El año pasado en Marienbad

De laberintos y triángulos: los jardines de Frederiksbad

 

Tras un pasillo y una puerta

Que se abre a otro pasillo, que

Sigue hasta perderse

Desde un pasaje que conduce

A la escalera que remonta

A las terrazas

Donde la luna multiplica

Las rejas y las hojas

Hasta una alcoba en la que espera

Una mujer de blanco

Al término de un largo recorrido

Más allá de una puerta y un pasillo

Que repite las puertas hasta el límite

Que el ojo alcanza en la penumbra

Por un zaguán en el que hay una puerta

Cerrada, que vigila un hombre

En una operación combinatoria

En la que el muerto boca abajo

Es otra indagación que recomienza

Ante un espejo que denuncia

O acaso altera las siluetas.

Julio Cortázar, Homenaje a Alain Resnais (1)

 

1. Laberintos

En Contra la interpretración (2), uno de los textos teóricos más conocidos de Susan Sontag, la ensayista estadounidense, para defender la tesis de su artículo, citaba El año pasado en Marienbad (L’annèe dernière à Marienbad, Alain Resnais, 1961) en los siguientes términos: “De algunas entrevistas se desprende que Resnais y Robbe-Grillet concibieron conscientemente El año pasado en Marienbad de modo que satisficiera interpretaciones múltiples e igualmente plausibles. Y, sin embargo, debiéramos resistirnos a la tentación de interpretar Marienbad. Lo importante en Marienbad es la inmediatez pura, intraducible, sensual, de algunas de sus imágenes, así como sus soluciones rigurosas, aunque rígidas, de determinados problemas de la forma cinematográfica”. Sin desmentir a Sontag, y reconociendo que lo más importante en El año pasado en Marienbad no es la posibilidad de decodificar bajo una lógica coherente el significado de la película, resulta inevitable para cualquier espectador intentar aprehender el film y desencriptar la idea sobre la que trabajaron Alain Robbe-Grillet, guionista de la película y autor mayúsculo de Marienbad, y Resnais, el realizador que puso en imágenes lo que Robbe-Grillet había escrito, y que logró impregnar de su mirada a la película pese a obedecer todas las instrucciones que el escritor había dejado marcadas en el guión.

Son infinitas las teorías e interpretaciones acerca de la verdad de Marienbad. De hecho, un vistazo al reportaje de Luc Lagier En el laberinto de Marienbad (Dans le labyrinthe de Marienbad, 2005), incluido en los extras del DVD que Cameo distribuyó en 2009 en España, nos acerca ya a unas cuantas posibles lecturas de la película, todas ellas factibles, y, del mismo modo, todas ellas insuficientes. La primera teoría nos hablaría de Marienbad como un lugar maldito en el que conviven personajes autómatas sin vida, maniquís sin albedrío que deambulan por los pasillos del castillo. En esta interpretación, todos los actos de los personajes derivarían de la obra de teatro que se representa al principio de la película. Entre ellos, destacaría Él (3) (Giorgio Albertazzi), el único personaje que parece consciente de su situación y que intenta rebelarse y huir de Marienbad introduciendo dos elementos ajenos al castillo: la imaginación y el amor. Mediante estos recursos, Él intentaría convencer a Ella (Delphine Seyrig) de que ambos estuvieron enamorados en el pasado y, a través de esta mentira imaginada, la hechizaría para que escapen juntos del castillo.

La segunda interpretación que se rebela en el reportaje de Lagier identifica a Él como el verdadero autor de la narración. Sería la lucha de un personaje intentando convertirse en director, imponiendo su voluntad, sus planos y sus flash-backs, a un celuloide que se resiste a ser manipulado. En definitiva, Marienbad sería en este caso la historia de una película que se está haciendo a medida que un personaje la está alterando.

Otras versiones apuntarían por interpretar el film como la lucha de Alain Resnais, personificado en la figura de Ella, por huir de la narración escrita por Robbe-Grillet. E incluso se apunta, en el reportaje antes citado, la posibilidad de que toda la película corresponda a las divagaciones de un espectador de la obra de teatro que se representa al principio de la película. Un espectador que, aburrido, buscaría otras imágenes en su cabeza asociadas al texto dramático que los actores teatrales representan.

Sea como fuere, lo cierto es que en El año pasado en Marienbad sí existe un misterio que invita (prácticamente obliga) a ser desenmascarado: ¿es cierta la historia que Él le cuenta a Ella? ¿Es cierto que ambos personajes se conocieron el año anterior y que vivieron un amago de romance? ¿Es cierto que Ella emplazó a Él a volver a verse un año después? En una película eminentemente melancólica, en la que Carlos Losilla ve una especie de testamento del cine clásico que escribe su epitafio al reconocer su incapacidad por seguir existiendo (4), Giorgio Agamben podría darnos la clave para creer o no en los recuerdos de Él. Para Agamben, la melancolía es la apropiación de un objeto (o persona) a través de la simulación de su pérdida. Entonces, Ella sería este objeto que nunca fue perdido porque nunca fue poseído, y la melancolía de Él sería fruto de ese fantasma, esa historia de amor que nunca fue pero que el personaje interpretado por Giorgio Albertazzi cree haber vivido. Y esta melancolía, al ser inseparable del espíritu de El año pasado en Marienbad, sería válida para interpretar la película desde cualquiera de las teorías que intentan explicar el film. 

 

2. Triángulos

Existen dos motivos que se repiten con insistencia a lo largo de toda la película. Uno de ellos es el del laberinto. Marienbad no describe tan solo un laberinto mental o ficticio. La misma puesta en escena de la película describe un laberinto físico que reafirma esa actitud de pérdida y pasear deambulando de sus personajes. De hecho, la planificación con la que Resnais nos muestra, al principio de la película y a lo largo de la misma, el espacio físico en el que se desarrolla la acción, no nos permite como espectadores trazar un plano mental del castillo. Dicho de otro modo, pese a que Resnais nos muestre en varios momentos los planos del castillo colgados en las paredes de Marienbad, a su vez nos pierde en una sucesión de pasillos y estancias ilógicamente unidas que nos contagian una sensación de no saber hacia dónde ir.

El segundo gran motivo visual presente en la película, y casi siempre olvidado por todos los análisis existentes sobre el film, es el del triángulo. No por casualidad, como veremos, los abetos de los jardines de Frederiksbad, con su forma piramidal, han subsistido en el imaginario cinéfilo como una de las imágenes más potentes de El año pasado en Marienbad.

Interpretar Marienbad partiendo del arquetipo numérico de la triada (o del arquetipo geométrico del triángulo) ofrece respuestas satisfactorias para aquellos que andan perdidos buscándole un sentido al non sense creado por Robbe-Grillet y Resnais. La principal coartada de dicha interpretación es que la puesta en escena y el propio argumento de la película refrendan la validez de la triada para intentar aprehender el argumento.  

No solo los abetos de los jardines conservan esa forma triangular de la que hablamos. También la escultura de los amantes que preside los jardines contiene una triada a priori inadvertida, como la propia triada que, como veremos después, protagoniza el film. Dicha escultura, anclada en el tiempo y en el espacio como los personajes de Marienbad, muestra en principio a una pareja de amantes que parecen vislumbrar un peligro (o algo fascinante) en el horizonte, y que se muestran dubitativos a la hora de avanzar. La escultura de los amantes, que varía su sentido dependiendo del punto de vista desde el que se observa, oculta en su lado derecho un perro que permanece inquieto junto a las faldas de la mujer. Un tercer elemento que invita a replantearse la escultura. Un tercer elemento que podría parecer baladí, pero que no lo es en el mismo momento en que Ella y Él empiezan a debatir sobre su existencia:

-Ella: Te olvidas del perro. ¿Por qué tenían perro?

-Él: No era suyo. El perro pasaba por allí.

-Ella: Pero está demasiado cerca de su dueña…

-Él: No es su dueña. Está cerca porque el pedestal es pequeño. También [los amantes] están en esa otra escultura y no tienen perro. Están uno frente al otro y las manos de ella acarician los labios de él. Pero de cerca verás que no le mira… ¿Vienes?

-Ella: No quiero ir allí. Está muy lejos. 

El tercer triángulo omnipresente en la película es el que forman las fichas de dominó o los palillos con los que El Otro (tercer protagonista del film) propone a los demás habitantes de Marienbad jugar una partida al Nim, un atractivo juego matemático en el que El Otro, mago o trilero, resulta siempre vencedor.

En ese juego-trampa triangular, El Otro se convierte en ese dios que controla el funcionamiento, domina las piezas y gana siempre. El Otro, ese elemento secundario a la sombra de Él y Ella (como el perro en la escultura de los amantes), resulta entonces ser la pieza clave para interpretar Marienbad.

El arquetipo numérico de la triada, de la que el mito de Medea, Jasón y Glauce sería el ejemplo canónico, conjuga siempre una narración impregnada por el desequilibrio que se genera al irrumpir en la pareja un tercer elemento que introduce la inestabilidad en el orden primigenio. En El año pasado en Marienbad, la presencia de El Otro parece ser el único obstáculo para la huida de Él y Ella de Marienbad. Además, es innegable que este personaje posee una psicología propia y un protagonismo muy distante del del resto de personas autómatas que pueblan el castillo. Como opina Carlos Losilla, El Otro “poco después se revela como el otro posible narrador, aunque no utilice la palabra, sino su simple presencia, su mirada, como hilo conductor de la historia […] Pues se trata de un jugador, casi de un prestidigitador, que muy bien podría identificarse con un narrador que jugara con el tiempo, que creyera poder manipularlo a su antojo” (5).

Según certifica la metafísica que se relaciona con el arquetipo del triángulo, cuando uno de los vértices de la figura apunta hacia arriba, la solución de todo misterio o duda que exista en la base se hallará en la punta superior. Entonces, podríamos concluir que todo el enigma que se esconde en Marienbad y en la relación melancólica entre Él y Ella, tiene su respuesta en El Otro, esa punta superior del triángulo, ese dios que siempre gana en el Nim pues conoce los trucos del juego, ese perro que, agazapado en las faldas de la mujer, nos obliga a replantearnos el significado de la historia.

Surge entonces en nuestra memoria la secuencia final de El año pasado en Marienbad, cuando Él por fin ha convencido a Ella, y los dos amantes abandonan el castillo. Baja entonces por las escaleras El Otro, quien observa la huida sin inmutarse, como si todo hubiese sido previsto y planificado por él. La voz en off aparece entonces de nuevo, como si todo estuviera predestinado a volver a comenzar, como si El Otro estuviera urdiendo en su cabeza una nueva historia de amor imposible, como si el año que viene en Marienbad una nueva pareja de amantes estuviera a punto de reencontrarse.

 

(1) Citado en RIAMBAU, E.; La ciencia y la ficción. El cine de Alain Resnais; Ed. Lerna; Barcelona: 1988.

(2) SONTAG, S.; Contra la interpretación; Ed. Alfaguara; Madrid: 1996.

(3) En este texto, utilizaremos la designación de personajes utilizada por Carlos Losilla en su cuadernillo La perversidad del cine moderno o breve guía para pasear por Marienbad (Cameo Media, 2009). En el guión original escrito por Robbe-Grillet, los personajes recibían los nombre de X (Giorgio Albertazzi), A (Delphine Seyrig) y M (Sacha Pitoeff), nombres-letra que no se mantuvieron en la película.

(4)El año pasado en Marienbad puede que sea una película moderna, incluso un emblema de la modernidad, como suele decirse, pero también se trata de una autopsia del cine clásico. Citado en LOSILLA, C.; La perversidad del cine moderno…; p. 13.

(5) Citado en LOSILLA, C.; La perversidad del cine moderno…; p. 23.

 

© Gerard Alonso i Cassadó