Alumbramiento / La morte rouge

En un tiempo ritualizado

 

 

En un artículo publicado en El País en mayo de 2005 sobre la película El cielo gira de Mercedes Álvarez, Víctor Erice afirmaba que “todo conjunto de imágenes y sonidos expuesto a la contemplación de un espectador debe pasar por un proceso que le permita cobrar existencia como escritura cinematográfica”, como discurso reflexivo. Y, según el parecer del cineasta español, este consiste “esencialmente, en la ritualización del tiempo y el espacio”.

Si observamos la producción de Erice para una aplicación de este interesante concepto de creación audiovisual, encontraremos dos obras que pueden inscribirse en la forma fílmica del ensayo, cuya estructura formal admite el diálogo entre imágenes y banda sonora para la construcción de una reflexión a través del montaje. Por un lado, Alumbramiento, que forma parte del trabajo colectivo Ten Minutes Older: The Trumpet (2002) y, por otro, La morte rouge (2006), un filme creado expresamente para el proyecto de correspondencia con Abbas Kiarostami. La capacidad exclusiva del cine de expresar el tiempo parece motivar las reflexiones del cineasta en estas dos obras breves, que unimos en el videoensayo que aquí presentamos.

El tiempo, como decíamos, es el centro de sendas obras; un tiempo dilatado, construido, repetido y suspendido. Los sonidos de la naturaleza ofrecen un momento de tranquilidad casi irreal que fluye alrededor del personaje-bebé, donde el único ritmo está representado por la duración de los planos y su alternancia. Todo conjunto audiovisual reconstruido parece anticipar algo, un misterio que no tardará en llegar.

El bebé de Alumbramiento, de Víctor Erice

La mirada impasible de un espantapájaros nos introduce en un tiempo cifrado, ese que empleamos para contabilizar nuestras vidas. Un tiempo en el que el niño se inscribe y en el que se convierte en víctima. ¿Pero víctima de qué?

Una atmósfera de amenaza parece afectar a la realidad llevando consigo unos elementos de muerte, unas personificaciones de un mal que no conocemos, pero que entendemos dirigirse hacia el bebé.

El ambiente se convierte, paso a paso, en un refugio de sombras donde es difícil distinguir entre sueño y realidad. ¿Somos espectadores de la ensoñación del recién nacido o se trata de la realidad?

Unos pasos en la oscuridad de la noche, los pies de la que quizás sea una víctima ya cobrada y otras imágenes simbólicas concurren en sugerir un final trágico. Pero lo que importa es otra cosa. Es la evolución de una contraposición en tres fases diferentes: primero, el contraste entre el bebé y una realidad que fluye casi sin interesarse en él; después, el ingreso de un tiempo que reconocemos pero que parece exasperado; por último, un tiempo diferente, suspendido, inmóvil, repetido.

 

© Iacopo Russo, diciembre 2016