Sitges 2014 (4): Annabelle / Home / Honeymoon / The Guest

Las posesiones y las confusiones de identidad son el caldo de cultivo de buena parte del fantástico. Quizás por eso esta edición del festival ha decidido rendir un sutil homenaje a este leitmotiv y disfrazarse a la vez del difunto BAFF (Barcelona Asian Film Festival) y de la Semana Negra de Gijón, pues tanto el cine asiático como los thrillers se apelotonan en la selección de títulos de Sitges 2014 y ahogan la etiqueta “fantástico” del certamen.

De las casi cuarenta películas de la sección Noves Visions, trece son asiáticas; pero además, el cine oriental cuenta con su propia sección, Focus Asia, que incluye doce títulos más. En lo que al thriller se refiere, la sección Oficial Fantàstic Òrbita es un nido para este género y cuenta con filmes como ’71, A Hard Day, Cold in July, Colt 45, Starred Up… Todos ellos sin ápice de fantástico, aunque francamente interesantes.

 

Usurpaciones

De la factoría Wan hemos podido ver ya Annabelle, el spin-off de la muñeca homónima de Expediente Warren (James Wan, 2013) que es al mismo tiempo precuela de esta. No es ningún secreto: Wan es el rey Midas del cine de terror, pues de prácticamente todo lo que lleva a cabo logra crear franquicias con las que alimentar el género y, de paso, los estómagos de varios de sus colaboradores. Annabelle está dirigida por John R. Leonetti, su habitual director de fotografía, y fue recibida en su primer pase en Sitges con abucheos y silbidos. La película, que no trata de revolucionar el terror ni dar un giro a las historias de muñecos poseídos, es un ejercicio elegante de género que, más que mirarse en el slasher de Muñeco diabólico (Tom Holland, 1988), juega en la liga de casas y objetos encantados del mundo sobrenatural de Poltergeist (Tobe Hopper, 1982). Wan es un viejo conocido del universo de los muñecos, no en vano en prácticamente todas sus películas son objetos fetiche que esconden opacas historias tras de sí. Annabelle, pues, tiene mucha de su esencia como creador.

ANNABELLE

Con ese aroma a serie B ochentera, hubiese sido una excelente propuesta para la segunda película de las sesiones dobles de años ha. En esa condición de subproducto, Annabelle encuentra su lugar de pertenencia y su perfecto funcionamiento, pero sacarlo de ese hábitat para tratarla como una película individual le hace flaco favor. La paciencia y cierta mirada inocente son condiciones sine qua non para que Annabelle funcione, de ahí (creemos) que su recibimiento haya sido tan tibio.

En Home nos hallamos ante otro demonio que habita un objeto. Sin embargo, y quizás por esto Annabelle nos parece un título muy reivindicable dentro del género, la película de Nicholas McCarthy tiene un serio problema de montaje y sufre falta de confianza en lo visual. En la primera mitad del filme, el punto de vista varía hasta tres veces de acuerdo con los diferentes cuerpos que el demonio va poseyendo (lo que nos recuerda, por estructura, a Winchester 73 –Anthony Mann, 1950– en clave de terror), pero las dificultades surgen cuando a Home le urge asustar a toda costa y para conseguirlo recurre a los socorridos golpes de efecto sonoros. Aunque el trabajo con la atmósfera sea notable, se nos antoja que, con otro tratamiento de montaje y sonido, Home sería capaz de generar mucho más suspense y terror, y lograría no frustrar con soluciones efectistas. Ya para cuando la historia se ha centrado en el tercer cuerpo poseído, el espectador está ensordecido ante tanto aturdimiento y, muy posiblemente, fuera de ese trágico mundo paranormal.

honeymoon

En Honeymoon (Leigh Janiak), una pareja de recién casados está disfrutando de su luna de miel en una vieja casa familiar en el bosque. Pronto Bea se empieza a sentir mal y, buscando no preocupar a Paul, su marido, oculta (o trata de hacerlo, como mínimo) todos aquellos estados que salen de lo común: sonambulismo, pérdida de memoria… La película plasma con su ambientación gradualmente oscura el interior de la protagonista, el pavor ante los cambios de su cuerpo y la desaparición de su personalidad a medida que algo va invadiendo su ser.

Como ocurre tanto en los giallos, Honeymoon muestra una usurpación de identidad que solo afecta a las mujeres. En un ejemplo más de sobreinterpretación, jugamos con la idea de que la directora del filme plantea cómo al contraer matrimonio una mujer modifica sustancialmente el carácter, la personalidad y, por supuesto, el rol que antes jugaba en la sociedad.

THE GUEST

Otra clase de usurpación es la que lleva a cabo David, el invitado de The Guest, pues tiene poco que ver con las posesiones infernales, aunque sea quizá una de las más drásticas. Si en Tú eres el siguiente (2011) Adam Wingard y Simon Barrett llevaban las reglas conservadoras y adolescentes del slasher al ámbito familiar y a la lucha de clases, en The Guest convierten un thriller en un slasher con un psychokiller que calca el hieratismo de Ryan Gosling en Drive (Nicolas Winding Refn, 2011) y que cuenta con una dirección de fotografía similar a la que Newton Thomas Sigel empleó en dicha película. Básica es, por lo tanto, la actuación de Dan Stevens, capaz de contener en una sonrisa todo el odio del mundo; y en una simple mirada, la más terrible de las amenazas. Gracias a ese personaje misterioso que avanza con su propio código normativo, la película llega a un tramo final de aires ochenteros en que un pasillo del terror para Halloween se convierte en el escenario perfecto para una matanza final. Las explicaciones de su resolución, por incongruentes y banales, solo hacen que subrayar el sarcasmo que arropa toda la primera parte del filme, donde el contraste entre los códigos sociales y las extrañas formas de ese extraño ser que es David generan momentos de risa congelada, como los que podría levantar la aparición de un extraterrestre que tratase de adaptarse a nuestro mundo sin ápice alguno de inocencia.

 

© Mónica Jordan paredes, octubre 2014