Tchindas

Pequeña historia de una ciudad (y de una mujer)

 
Si esta película de Pablo García y Marc Serena empieza y termina en una playa, primero acercándose a Tchinda y a sus amigas mientras hacen el ganso o juegan a cartas y, luego, en el plano que cierra el filme, viéndolas caminar hacia la orilla, pero ahora ya de lejos, a través de un cristal, quizá sea porque Tchindas tiene algo de lo que tienen las olas, que rompen contra la arena y se vuelven hacia el mar, un movimiento perpetuo pero también efímero, inapresable. Como lo son la mayoría de las cosas y las personas, más todavía en estos tiempos bautizados por cierto filósofo como líquidos.

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Serena —a quien presento aquí como el codirector del documental, pero debería añadir que fue, durante algunos años, compañero mío en la facultad de periodismo— habló tras la proyección (1) de esa condición humilde, literalmente insular, de la película. Tchindas narra los preparativos del carnaval en Mindelo, en la isla de Sao Vicente, en Cabo Verde, centrando el foco en tres amigas, que nacieron con cuerpo de hombre aunque se sienten mujeres y para las que el carnaval, además de ser la festividad más esperada, de algún modo da sentido a su paso por el mundo, a su pertenencia a una comunidad humana y a sus ganas de vivir; mientras las veía preparando sus disfraces, no pude evitar pensar en el Albert Lambreaux (Clarke Peters) de Treme (Eric Overmyer y David Simon, 2010-2013), que pasaba gran parte del tiempo reconstruyendo su casa y tejiendo su atuendo para desfilar en el Mardi Gras, en Nueva Orleans, para poder aullar y sacar pecho. Para reivindicar su identidad y su dignidad. Una identidad y una dignidad puestas seriamente a prueba por el huracán Katrina, que en agosto de 2005 arremetió contra las costas de Louisiana, dejando tras de sí una ciudad inundada, herida y descompuesta, reducida en buena parte a escombros. Y si por algo fue vital el esforzado trabajo que mucha gente de a pie, de Nueva Orleans y venidos de fuera, llevó a cabo tras el temporal, para devolverle la vida a la ciudad mientras las ayudas gubernamentales prometidas se hacían de rogar, es para asegurar que las futuras generaciones seguirán teniendo lugares en los que bailar y aullar. Como esos niños de Sao Vicente que, en el documental de Serena y García, copan un buen porcentaje de pantalla, pataleando y cantando canciones para hacer más llevaderos los días que restan hasta la celebración del carnaval.

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Para Tchinda y sus compañeras, también es una cuestión de dignidad e identidad. Para ellas, Cabo Verde se aproxima bastante a ese paraíso que tan bellamente evoca Cesaria Évora en la canción con la que se inicia el filme, dedicado precisamente a la cantante, fallecida ahora hará cuatro inviernos y nacida siete décadas atrás en la misma ciudad de Mindelo. Cabo Verde es uno de los países del continente africano con más igualdad de género; la paradoja, lo que hace valiosa esta crónica cotidiana, es que en países aledaños, imágenes como las de Tchinda paseando por la calle, vendiendo coxinhas (un aperitivo típico del lugar), no resultarían tan idílicas, no serían posibles, ya que la homosexualidad sigue estando perseguida en gran parte de África. Tchinda es célebre en Sao Vicente por ser la primera mujer que, a finales de los noventa, salió del armario públicamente, confesándose a través de las páginas de un periódico local. Es célebre hasta el punto de que, tras su gesto, a los gays allí los llaman tchindas. En todo caso, y a mi parecer creo que esto juega a favor de la propuesta, a sus directores no les interesa tanto ahondar en el contexto o la reivindicación de género como el permitir que las calles de Sao Vicente y su gente hablen por sí solas, durante el mes previo a la celebración del carnaval, para alcanzar el día de la celebración y asistir a la explosión de gente y de color, y de justificada alegría, con la que el filme alcanza su contagioso clímax. Así termina Tchindas, una narración sencilla pero generosa en imágenes que respiran y dejan respirar, que recogen un fragmento de la vida y del paisaje de unas gentes intentando ser felices, y consiguiéndolo, de vez en cuando, como nosotros, como todo el mundo. Habrá quien la considere una propuesta muy local, pero digo yo que no hay nada más universal que pertenecer a un exiguo pedazo de tierra y sentirse orgulloso de ello.

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© Toni Junyent, noviembre de 2015

 

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(1) Tchindas fornó parte de la programación del In-Edit 2015. Tras su paso por varios festivales, el documental se estrenará el 20 de noviembre en los Cinemes Girona de Barcelona.