Los archivos Truffaut

La exposición sobre el autor de Los 400 golpes

 

Que reste-t-il de nos amours?” (“¿Qué queda de nuestros amores?”), cantaba Charles Trenet en la escena de apertura de Besos robados (Baisers volés, 1968), apelando a los amores perdidos y la nostalgia del tiempo pasado. En la película, Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud) ha perdido la inocencia después de un desengaño amoroso —en El amor a los veinte años (Antoine et Colette, 1962)— y empieza a vivir su vida de adulto. “¿Qué queda de nuestros amores?” es una interrogación vital que podría resumir perfectamente la obra de François Truffaut, en la cual el amor deviene leitmotiv —recordemos la celebre frase de Fanny Ardant en La mujer de al lado (La femme d’à côté, 1981)—: “Ni contigo ni sin ti.

detalle-Truffaut-expoLa pregunta de Trenet podría servir de subtítulo a la exposición sobre el cineasta francés que programa la Cinemateca Francesa hasta el mes de febrero de 2015. La exposición acoge una cantidad colosal de documentos de toda clase sobre Truffaut, su vida y su obra, además de programar toda una serie de eventos relacionados (conferencias, seminarios, visitas temáticas). Lo que nos queda del que fue uno de los mas grandes cineastas franceses de toda la historia. Entre paseo nostálgico y museo imaginario, esta exposición conserva y revive la memoria del realizador a través de la exhibición de los documentos que él mismo almacenó a lo largo de su vida. Y los “archivos Truffaut” son tan o más abundantes que su prolífica obra.

La primera sala nos da una idea de la concepción de esta muestra: un panel en vidrio transparente en el que se presentan, suspendidas sin un orden aparente, toda clase de documentos relacionados con el cineasta (extractos de películas, ejemplos de su correspondencia, fotografías de rodaje y entradas de cine, entre otros). La encargada de esta misión en los enriquecimientos de los archivos de la Cinemateca, Florence Tissot, explica que esta superposición de hojas de vidrio llenas de imágenes y documentos pretende solicitar la memoria del espectador a través de la idea de reminiscencia. Porque la exposición parte del principio de que todo el mundo conoce a François Truffaut, que todos hemos visto, en algún que otro momento de nuestras vidas, una película suya, oído su voz, visto su rostro (un poco como con Alfred Hitchcock —la simbiosis no hace más que empezar—).

Cahiers-du-cinemaLa configuración de la exposición responde a la voluntad de los comisarios de integrar diferentes aspectos como el periodo crítico, las obras fílmicas, la proyección internacional y el legado de Truffaut. Así, tras un comienzo cronológico (un recorrido por la infancia y adolescencia del cineasta), el itinerario sigue por el periodo crítico en Cahiers du cinéma (con una impresionante pared cubierta por antiguos ejemplares de la revista) y por el periodo Nouvelle Vague, dedicando un interés especial a la figura de Antoine Doinel y su “educación sentimental” (y, por supuesto, a los paralelismos entre el cineasta y su actor fetiche). A continuación, llegamos a la sala central de la exposición, de la cual hablaremos más abajo, dedicada a las pasiones amorosas. Los espacios que siguen están dedicados a la banda sonora de las películas (en la cual podemos escuchar algunas de las canciones más emblemáticas), al trabajo de Truffaut con los niños (“Filmar la infancia”), y termina con la presentación de diferentes documentos que muestran el impacto internacional del cineasta. Como cierre de la exposición, la periodista y cineasta Axelle Ropert nos propone un cortometraje en el cual diversos jóvenes actores y actrices del cine francés se prestan al juego de “Cómo ser truffautiano en 2014”. Personalmente, y aunque es una manera original de poner fin a la exposición, este filme parece un poco fuera de lugar puesto que, si la iluminación y el grano de la película pueden recordarnos los casting de Truffaut, no hay ni punto de comparación entre estos —por ejemplo, el casting de Marie Dubois para Tirad sobre el pianista (Tirez sur le pianiste, 1960)— y el ejercicio propuesto por Ropert. Ni la espontaneidad ni el feeling entre director y actor son los mismos y, aunque las respuestas de los actores nos hacen reír en un par de ocasiones, nos quedamos con una sensación de trivialidad.

La sala central de la exposición está dedicada, como no podía ser de otra manera, a las mujeres truffautianas y al amor. La forma circular del espacio (como un cinerama) nos permite posicionarnos en el centro para admirar el trayecto amoroso en la cinematografía de Truffaut. Bajo la frase Ni contigo ni sin ti, antes mencionada,, las actrices y los personajes de su filmografía se presentan como un todo formando una radiografía del estado amoroso. En las películas de Truffaut, la mujer y el amor son inseparables, puesto que para el cineasta la mujer es ante todo un ser amante, es decir, fuente y recipiente del sentimiento amoroso. La pasión ciega y absoluta dirige a todos los personajes femeninos de sus películas, siguiendo la máxima expresada por Isabelle Adjani en Diario íntimo de Adela H. (L’histoire d’Adèle H., 1975): “Mi religión es el amor. Acusado en distintas ocasiones de transmitir un discurso burgués y anacrónico, la visión femenina de Truffaut es, sin embargo, bastante moderna y reivindica derechos como el de poder ser a la vez un fantasma sexual y una mujer de carne y hueso. Porque como dice Delphine Seyrig en Besos robados: “No soy una aparición, soy una mujer… Es todo lo contrario. Por ejemplo, esta mañana, antes de venir, me he maquillado, me he empolvado la nariz… Me decís que soy excepcional. Es verdad: soy excepcional. Todas las mujeres son excepcionales, cada una en su momento”. Podemos decir sin miedo a equivocarnos que el cine de François Truffaut es una declaración de amor y admiración a todas las mujeres. El haber creado la exposición en torno a este motivo responde así a una evidencia.

cartel-400-golpesEl hecho de que los documentos audiovisuales no sean el núcleo de la exposición tiene una simple explicación, puesto que la exposición ha sido pensada como la de un escritor. Es la exposición de un archivista, pues dentro de la Nouvelle Vague, Truffaut, junto con Eric Rohmer, es el cineasta de lo novelesco. Por este motivo la gran cantidad de documentos presentados se pretende un homenaje al artista cuya gran obsesión, a parte del sentimiento amoroso, era almacenar cualquier cosa que tuviera relación con el cine. Es precisamente esta característica la que permite el diálogo entre todas sus películas y que confiere tal profundidad y coherencia a su obra. Desde su adolescencia, cuando empieza a ir al cine clandestinamente en vez de ir a la escuela, Truffaut recoge y acumula entradas de cine, cartas de sus amigos, boletines de adhesión a su cineclub, recortes de diarios y revistas, etc. Progresivamente empieza a crear dossiers temáticos que le servirán años mas tarde para la elaboración de sus guiones. Porque el cineasta francés se sirve de la vida real para escribir sus películas. Por poner un ejemplo, encontramos en uno de sus dosieres un recorte de France Soir en el que se relata la historia de una joven de diecinueve años que se fuga con su yerno. Esta idea subyace en la mente de Truffaut desde 1965 (fecha del recorte del diario) hasta 1973, cuando la incluye en La noche americana (La Nuit Américaine). Entre las páginas de los archivos encontramos también el folleto de una publicidad de un detective privado (“Detective Dubly”), en la cual el personaje hace el mismo gesto (cubrirse el rostro con un diario) que veremos repetir a Antoine Doinel en Besos robados. En el cine de Truffaut no solo los motivos circulan entre película y película sino que circulan entre literatura, prensa, música y cine.

A través todos estos documentos, la exposición nos inicia al método de trabajo del cineasta a la vez que nos acerca a su infancia, a sus pasiones y a sus obsesiones. Nunca llegaremos a saber lo que persiste de nuestros amores, o de los amores de Trenet, pero sí que sabemos lo que nos queda del gran cineasta que fue François Truffaut. Podemos verlo en la Cinemateca Francesa hasta el primero de febrero del año que viene. Esperemos que la exposición se exporte a otros países y que podamos llegar a verla en las filmotecas o museos españoles.

 

© Lucia Miguel, enero 2015