The Eclipse

Fantasmas y demiurgos

 

Fantasmas: preguntas

Mucho han cambiado las interpretaciones que tenemos del concepto -tan abstracto como sugerente- del fantasma (1). Lejos han quedado los sudarios harapientos que flotaban sin poder liberarse de las cadenas, y, a pesar de la amplia gama de variantes que existen hoy en día, prácticamente todos los casos presentan fantasmas más realistas, seres que vuelven de la tumba manteniendo la forma que el finado tenía en el momento de su muerte (especialmente cuando se trata de las occisiones propias del cine de terror –El sexto sentido, Agárrame esos fantasmas, Frágiles) o en la imagen que quisieran mantener de él sus allegados (The Lovely Bones, Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas, Ghost). The Eclipse juguetea con la primera de las presencias al trabajar dentro de ciertos parámetros del cine fantástico, pero propone un interesante juego de espejos, premoniciones y vidas paralelas, que hace de ella una excepción a medias. Porque… ¿quién dijo que los fantasmas tienen que estar muertos?

No estamos en el terreno metafórico de Martel y sus zombis burgueses de La ciénaga (2001), sino en el terreno de la introspección psicológica y del cuestionamiento de la razón como actitud imperante. Ante la muerte de su esposa, Michael empieza a sentir la presencia de su suegro en casa, aunque le sabe sano y salvo en la residencia en la que vive. Su vida se ha detenido y sufre ante la afrenta de ser al mismo tiempo padre y madre de dos niños a los que ha perpetuado en los 10 y 13 años (edad que tenían cuando quedaron huérfanos de madre); pero, además, un sentimiento de empequeñecimiento le invade al ganar terreno físico la presencia fantasmática de su suegro, que le genera una serie de dudas sobre la existencia del hombre y las limitaciones de su conocimiento. McPherson acompaña ese proceso con unos parajes (el mar, la montaña, el acantilado) de salvaje natura, los cuales se ven irrisoriamente amenazados con pusilánimes infraestructuras humanas (la espiga del puerto que se adentra en el mar o el ferry que comunica la isla), las cuales pretenden ganar terreno a la grandilocuencia de la creación natural, haciendo aún más evidente el desconocimiento y la limitación del hombre frente a su medio. Porque…, ¿por qué estamos aquí?

 

 

Demiurgos: respuestas

Los referentes del Romanticismo (pictórico y literario) son más conceptuales que estéticos, tienen más de sutil evocación que de conexión formal, pero no por ello son inexistentes. Existe a través de la figura del ser humano empequeñecido ante su ignorancia sobre el mundo, ese mismo lugar en el que está sometido a unas normas naturales, por mucho que se empeñe en ignorarlas mediante la creación de otras (las suyas, las tangibles que pertenecen al mundo de lo manejable). De la misma forma, hereda del Romanticismo su visión del artista como demiurgo, como conexión entre el eclipsador y el eclipsado, y como único ser capaz de, a través de la autenticidad de su obra, explicar el mundo en el que vivimos y sus agujeros oscuros.

El momento en que Michael empieza a cuestionarse sus conocimientos sobre la existencia y la no-existencia, coincide con el festival de literatura de Cobh, en el que trabaja como chófer de los escritores invitados. Entre ellos está Lena Morrell, autora de The Eclipse, un libro centrado en su experiencia paranormal con un fantasma. Así pues, el papel de la escritora será, paradójicamente, el de conductora de Michael hacia el entendimiento de ese no-lugar en que colisionan los vivos, los muertos y los que están a punto de morir, al ayudarle a entender su vivencia y animarle a ponerla por escrito. Ese adiestramiento en un conocimiento superior de la condición humana permitirá a Michael convertirse en demiurgo, consiguiendo llegar a un estadio de entendimiento superior a través del cual hallará la ansiada paz, la que le permitirá volver a ver a su esposa, y, a la vez, iniciar su proceso como escritor: un ser iluminador para el resto de la humanidad.

El artista en The Eclipse es puramente Romántico al ser considerado el conector y aclarador de la supremacía divina / universal sobre el mundo material. Sin embargo, se nos advierte también de la existencia de falsos enviados, y para ello McPherson crea la figura del exitoso escritor Nicholas Holden, hombre cínico, sin moral ni principios, pura copia de reprografía sin certificado alguno, que suple la autenticidad de sus obras (y de sí mismo) con fórmulas de manual. Con ese enfrentamiento entre los dos escritores, The Eclipse remarca la complejidad que a veces supone diferenciar el arte de la artesanía y la artesanía de la producción en serie. Sin embargo, queda clara su tesis: el verdadero arte funciona como canalizador de la verdad; y, por lo tanto, el artista es ese ser sensible capaz de llegar al entendimiento del mundo en que vivimos. Un ideal que bebe del Romanticismo al confiar el descubrimiento (incluso de uno mismo) a la creación y la expresión artística. El arte como revelación de lo que vemos, lo que intuimos y también de lo que (nos) negamos.

Por eso en The Eclipse se fusionan la pintura y la literatura Románticas, para buscar la verdad en el arte y confiar en el artista que está resuelto a explicar lo que ve, siente, vive y opina desde su individualidad, pero sintiéndose parte de un Todo. Esa es la grandeza de la pequeñez Romántica. Esa es, también, la grandeza de la escritura cinematográfica.
 

(1) Aunque centrándose en la filmografía de Mankiewicz, Roberto Amaba reflexionaba sobre ello en el primer número de Détour.