Breve encuentro, Una pareja perfecta, Antes de amanecer

Los paréntesis

 

El breve (encuentro) inglés

Una de las reglas de puntuación (a la inglesa), que habla sobre la jerarquía de los contenidos en los textos, dice que toda aquella información contenida entre paréntesis es de una casi nula relevancia para el objetivo principal del escrito. De este modo, muchos (inglesitos) obvian todo lo que viene demarcado por brackets como si de un bidón de biohazard se tratara: “Si tan importante fuera, estaría integrado en el texto”. Extrapolando esa idea a la vida, me pregunté en alguna ocasión cómo sería un paréntesis en el día a día de una persona. ¿Unas vacaciones? ¿Un día festivo en medio de la semana? ¿La noche que dejas a los niños en casa de tus suegros? ¿Un fin de semana de exilio hogareño? ¿Un festival de cine? ¿La visita de un viejo amigo?

Breve encuentro (Brief encounter, David Lean, 1945) tiene esa estructura de paréntesis que (siguiendo con la sensibilidad inglesa) nos llevaría a decir que lo sucedido en ese período de “pausa” no tiene importancia para el devenir diario de sus protagonistas ya que ambos deciden regresar a sus vidas una vez se cierra el paréntesis. Esa visión que se puede extraer de la película –con las puntualizaciones necesarias- quizá se deba también a algo muy típico de la sociedad (inglesa): la grave distancia que separa la capa táctil de los acontecimientos y la enorme profundidad del subsuelo. En un mundo de apariencias, la trama principal –sin detalles ni matices- es lo importante de nuestras vidas, mientras que todo detalle mínimo, sugerido y que requiera perspicacia y atención, queda acallado entre dos casi semicírculos y cerrado en el baúl de las minucias (como los géneros cinematográficos de la comedia o el terror quedan en nada frente a la seriedad y relevancia del drama, especialmente del heredado de la GRAN literatura).

Laura Jesson y el Dr. Alec Harvey se topan, se conocen, se hacen amigos, se enamoran y, de manera irremediable, se separan para continuar sus vidas en el punto donde aquel paréntesis se había iniciado. El mundo de la estabilidad, de las apariencias, gana al del caos y el “asocialismo” en un ejemplo del carácter social (inglés) bajo el que los paréntesis nunca son importantes.

¿Pero realmente no lo son? Laura regresa a casa con su familia, con su marido… Y, tras unos instantes de bochorno, se echa a reír. La distancia le permite relajarse, asimilar lo ocurrido como algo inevitable para concluir que aquel paréntesis ha sido vital para ella: la capacidad de cuestionarnos a nosotros mismos, de dudar, nos aleja de lo establecido o nos ratifica en ello. Preguntarse, permitirse los desvíos erróneos de los que habla el pensamiento paralelo y ejercer la autocrítica hace que tomemos con más fuerzas el camino, ya sea este el que habíamos dejado para hacer un paréntesis u otro que surge como fruto del cambio de rumbo.

 

Una pareja perfecta à la française

Hay otra norma sobre la escritura (a la inglesa) que habla de la jerarquía de la información relacionándola con su distribución en un texto. Se trata de aquella que reza que la idea principal de todo párrafo debe aparecer en su primera línea, lo que permite saltarse toda la información que supera el primer punto y seguido. Breve encuentro comienza con un flashforward que ejerce de cliffhanger del mismo modo que las primeras frases de esos párrafos enganchan a su lector en los textos (de gusto english). Son estas normas tan intrínsecas a una cultura específica que su ejecución surge del inconsciente colectivo, como aquel que a los occidentales nos lleva a abrir un libro por la tapa izquierda o a los orientales empezar a escribir por la derecha. La forma tradicional de escritura latina responde a otras necesidades y tiene en su forma de pirámide invertida el quid de su jerarquía informativa: la conclusión está al concluir (obvio) y para llegar a ella primero hay que recorrer el camino.

Con esto en mente, el visionado de Una pareja perfecta (Un couple parfait, Nobuhiro Suwa, 2005) se erige como ejemplo de paréntesis latino en el que las dudas son verdades que oscilan entre el sí y el no, las decisiones son pasos en falso permitidos y la conclusión llega –como tiene que ser por estos lares- al final del camino. Si en Breve encuentro encontramos perfectamente delimitado el paréntesis al que se someten los dos protagonistas, en Una pareja perfecta nos hallamos en pleno camino recto que lleva a los personajes no a tomar desvíos sino a sufrir baches. Suwa muestra las dudas de la pareja, no de los amantes. Los protagonistas están juntos en el camino y sus respectivos paréntesis les harán reconducir el vehículo de la relación. Esa suspensión temporal y emocional de Marie y Nicolas no es en vano, pues, como le ocurría a Laura en Breve encuentro, salen reforzados en sus decisiones para retomar el hilo que había antes de esa pausa decidida en común. Mientras que para los ingleses la información de la pausa textual es dispensable, para los latinos es síntoma de explicación, aclaración y posterior reflexión. Es, por lo tanto, lo que permite llegar a la conclusión. Todo aquello que encontramos en aposición es información que aporta luz al tema en discusión, nunca algo sobre lo que se deba pasar de puntillas.

Breve encuentro no podría haber acabado tras el paréntesis, requería que Laura se reencontrara con su vida anterior y se percatara de que esta era lo que quería. Tenía que reinstaurar el gobierno de su vida en el matrimonio basándose en algo tan intrínseco a su carácter como la estabilidad, porque los paréntesis (para los ingleses) son evitables, meros instrumentos jerarquizadores que pertenecen a la plebe de la información, nunca a la clase media o alta de los puntos, comas e, incluso, de sus primos hermanos, los guiones. En cambio, Una pareja perfecta, como los textos de gusto latino y afrancesado, entiende que un paréntesis tiene fuerza y autonomía para marcar un punto, ya sea este un seguido o un aparte. Consciente o no de ello –poco importa- Suwa entrega el FIN de la historia cuando, precisamente, los personajes deciden cerrar sus procesos de cuestionamiento, sin finales explicativos ni diez-años-más-tarde que valgan. Y lo hace de la manera más simple: haciendo que sus personajes no suban al tren –aquel mismo que llevó a Laura al calor de su hogar- porque eso hubiese significado cerrar el paréntesis y continuar en otra carretera en lugar de dar por bueno que todo lo ocurrido entre los semicírculos tiene la potestad de dar por cerrada la historia que se nos cuenta (comme exemple du caractère méditerranéen et latin)

 

(La herencia global-

¿Pero cuántos de nosotros hemos leído textos escritos fuera de las fronteras isleñas de Gran Bretaña que empiezan con un gran golpe de efecto o que usan los paréntesis como algo secundario? Las formas culturales se diluyen cada vez más en la nueva era de la globalización y, sin entrar en si es indispensable plantarse a reivindicar unas raíces que son más de nuestros ancestros que nuestras o si es mejor aceptar el aplanamiento cultural en pro de una igualdad idealizada, es normal que el discurso tan propio de una película como Breve encuentro no encuentre en la actualidad un ejemplo directo de su carácter filológico. Por contra, en pleno cocimiento del cine transnacional, no es del todo extraño encontrarnos a un director japonés como Nobuhiro Suwa rodando una película tan “a la francesa” como Una pareja perfecta con una forma de texto tan “a la latina” (en su acepción etimológica).

 En ese aspecto resulta paradigmático el ejemplo de Antes de amanecer (Before Sunrise, Richard Linklater, 1999), otra película que gira alrededor de la idea del paréntesis pero, en esta ocasión, en el ámbito vital: Jesse y Céline, los protagonistas, viven en un paréntesis perpetuo. Escrita y dirigida por estadounidenses y rodada en inglés y francés en Viena, el film respira una interesante mezcla de tópicos que sirven para ejemplificar el ensamble cultural al que estamos sometidos, además de servir de clara radiografía sobre los jóvenes de finales del siglo XX: irreverentes, desvergonzados, grandes citadores sin cuerpo pero con armadura. La película se fundamenta sobre la estructura de intercambio dialéctico propia del teatro pero ante todo es una llamada a la internacionalidad de las formas. Jesse y Céline conectan el uno con el otro cuando están de viaje en un tren (qué de historias de amor tienen tren en sus arcas). Pasan una velada en una ciudad que les es ajena a ambos pero en la que se adaptan sin demasiados conflictos. Sin problemas se comunican en una lengua que parece ser la universal y en sus conversaciones comparten referencias y experiencias que ambos han vivido en sus respectivos países, separados por un océano. El caos es la forma y la incerteza es su contenido. De eso trata Antes de amanecer, de cómo las nuevas generaciones llegamos con unos conocimientos internacionalizados, con formas estándares e ideas globales.

Lo específico, lo original, los paréntesis no tienen ya sentido pues marcan el inicio y el final de nuestras vidas, no una pausa de significado. El de Laura en Breve encuentro había sido individual y le sirve para regresar a su familia, el de Una pareja perfecta respondía a pequeños insertos en el camino en común de una pareja, pero el de Antes de amanecer es el del individuo que vive en el eterno caos de su existencia con la expectativa de poder cerrar ese período (aunque sea con un guión- para poder tomar, por primera vez, las riendas en la carretera. Nuestra carretera.