirá a la voz de ella para presentarnos a Enzo. Mientras él llena el plano con su presencia totémica, recogida en severos encuadres, o se desplaza elegantemente ante la cámara, redescubriendo una Génova nueva, la voz de Mary sirve de contrapunto a su figura y su relato fragmentado nos adentra en los orígenes humildes de Enzo, en una niñez marcada por la pobreza y la delincuencia, en los años de cárcel o en las dificultades para adaptarse al mundo tras la salida.

La bocca del lupo practica un atípico y singular abordaje de la relación entre esta pareja. Además de recurrir al relato de ella, Marcello reproduce en la banda de sonido de la película varias de las cartas grabadas que Enzo y Mary se enviaban mientras él permanecía en prisión. La intimidad de la que dan cuenta estas cartas nos llega de un modo intenso a la par que pudoroso: la imagen no funciona nunca como redundancia de lo que escuchamos y la figura de Mary solo aparecerá brevemente en algunas escenas sin que el espectador alcance a relacionarla con la voz que nos conduce por la película. Hasta el tramo final del filme: entonces somos testigos de una conmovedora entrevista, grabada en un plano frontal, donde Enzo y Mary se turnan para hablar de una relación que comenzó veinte años atrás, en la cárcel, cuando ella cumplía condena por posesión de estupefacientes y él por disparar a dos policías. Mary habla de su primer encuentro, del cortejo y del nacimiento del amor, del modo en que ambos sobrellevaron su relación mientras estaban presos, de la espera posterior, de la firmeza que Enzo le dio para superar su adicción a la heroína… Él la interrumpe solo para explicar cómo consiguió terminar con la violencia de los celadores que no la respetaban por ser un transexual. Y es así como, poco a poco, vamos descubriendo las raíces de este amor inagotable que se ha hecho fuerte y duradero permaneciendo unido ante las adversidades de la vida.

 

II. Pero Enzo no solo protagoniza esta atípica love story, sino que proporciona a Marcello el encaje con la otra historia que palpita bajo La bocca del lupo: la de Génova. De hecho, tras los títulos de crédito iniciales, el filme nos muestra a Enzo volviendo a casa tras un largo presidio, atravesando las vías del tren, escabulléndose entre enormes contenedores, internándose en las calles de una ciudad transformada por el paso del tiempo. Antes hemos asistido a una breve introducción que evoca uno de los gloriosos episodios históricos de una ciudad que, desde sus orígenes, estuvo unida a su mar y a su puerto. Sobre las imágenes de dos hombres que preparan un fuego a la orilla de un espigón, una voz en off lee un texto escrito por el propio director que nos sitúa en Quarto dei Mille, el barrio portuario genovés de cuyas playas partió, en 1860, la expedición encabezada por Garibaldi en pos de la unificación y la independencia de Italia.

Al tiempo que el filme realiza su particular recorrido por la historia de Enzo y Mary, también se adentra en las transformaciones sufridas por Génova durante el siglo XX. Mediante un exquisito trabajo de recopilación y montaje, a cargo de Sara Fgaier, el paisaje genovés actual es confrontado con las hermosísimas imágenes de archivo de la esplendorosa ciudad de principios de siglo. Grabaciones amateurs y profesionales, extraídas de colecciones familiares o de fondos oficiales, conforman un tapiz sobre las huellas fantasmales de una ciudad sumergida por el paso del tiempo. Hay, sin duda, un halo de nostalgia por un mundo desaparecido que no volverá pero, ante todo, lo que se advierte en este ejercicio es un lamento por la desconexión histórica de un presente amnésico que se construye sobre las ruinas de un pasado olvidado.

Enzo y Mary, la voz y la imagen, lo actual y lo pretérito, la música barroca de Buxtehude y las piezas ambientales de ERA, la narración y la experimentación, las luces y las sombras, el material de archivo y la filmación en 35 milímetros… En un filme como este, tan lleno de contrastes, la oscilación entre ambos extremos es la que marca su devenir. Lejos de toda complacencia la película se mueve libremente entre sus imágenes y sus tiempos, siguiendo sus impulsos, avanzando en un vaivén constante como el de las olas de ese mar omnipresente que baña la costa de Génova. En un momento del filme escuchamos una de las cartas grabadas que Enzo envía a Mary donde le confiesa que, gracias a ella, ha recuperado las ganas de vivir. La afirmación sirve a Marcello para enlazar con una serie de planos en los que se nos muestran los rótulos de varios locales de fiesta de la ciudad. En este fragmento, que bebe tanto del cine negro como del experimental, el director construye una microhistoria acerca del incidente que llevó al protagonista a prisión mediante unos pocos elementos conjugados con maestría: el relato del propio Enzo, sonidos de sirenas y disparos y un puñado de imágenes desordenadas del tráfico, la noche, la ciudad…

En una secuencia posterior L’eau a bouche de Serge Gaingsbourg, salida de la jukebox de un bar, da lugar a un improvisado baile entre el propietario del local y un cliente. Es una escena de reminiscencias cassavetianas que tiene lugar ante la mirada atenta del protagonista. Poco después un comentario de Mary acerca de la fotogenia de Enzo desencadena un montaje en el que se suceden una serie de planos de carteles cinematográficos. La música de un spaguetti western enlaza con un nuevo monólogo de Enzo sobre su condena. Estos son solo algunos ejemplos de un filme repleto de ellos. Y es así, con un ojo en el presente y otro en el pasado, como La bocca del lupo tiende puentes hacia el futuro.

 

III. Pero del mismo modo que hay filmes que enriquecen y transforman nuestra visión del cine también sucede, a veces, que determinados acontecimientos reactivan la percepción que tenemos de ciertas imágenes o las dotan de un poso indeleble. Mary Monaco, la compañera de Enzo, murió el pasado 3 de agosto del 2010. La pareja tenía un sueño que Marcello recoge en unos pocos planos: Enzo trabajando en su huerto, Mary observando el paisaje desde la puerta de su casita de campo, ambos calentándose frente al fuego junto a sus tres perros. ¿No se parecen estos planos a esas otras imágenes de archivo (que aparecen justo antes) en las que vemos a una mujer en un establo dando de comer a su caballo? ¿Es la historia de Enzo y Mary tan distinta de la de aquellos que, antiguamente, se embarcaban en el puerto de Génova rumbo a otras tierras en busca de un futuro mejor para sus familias?

Toda una vida de lucha en pos de un sueño que dura apenas lo que tardan en sucederse tres planos de la película. Quizás el mundo cambia más deprisa de lo que lo hacen los sueños, profundos y sencillos, de los hombres. La bocca del lupo también es un filme que nos habla de eso.

 

(1) Fragmento del texto, escrito por Pietro Marcello y leído por Franco Leo, con el que comienza el filme. La traducción es nuestra.

 

 © Cristina Álvarez López