Reflexiones de Columbine en “Dr. Horrible’s Sing-Along Blog”

La imagen cons(c)iente

I.

La primera imagen que conforma este vídeoensayo es estremecedora. Consiste en un seguimiento: el que lleva a cabo Dylan Klebold con su cámara a Eric Harris, que se adentra con otro joven en la Columbine High School. Más allá de lo que pueda mostrar, es una imagen que vista en perspectiva invita a la reflexión, que se transforma, mágicamente, en consciente y que, por tanto, es portadora de un sentido. Consecuentemente, esta grabación también consiente que exista un proceso analítico.

Eric habla amistosamente con otro estudiante en los pasillos del instituto días antes de la masacre. Dylan, por detrás, está registrando su paseo cuando al fondo aparece un grupo. Mientras Eric y el otro estudiante no se percatan de su presencia y continúan hablando, Dylan sí lo hace. Deja de seguir torpemente las espaldas de sus compañeros para encuadrar perfectamente a los chicos que se aproximan. De alguna manera, está planificando la amenaza que se ciñe sobre ellos. Cuando, por fin, Eric se dé cuenta de la presencia de esos chavales, realizará un gesto escalofriante y sumiso: bajará su cabeza ante el avance imparable del grupo que camina hacia ellos; una masa que les atraviesa como una apisonadora. A Dylan también le regalarán unos roces, haciéndole perder el equilibrio de la cámara. Víctimas y verdugos se dan la mano en estos aterradores segundos, que suceden días antes de una masacre en la que se intercambiarán dramáticamente sus papeles. El mal no nace de repente, se va gestando lentamente. De igual manera, las imágenes tampoco son inocentes.

II.

¿De dónde provienen las imágenes de Dr. Horrible’s Sing-Along Blog (2008), la web serie de Joss Whedon? Al verlas sentí que ya las había asimilado en otro momento de mi vida. Automáticamente fueron aflorando secuencias de otras películas, que me iban conformando una especie de bosquejo de estructura. Pero, quizá, la secuencia del ataque de Dr. Horrible (Neil Patrick Harris) fue decisiva. Esas imágenes fueron pregnantes para mí. Dejé a un lado a los personajes, ni tan siquiera oía la música, simplemente veía gente asustada parapetada en unas sillas o corriendo de un lado a otro, lo que generó la conexión pertinente con unas imágenes atroces de origen completamente diferente. Fueron las que registraron las cámaras de seguridad del Columbine High School en Colorado, el 20 de abril de 1999. La rememoración terminó anclando el final de este vídeoensayo con el principio. Las imágenes, en blanco y negro y de muy mala calidad, son caóticas. El sonido es casi indescifrable. Pero su combinación provoca pavor: varias estampidas de estudiantes en movimiento, mientras las voces de los agentes de seguridad describen lo que vemos y lo que oímos en detrimento de una ayuda que parece no llegar nunca. Quizá, al volver sobre esta grabación, lo que más miedo da no son los hechos terribles acontecidos aquel día, sino la imposibilidad de creerlos.

III.

¿Qué queda entre tanto horror? Pues el vacío absoluto en forma de diálogo surrealista entre el creador y su obra. Por un lado, tenemos al propio Joss Whedon hablando de una de sus películas, Serenity (2005), y transformando su oratoria casi en una elegía para terminar en una especie de resurrección, rozando la inmortalidad. Y por otro, a un Dr. Horrible que se regodea, se cachondea de sus palabras, y construye sus orígenes en otras imágenes. La idea frankensteiniana vuela por todo nuestro vídeoensayo, pues todas las referencias no son más que partes inertes que solamente resucitan, cobran sentido, cuando están montadas secuencialmente. Así, una anodina conversación de pareja nos recuerda a El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein, Mel Brooks, 1974) o los actos del Capitán Hammer (Nathan Fillion) nos retrotraen al dentista loco (Steve Martin) de La pequeña tienda de los horrores (Little Shop of Horrors, Frank Oz, 1986). Son todas escenas que ponen énfasis en la violencia, que es ejercida, más concretamente, por una masculinidad desaforada. Pero, además, existe un momento, desde la propia materialidad icónica del encuadre, que me hizo elegir un plano y no otro, confiriéndole a esa imagen el gesto propulsor de la imagen cons(c)iente. El cordón umbilical de este vídeoensayo se tenía que edificar sobre el creador de creadores hollywoodiense por excelencia. Steven Spielberg y su El diablo sobre ruedas (Duel, 1971) se conformaron como maestros de ceremonias de nuestro montaje. El momento es lo más anodino posible dentro de una película anodina, escenificado por el gesto sencillo de apertura de una lavadora. Es la posición de la cámara, su forma de filmar, lo que hipnotiza. En la película de Spielberg solamente es una, pero en la ficción de Whedon son hasta cuatro aperturas de lavadoras. Nos encontramos en el territorio del exceso grandilocuente y del ripio: ¿Y qué es Dr. Horrible sino una repetición constante de aquello que ya hemos visto? De alguna manera, somos cons(c)ientes de su existencia, una que ya nos hacía recordar la película El enigma del otro mundo (The Thing from Another World, Howard Hawks y Christian Nyby, 1951), alertándonos con mirar a los cielos. No hace falta mirar tan alto, con que lo hagamos de frente a todo aquello que nos rodea, es suficiente.

 

© José Amador Pérez Andújar, mayo de 2021