Pandorum

Bajo mínimos de esperanza

La última película del alemán Christian Alvart, tras la aburrida Expediente 39 (Case 39, 2009), nos sitúa en la nave espacial Elysium y su viaje hacia el planeta Tanis, que se ha convertido en la última esperanza de la humanidad a causa del exceso de población de la Tierra (veinticuatro mil millones de personas en el año 2153) y el agotamiento de sus recursos. La premisa de la historia se completa con el despertar del sueño inducido durante la hibernación de Bowen (Ben Foster) y el teniente Payton (Dennis Quaid) quienes, amnésicos, pronto descubrirán que no están solos en la nave. A partir de este momento, la película se convierte en una acumulación de lugares habituales en el cine de terror y ciencia ficción que lejos de producir una sensación de déjà vu se acercan más a la apatía en que nos sumerge lo ya visto una y otra vez, a pesar de lo cual creo que hay una serie de elementos que merece la pena destacar.

Es más que evidente que todo comenzó con el guión de Dan O´Bannon para Alien, el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979) que, a su vez, se inspiraba en el clásico seminal La amenaza de otro mundo (It! The terror from beyond space, Edward L. Cahn, 1958) (1)  y que estableció un nuevo canon a la hora de realizar la monster movie espacial contemporánea. Precisamente la falta de originalidad y lo evidente de sus referentes es el principal problema de la película de Alvart, a quien no le basta con fusilar varias escenas y la estética oscura y sucia de la nave Nostromo, sino que hace lo mismo con su secuela Aliens, el regreso (Aliens, James Cameron, 1986).

Pandorum (Christian Alvart, 2009) igualmente se nutre del cine de terror y son más que claras las excesivas (y descaradas) deudas visuales con The descent (Neil Marshall, 2005): la claustrofóbica forma en que Bower se desliza por las tripas de la nave, la escena en que se esconde junto a Nadia (Antje Traue) entre restos humanos y, por supuesto, el aspecto de los humanos evolucionados a los que los protagonistas se enfrentan y cuyo look tribal guarda claras semejanzas con el que John Carpenter dotó a sus humanos poseídos por marcianos en Fantasmas de Marte (Ghosts of Mars, 2001). Podemos encontrar otros de sus muchos defectos en el desarrollo de personajes, inexistente a pesar del buen trabajo de sus dos actores protagonistas, y en las ya mencionadas criaturas, que son mostradas demasiado y demasiado pronto con lo que todos los esfuerzos de su director por crear una inquietante atmósfera se quedan rápidamente en nada, sobre todo cuando en un momento dado nos aporta demasiada (toda) información sobre su origen, perdiendo así la posibilidad de que el espectador se haga esas preguntas.

Todos estos “contras” espantarían a cualquiera, pero creo que hay que romper una lanza a favor de este filme, ya que cuenta con su contemporaneidad como gran baza para ganar algunos enteros en su visionado. Pandorum, con su advertencia de tintes apocalípticos sobre la caducidad de los recursos naturales y la superpoblación, es coetánea de numerosas cintas de ciencia ficción tales como El día del mañana (The day after tomorrow, Roland Emmerich, 2004), El incidente (The happening, M. Night Shyamalan, 2008) o el remake de Ultimatum a la tierra (The day the earth stood still, Scott Derrickson, 2008). Con mejor o peor suerte, todas estas películas ponen su crítica del lado del discurso de Una verdad incómoda (An inconvenient truth, Davis Guggenheim, 2006) haciéndose eco de nuestra pésima relación con el medio que nos rodea. A este respecto en la película de Alvart es casi irónico y contradictorio cómo se conjuga lo típico y superficial de su forma con la fuerza de la crítica que posee su fondo, puesto que partiendo de una idea tan simple como es nuestra capacidad autodestructiva somos testigos de un enfrentamiento con nuestra peor pesadilla: nosotros mismos.

La evolución es presentada como algo capaz de lo mejor y lo peor puesto que ha logrado que los primeros humanos que despertaron en la nave sobrevivieran, pero a qué precio, pues lo hacen convertidos en terribles máquinas de matar caníbales. Debemos interpretar este hecho como una crítica a nuestra propia voracidad a la hora de consumir los recursos de nuestro planeta y nuestra  incapacidad a la hora de alcanzar el utópico, al parecer, desarrollo sostenible y el crecimiento vegetativo cero. Son precisamente las escenas que ilustran estas ideas algunas de las más interesantes de la película: aquella en la que Bower no se da cuenta  de que está tras un cristal cuando tiene delante a una de las criaturas y que acentúa la idea de que se encuentra ante un reflejo distorsionado de sí mismo; destaca también la voracidad de estos humanos horriblemente evolucionados que acaban devorando a uno de los suyos, asesinado por los protagonistas; e igualmente sobresale en este aspecto el personaje de Leland (Eddie Rouse), quien se acaba revelando como un caníbal.

Pero la mirada más negativa que dirige la película al mundo en que vivimos se encuentra encarnada en el teniente Payton. El personaje no solo se encuentra literalmente separado del resto de forma física y jerárquica sino que su forma de actuar, sobre todo una vez somos conscientes de quién es verdaderamente, hace imposible que nos identifiquemos con él y que veamos en su persona un reflejo de los miembros de la gerontocracia que han permitido y creado los males con los que tenemos que lidiar hoy en día (el neocolonialismo, el conflicto Norte-Sur). Su egoísmo y nihilismo acaban mostrándose, a la postre, en la carrera por la supervivencia que es Pandorum y, por extensión, de la metáfora de nuestras vidas, como algo elitista y superfluo.

Se está asociando con bastante acierto lo snob de algunas líneas del pensamiento occidental con las ideas que nos han conducido al preocupante estado del planeta en que vivimos. Y es que cuanto más nos alejemos del equilibrio con nuestro entorno, más cerca estaremos de ver un planeta arrasado por el ser humano, pero nos queda como reflexión final la esperanzadora idea, porque es lo último que se pierde, que alberga la famosa caja en la que se inspira la película. Aún no tenemos que buscar otro planeta habitable. Estamos a tiempo de poder conservar el nuestro.

 


(1) El guionista y director ya había realizado un primer acercamiento a este tipo de relato en su participación como guionista y actor en Dark Star (John Carpenter, 1974), donde es bastante fácil deducir que la idea protagonizada por un alienígena infiltrado es suya.