SEFF 2021: ‘Ghost Song’, ‘Babi Yar. Context’ y ‘Vaca’

Un acercamiento a la realidad

El SEFF 2021 ya ha llegado a su fin y desde aquí comentamos otras tres películas esenciales para comprender un poco más el acercamiento a lo real, algo que ha estado patente en varios de los títulos del festival. Ghost Song (Nicolas Peduzzi, 2021), Babi Yar. Context (Sergei Loznitsa, 2021) y Vaca (Cow, Andrea Arnold, 2021) componen un tríptico de miradas que se complementan y desligan a la vez para indagar en la imagen del mundo tangible. Si bien es cierto que cada filme parte de postulados diferentes y que existen una serie de fugas que los autores manejan adecuándose a su forjado estilo, una cosa es clara: los tres proponen una reflexión de cara a la edición, a la indagación ante una imagen que parece no adulterada y que, sin duda, genera mucho debate.

«Ghost Dog»

Comenzando por la película de Peduzzi, Ghost Song, un film que retrata la esencia de la ciudad tejana de Houston, podremos empezar a hablar del registro de la cotidianidad y también de la importancia de las voces que se salen de ella. El dualismo de la película se centra en dos tipos de comunidades: la de raza blanca y la de raza negra, que comparten un lugar y unos problemas sin superarlos de la misma forma. Partiendo de un reclamo musical, donde el blues y el country chocan con el hiphop, Peduzzi transforma el panorama de Houston en una suerte de incesante y vertiginoso viaje a través de la América trash. Dos visiones de Houston se solapan bajo un cielo que anuncia tormenta de forma literal, un huracán que, al final de la película, pondrá las cosas en su sitio de una manera muy particular. Dentro de la interesantísima propuesta del cineasta francés (una de las más refrescantes de todo el festival), se da un subtexto donde la raza se hace distintiva para con el devenir de los acontecimientos. Mientras que la rapera OMB Bloodbath, expandillera en lucha contra la violencia en las calles, es acusada por influir negativamente en la juventud y censurada por ello, William, un joven blanco proveniente de una familia adinerada y enredado en las drogas, arremeterá contra su su tío ultraconservador quejándose de la mala vida que ha llevado.

Tanto William como otros personajes blancos tendrán una visión apocalíptica y pesimista sobre el estado de las cosas mientras que OMD Bloodbath y su crew harán grandes esfuerzos por salir del estereotipo. Todo ello mediante la música, que tiene un papel primordial en toda la cinta, y que encaja junto a fundidos, dobles exposiciones y cambios de formato para hacer de Ghost Song una total hibridación entre personas que el racismo ha separado, pero sobre las que llueve de igual forma. La decadencia se une al hiperrealismo de forma necesaria y audaz para llegar a comprender mejor el sur de los Estados Unidos y quizá regenerar una ciudad tras barrerla.

«Babi Yar. Context»

Algo que Sergei Loznitsa consigue también con Babi Yar. Context, donde continúa su exploración de material encontrado de la Segunda Guerra Mundial. El cineasta ruso-ucraniano regenera la Historia tras haberla barrido el silencio y la propaganda y lo hace de la manera en que acostumbra: poniendo en juego imágenes reales tomadas durante el suceso en cuestión (en este caso, la matanza del barranco de Babi Yar en Kiev, en la Ucrania soviética ocupada por los nazis) y montándolas de determinada forma… Justamente el hecho más interesante del cine de Loznitsa, el montaje, es en lo que hay que centrarse para criticarlo y no inclinarse por alabar su mano a la hora de tratar un material ya de por sí asombroso. Desde sus inicios, el autor ha tratado de encontrar la imagen de lo real y llegados a un punto casi nadie le cuestiona. En Babi Yar. Context, el found footage hace que nos preguntemos qué se ha incluido, por qué se ha montado así, por qué el mensaje antinazi de Loznitsa se unifica, de nuevo, con su anticomunismo. Aunque parece que aquí se suspenda su revisión del pasado de la URSS, lo cierto es que sigue muy patente; la película habla de cómo el Holocausto comenzó en Ucrania, aunando su nacionalismo (marcado, sobre todo, en sus películas de ficción) con la puja en alza que iguala el comunismo soviético con el nazismo. Una locura total a nivel materialista e histórico que no estaría de más ahondar en otro texto…

Sea como fuere, Babi Yar. Context se adhiere al orden cronológico, no sin introducir una serie de cartelas que funcionan como guía del espectador a través de los años o como sentencia del propio director a la masacre, que culmina con la escena de un juicio y la posterior ejecución de los acusados. Una imagen cuyo pulso para medir los tiempos es envidiable se manifiesta a través de las manos y los ojos de Loznitsa, que trata la imagen predecesora a nuestro tiempo con sumo cuidado dando lugar a una de las películas más importantes del festival que no debe caer en saco roto. Algo que también podemos decir de Vaca, el último filme de Andrea Arnold.

«Vaca»

En Vaca, el asombroso ejercicio de observación de una granja británica supone la creación de un romántico personaje: la vaca Luma a la que la directora se pega casi sin despegarse. En su exploración de lo real, Arnold crea una ficción a partir del día a día de los animales que nada tiene que envidiar a la construcción de personajes de American Honey (Andrea Arnold, 2016). Siguiendo la rutina y el viaje de Luma por las instalaciones de la granja o por el prado, ofrece una recreación casi mítica del mundo ganadero, al cual se acerca sin florituras. No hay bucolismo ni exageraciones en Vaca, que se desarrolla a partir de los primeros planos y con un movimiento casi perpetuo de la cámara; algo vivaz y también sincero que tiene en cuenta tanto la relación de los animales con el ser humano como la de este con el ganado. Arnold estudia la cadena de producción lechera de una manera totalmente nueva y resulta extremadamente destacable su uso del dispositivo durante la totalidad del metraje. Hay amor en su mirada y también consciencia, pues en ningún momento la realidad puede escapar de su objetivo. Como un paso adelante que parte de la escena de Star y el oso en American Honey, la idea baziniana de realismo cinematográfico llega a una especie de culmen. Lo vivo y lo presente se hacen inseparables de la caracterización y por ello Arnold no se aleja jamás de la verdad, mostrando siempre que se encuentra en un lugar destinado a la producción y no a una fantasía idealista, perversa o imposible.

 

© Borja Castillejo, noviembre de 2021