Genova

La presencia de la ausencia

 

Cuando digo que sigo viéndole, todos me dicen que es normal, que los sueños muestran tanto los miedos como los deseos de una manera tan cristalina que puede resultar tan real como un pellizco. Pero no es que le sueñe, es que le veo. Cuando estoy en casa y me acerco a darle el beso de buenas noches a mi hijo, le veo. Cuando llevo al peque a casa de sus abuelos, le veo. Le veo en la sonrisa de su hermano, apoyado junto a la puerta escuchando atentamente a su sobrino narrar las últimas aventuras de sus amigos del colegio.

También le oigo. Cuando escucho a Otis Redding sonar en cualquier emisora de radio, o cuando alguien puntea una guitarra como él solía hacerlo cada día después de llegar de trabajar. Le oigo en el sonido del exprimidor cada mañana antes de que la tostadora haga “bip” para avisar de que ya puedo empezar el desayuno. Le oigo en el ronroneo de mi gato cuando se coloca sobre mi falda como solía hacer con él mientras veía algún partido de su equipo de básquet. Le oigo como oigo ahora mismo el golpeteo de mis dedos contra el teclado.

El fantasma de Marianne se siente y se oye en Génova como se sentía el de Rebecca en la mansión de Manderlay: a través de los otros personajes y sus actos. Se siente a través de unas pocas notas de piano al principio de la película, se siente en la huida de un padre de familia que no sabe cómo enfrentarse a la pérdida de su mujer, se siente en la distracción de una adolescente que empieza a descubrir su sexualidad, se siente en la culpabilidad de una niña que acaba viendo a su madre muerta como a un ente protector que le permite vivir en paz consigo misma alejando la culpa de su lado. Se siente en los silencios de los personajes, en las decisiones que cada cual toma en base a la ausencia del pivote que los unía, en la incapacidad de seguir con su vida y en el camino alternativo que supone empezar una nueva.

El componente sensorial de la nueva propuesta de Winterbottom se erige como factor ineludible para el soporte de una película que acompaña a sus personajes en el proceso  de adaptación a la ausencia de un ser querido olvidando la tendencia a rellenar metrajes con acciones, dramas o diálogos. Los personajes de Génova no se suben al mundo, si no que piden una parada para asumir, situarse, tomar fuerzas y seguir adelante. Winterbottom los lleva a una ciudad desconocida que ejerce de laberinto emocional por el que indagar para encontrarse cada uno consigo mismo, pero también los unos con los otros. Winterbottom ofrece a sus personajes lo que muchos desearíamos tener para asumir con calma las nuevas situaciones que nos caen encima con las circunstancias: una tregua con el mundo que nos rodea, un “paren el mundo que me apeo”.

Se agradece la naturalidad con la que Winterbottom filma Génova y todo lo que en ella acontece. Siendo un director últimamente preocupado por la dimensión familiar de la existencia (después de tantos desvaríos y testeos en comedia, documental y géneros híbridos), podría haber optado por acomodarse en una fórmula que no incomodara al espectador. Pero el inglés mantiene el espíritu inquieto y, a pesar de que no sea con un resultado redondo, Génova destila sensibilidad, respeto y un punto de inconsciencia que equipara al director al estado emocional de sus personajes. Las imágenes de la película muestran las dudas de un director y las dudas de sus personajes. Por ejemplo, a través del estado de desequilibrio constante de la cámara frente al uso habitual del encuadre fijo en el cine clásico. Winterbottom se identifica con sus personajes y se cuestiona (en cada película) quién es, qué quiere hacer y qué camino quiere seguir. Se reinventa como todos lo hacemos cuando nos cae encima la losa de un suceso.

Evadir, asumir y transformar. Evadir en el primer encontronazo con la muerte: un viaje a Génova o un sinfín de actividades de nueva propuesta en nuestra vida cotidiana. Asumir para darse de bruces con el primer cara a cara de la vida tras la muerte: ver la situación real heredada de la ausencia. Transformar para convertir todo lo que vida y muerte han significado en algo que nos ayude a seguir adelante: un nuevo inicio en Génova o una expresión de creatividad. Al final todo se reduce a un sentimiento de supervivencia del que Winterbottom ha salido airoso hasta la próxima parada. Le seguiré viendo, Mr. Winterbottom, del mismo modo que le sigo viendo a él y del mismo modo que la pequeña Mary ve a su madre: no como un fantasma, sino como la eterna presencia de la ausencia.