El sugerente cruce entre Gordon Green y Malick

Robinsones fugaces

 

A Olalla (en su «año» indio)

1. Donde rompen las olas

El relato arrancaría de la manera siguiente, pretendiendo una remontada al origen de los hechos, aunque con la consciencia de que este no es en exclusiva el único punto de partida y mucho menos la explicación causal de los mismos. En algún punto de su infancia/juventud, en la oscura profundidad de una sala de cine o en el salón de su casa, bien en Little Rock (Arkansas) donde nació, bien en Texas o Carolina del Norte donde fue creciendo, David Gordon Green se impregnó del cine de Terrence Malick. Los flashbacks, como casi todas las cosas, se ven sucedidos por otros flashbacks. Uno de ellos, ya años después de los comentados visionados, fue el encuentro físico entre Malick y Gordon Green, relatado en off por este último a un periodista de The believer. El cruce tuvo lugar en un coffee shop indio de Beverly Hills y Gordon Green se guardó cuidadosamente el siguiente intercambio:

  • D.G.G.: “¿Qué haces durante los períodos de inactividad entre película y película, durante esos largos interludios?”
  • T.M.: “Hay muchas cosas en la vida que me gusta hacer y que no tienen nada que ver con el cine”(1).

No es difícil adivinar algunas de las inquietudes de Malick, expresadas a través de las imágenes y los sonidos de sus cuatro largometrajes hasta la fecha, su atenta y profunda dedicación a esas otras “muchas cosas en la vida (…) que no tienen nada que ver con el cine”, a las que dedica su tiempo entre rodaje y rodaje. Bien es conocida por todos, entre otras, su inconmensurable pasión/admiración por la naturaleza (omnipresente en su cine) y su adhesión a la narración en off para lograr trascender subjetivamente la historia que cuentan las imágenes. Del mismo modo tampoco es complicado substraer del cine de Gordon Green varios de sus puntos vitales de interés, que interactúan con algunos de Malick: también la naturaleza y el modo de reflexión subjetiva que incorpora mediante la voz en off o a través de los diálogos/monólogos que parecen recitar sus personajes. Por supuesto, hay singularidades en la forma en cómo uno y otro se sirven de todo esto, pero las resonancias poéticas y la responsabilidad documental que combinan sus personales puestas en escena –con algunos recursos más evidentes en el cine de Gordon Green (ralentizaciones, planos congelados, virajes cromáticos)- dejan entrever una sensibilidad extrema y comprometida a la hora de exponer sus preocupaciones fundamentales sobre la existencia.

Indagar en las vivencias que contiene una imagen difusa [una silueta humana de pie a la orilla del mar: prólogo de Undertow (2004)] o en las posiblemente contenidas por unos cuantas imágenes de archivo: la sucesión inicial de fotografías en Días del cielo (Days of heaven, 1978), las captadas por el estereoscopio del padre de Holly en Malas tierras (Badlands, 1973), los retratos de las figuras que George admira en George Washington (2000)… Todas ellas podrían aproximadamente describir mediante una delicada lírica histórica y existencial por dónde van los tiros a la hora de entrar en el territorio de estos dos realizadores.

 

2. Dicotomías vitales

En el cine de ambos planea siempre una tensión o conflicto entre parejas de conceptos: así las dicotomías entre individuo y sociedad, familia e individuo, naturaleza salvaje y civilización domesticada, pasado y presente. Los dos primeros filmes de Malick (Malas tierras y Días del cielo), así como la filmografía íntegra de Gordon Green se sitúan, antes de la estampida de los personajes, en comunidades pequeñas, casi microcosmos marginados. En estos núcleos rurales o industriales asistimos a la presentación de algún personaje que queda vinculado a la violencia a través de sus acciones y gestos. Ocurre con Kit en Malas tierras, con el tío Deel y el padre de la novia de Chris en Undertow, con el tío de George en George Washington, con Glenn en Snow angels (2007)… Los protagonistas de estos filmes, ya sea como agentes o pacientes, acaban penetrando en una dramática espiral y resultando víctimas de la misma. En ocasiones no es tanto el ejercicio de una violencia premeditada el centro de la narración, sino su aparición accidental y/o irremediable: la muerte aplazada del patrón en Días del cielo, la de Buddy en George Washington, la de la niña en Snow angels

Todos estos relatos acaban siendo de uno u otro modo un retrato del individuo que indefectiblemente necesita a “el otro” o a “los otros” en su intentona por alcanzar una dicha en libertad. Así van conformando familias atípicas la pequeña pandilla de George Washington, la enamorada pareja de Malas tierras, los novios clandestinos y la hermana menor de él en Días del cielo, los dos hermanos de Undertow… “Cuando caminas sin nadie que ría contigo o que coja tu mano, es otra clase de camino, ¿sabes?”, se expone en George Washington. En All the real girls (2003), otro estimulante trabajo de Gordon Green, el grupo de amigos adquiere una relevancia tal que será la amistad un obstáculo generador de conflictos cuando uno de sus miembros inicie una relación amorosa con la hermana de uno de sus colegas.

La intersección cinematográfica más directa entre Gordon Green y Malick se produjo a raíz del rodaje de Undertow. Malick apoyó el proyecto contribuyendo en su producción. El espectador había podido sentir algunos años antes la “huella Malick” en George Washington –reconocida por el propio Gordon Green-, pero Undertow, su tercer filme que sucedía a All the real girls, dejó entrever con mayor nitidez las convergencias con el autor de Ottawa a partir de sus gloriosas Malas tierras y Días del cielo.

 

3. El amor y la sangre

Es así cómo parecen acudir en espíritu y contenido las huidas emprendidas por la joven pareja enamorada de Malas tierras y los (pseudo)hermanos de Días del cielo al encuentro de los hermanos Chris y Tim en Undertow y hacia la pandilla de niños que protagoniza George Washington. Todos ellos forman parte de la que podríamos denominar como “una gran familia de inadaptados” que huyen o se apartan de la civilización sin un rumbo fijo en busca de un lugar seguro en el mundo, aunque muchos de ellos nunca lo consigan. El cine ha ido dando testimonio de ellos y conformando su retrato a lo largo y ancho de su historia. Los inadaptados se unen para sobrevivir y suelen elegir para ello los márgenes de la sociedad. Las aventuras literarias de David Copperfield, Tom Sawyer u Oliver Twist, el espíritu rousseauniano, la apología de la naturaleza y la contundente y clarividente crítica contra muchos aspectos de la civilización del Walden de H. D. Thoreau…, todos ellos podrían haberles pasado el testigo a estos cuantos compañeros de fatigas en celuloide.

La sangre, como líquido convocado tras un acto de violencia, y el amor en sus diversas manifestaciones (romántico, fraternal, entre amigos) son elementos que conectan a los personajes de Malick y de Gordon Green en los títulos mentados. Sus (anti)héroes suelen unirse además a raíz de una primera y fuerte conexión/comprensión: son seres excluidos en los ámbitos social y/o familiar convencionales. Kit, el James Dean de Malas tierras, una especie de asesino nato por accidente a quien deslumbra la idea de cómo será recordado, es un veinteañero al que no se le conoce padre ni madre, trabaja de basurero hasta que es despedido y con posterioridad y por poco tiempo más, en un matadero. De Holly, su ingenua cómplice y enamorada, sabemos -ella nos lo cuenta- que es huérfana de madre y que su padre es un progenitor ultraprotector que rechaza a Kit. Es justamente este proteccionismo desmedido, una anómala relación de posesión que establece el padre con su hija -similar al que establecen los padres con sus hijos en Undertow-, el desencadenante inesperado de la violencia.

Sucede algo parecido con los protagonistas de Días del cielo. Ni rastro de los progenitores. Consecuencia: familia atípica. Dos hermanos, Bill y Linda, que se hacen pasar por tres. Se suma Abby que, aunque en realidad es la novia de Bill, el grupo cree conveniente ocultarla bajo la identidad de hermana creyendo que así podrán avanzar en la vida con mayor facilidad. El derramamiento de sangre se hace esperar, pero también es augurado en off (como en Malas tierras o Undertow): “Conocí a un tipo llamado Ding Dong. Me dijo que la tierra entera se convertiría en una hoguera”, anticipa Linda. La llegada a unas tierras de cereal donde trabajarán infatigablemente liga sus caminos a los del rico y enfermo propietario que cae rendido ante Abby. De los planes codiciosos de Bill, que Abby debe ejecutar físicamente contrayendo matrimonio con el terrateniente, irá germinando la plaga de langostas, el asesinato del amo y la flameante y memorable hecatombe final. Esa naturaleza en llamas cual castigo bíblico contra la codicia humana nos devuelve a la retina el incendio de la casa provocado por Kit en Malas tierras. Una vez arranca el drama, los personajes no pueden hacer otra cosa salvo huir.

Diferentes son las motivaciones de John, el padre de Chris y Tim en Undertow, pero idéntico el cometido. Tras la muerte de su esposa, pretende un ostracismo social en un nuevo hogar ya que cree que “no hay recuerdos cuando te alejas de la gente”. Pero los recuerdos permanecen ahí, al pie de un antiguo retrato familiar y es más, acudirán en su búsqueda. Su temible hermano Deel, al estilo La noche del cazador (The night of the hunter, Charles Laughton, 1955), reaparece con oscuras intenciones para remover el pasado: venganza y codicia, materializada en unas valiosas monedas de oro con reminiscencias mitológicas. Chris y Tim viven en una especie de reclusión. El primero logra eludir de vez en cuando los duros trabajos de granja para citarse con su novia, pero como le sucediera al Kit de Malas tierras, el padre de la chica se opone. Por su parte Tim, el hermano pequeño, vive especialmente absorto en su microcosmos de libros clasificados por el olor y sus anormales y dañinas prácticas alimenticias.

 

4. Portadores del relato: “Espero que vivas para siempre”(2)

Para que el relato siga vivo, para que no se extingan sus protagonistas ni la unión entre ellos, debe existir alguien dispuesto a contarlo y alguien dispuesto a escucharlo. En Malas tierras Kit pretende dejar constancia de su paso por el mundo. Acude primeramente a un estudio de grabación privado para dejar una coartada falsa a las fuerzas del orden. Posteriormente, en la secuencia que transcurre en una lujosa mansión, monologará ante un dictáfono. Además, la voz en off de Holly convoca el relato. A través de una u otra estrategia narrativa, tanto Malick como Gordon Green parecen reivindicar el valor de la memoria, el legado oral como modo de transmitir los hechos y su rastro y de paso, subrayar que el pasado pesa y que está ahí por mucho que uno corra. Ahondar en esa dicotomía establecida entre pasado y presente sea quizá el único modo de proyectarse hacia un futuro esperanzador. En el epílogo de Undertow, Tim se hace con el punto de vista de la narración para exponer: “Solía confundirme. Solía confundirme con respecto a dónde empiezan y terminan las cosas. O con lo que pasa antes y después. ¿Qué pasó con mamá y papá? ¿Cruzaron el río? ¿Nos están mirando ahora? ¿Adónde iré?”.

Previa a la polifonía que Terrence Malick experimentaría en La delgada línea roja (The thin red line, 1998) y en El Nuevo Mundo (The New World, 2005), los portadores de sus relatos anteriores fueron mujeres: Holly en Malas tierras y Linda en Días del cielo. Ambas narran desde un hipotético presente hechos acaecidos en el pasado. Es casi imposible borrar la memoria, la experiencia vivida. Aunque Gordon Green también practica esa voz en off que va más allá de las imágenes, sus testigos mantienen con los acontecimientos una relación menos directa, no vivida tan de cerca como los narradores de Malick. Los trágicos sucesos vividos en Undertow por Tim y Chris nos son transmitidos por el abuelo en el prólogo. No obstante, esta voz solo introduce el relato, no lo acompaña íntegramente como Holly en Malas tierras y además, es alterado en su epílogo, pues es el nieto más joven, Tim, que sí ha vivido los hechos en primera persona, quien se encarga de finalizarlo. Se restablece el cordón familiar (abuelo y nieto) y la vida sigue.

En el caso de George Washington es Nasia, ex novia del difunto y discreta amante de George, quien nos introduce a los protagonistas y su entorno. Por otro lado y aunque no sean exactamente voces en off, Gordon Green inserta lúcidas y sorprendentes reflexiones en boca de los integrantes de la pandilla, pequeños niños grandes que observan el gris entorno vital y laboral que habitan sus mayores, adultos que “estuvieron enrolados en guerras y construyeron máquinas”.

 

5. Fugaces Robinsones

Transcurrida media hora de Malas tierras e iniciada la huida, Kit y Holly construyen su propio episodio de “vida en los bosques”, asisten a una especie de paraíso efímero conviviendo entre árboles y animales. Una vez asesinado el padre y destruidos todos los rastros en un magnífico incendio de la vivienda familiar, la pareja se instala en la naturaleza salvaje construyendo su casa en un árbol. La memorable música de George Lipton se encarga de marcar la transición. Conscientes de su condición de prófugos conciben varias instalaciones no solo para resguardarse de las inclemencias temporales y de la noche, sino de los posibles perseguidores que les siguen la pista, cazadores de recompensas a los que Kit también se encargará de hacer morder la tierra. De este modo Kit diseña varias trampas de defensa, una serie de escondites camuflados bajo el suelo y cada día eligen una nueva contraseña para avisarse de los posibles peligros.

Igualmente disfrutarán de sus “días del cielo” en la película homónima de Malick el trío conformado por Abby, Bill y Linda. En Undertow también sus protagonistas gozan de algunos paréntesis de felicidad, aunque en un interludio más breve y situado en un desguace de automóviles, entre hierros, cuerdas y plásticos desechados. Ese cementerio de coches se convierte durante unos días en la guarida de Chris y Tim hasta la reaparición de su tío. Antes también habíamos asistido al jovial juego entre los dos hermanos bajo el cielo de una noche lluviosa.

 

La felicidad parece ser una composición de momentos jubilosos, de gozos efímeros rememorados con cierta melancolía. Tanto Malick como Gordon Green dejan constancia de cómo sus personajes, por muy fatídicas que resulten las historias en las que se ven involucrados, fueron felices. Al menos, durante unos instantes.

 

(*) Los fotogramas empleados para ilustrar este texto pertenecen a filmes de Terrence Malick (Malas tierras, Días del cielo) y David Gordon Green (George Washington, Undertow).

(**) Para la redacción de este artículo han sido de inestimable ayuda las siguientes fuentes: Shangri-la. Derivas y ficciones aparte: Carpeta Terrence Malick, por varios autores; Tren de sombras (Las cartas de El Nuevo Mundo: Primera Carta (José Manuel López Fernández), Segunda Carta (Israel Paredes), The believer (entrevista de George Ducker a Gordon Green).

 

(1) David Gordon Green en la entrevista que concedió a George Ducker en noviembre de 2006 para la revista mensual The believer. Entrevista íntegra aquí.

(2) Nasia en George Washington.