80ª Mostra de Venecia

Ocho de Ochenta

A modo de repaso, he aquí ocho instantes (planos, secuencias, líneas de diálogo, etc.) de ocho películas que de un modo u otro acabaron definiendo la experiencia del autor en su paso por la edición número 80 de la Mostra de Venecia.

Una línea de diálogo: Poor Things (Yorgos Lanthimos, 2023)

A diferencia de otras películas de Yorgos Lanthimos, Poor Things, ganadora del León de Oro de la Biennale 2023, insiste a lo largo de todo su metraje en la necesidad de la empatía y la compasión, e incluso cuando abraza la oscuridad, lo hace partiendo de que a veces es imprescindible pasar por no sentir nada de cara a conseguir la energía necesaria para salir del mundo de la rabia. Se trata de una película donde sus personajes explicitan que no les gusta el amor por la crueldad o por el cinismo, y que habla también del afán por el dinero o la brutalidad como diversas formas de enfermedad. Su protagonista, una increíble Emma Stone en el papel de Bella Baxter, tiene el cuerpo de una adulta pero la mente de una niña, y esa es la excusa que el director griego utiliza para aportar una visión del mundo como un lugar fantástico, fresco, nuevo, donde cada descubrimiento va acompañado de reacciones genuinas que pueden ir de la pataleta a la excitación. Bella es el producto de un experimento científico a cargo de un mad doctor, y la película se centrará en mostrar el arco de transformación de la protagonista una vez decida salir a ver el mundo por primera vez.

«Poor Things»

En ese sentido, uno de los grandes instantes de la cinta pasa por el descubrimiento de su cuerpo a cargo del personaje principal. Tras un primer encuentro sexual con un vividor interpretado por Mark Ruffalo, la protagonista se pregunta “¿por qué la gente no hace esto todo el tiempo?”. Fue sobre todo a partir de esa frase cuando Poor Things se reveló como algo mucho más valiente y arriesgado de lo que parecía en un inicio: a través de una serie de encuentros sexuales, el discurso de la película se complejiza y se introduce de lleno en la controversia para mostrar a Bella adquiriendo no sólo una conciencia sexual, sino también una política. Así, cuando más adelante alguien increpe a la protagonista por la libertad con la que encara su deseo, ella responderá un sucinto “We are our own means of production”. Lanthimos nunca deja de tratar al personaje con absoluto respeto y entendimiento, y el modo en que rueda el sexo en la película, donde nunca se objetivizará a su protagonista pero tampoco por ello dejará de situar el tema en primer plano, es uno de los grandes aciertos de la misma. Producida a su vez por Emma Stone, creo también que Poor Things es uno de esos casos donde la política del autor y la del actor van juntas de la mano.

Un plano: Maestro (Bradley Cooper, 2023)

Uno de los primeros planos de la película dirigida, escrita, producida y protagonizada por Bradley Cooper muestra a un joven Leonard Bernstein en la esquina derecha de un encuadre en penumbras. Todo el plano es en blanco y negro, y, aunque apenas se ve nada, un reguero de luz remarca un rectángulo gigantesco en la profundidad de campo. ¿Se trata de un escenario tapado todavía por el telón? ¿Está Bernstein en uno de esos recintos que harían de él uno de los compositores y directores de orquesta más importantes del siglo XX? Hay algo que no encaja, tal vez la propia postura del compositor, como si estuviese sentado en el vacío, en una perspectiva que hace difícil comprender el espacio. Suena el teléfono y Bernstein descubre en la llamada que el director de orquesta asignado para el concierto de esa noche en el Carnegie Hall no podrá asistir y él es la primera opción como sustituto oficial. La alegría y la excitación hacen que abra las cortinas y sólo entonces descubrimos que, lo que parecía un escenario, era en realidad la gigantesca ventana de una habitación, situada justo encima de una cama. Lo que parecía lejos estaba en realidad cerca, y observamos también cómo en el lecho aparece un hombre desnudo, al que inmediatamente Bernstein, extremadamente feliz por la noticia, da un cachete cariñoso en el trasero. El protagonista sale corriendo del cuarto y el movimiento de cámara nos lleva, siguiéndolo sin cortes en una elipsis espacial y temporal, hasta el escenario donde Bernstein debutará y que marcará un antes y un después en la historia de la música clásica estadounidense. El plano acaba poniendo el atril y la partitura del concierto en el centro de la imagen. De este modo, la película muestra su gran apuesta desde el comienzo: asistiremos, en primer lugar, a la vida íntima del compositor, y sólo después a su obra artística. Pero esa obra siempre está presente al fondo del plano o en el fuera de campo, marcando la vida del director de orquesta. La “inner life” y la “outer life” de las que habla el personaje de Bernstein en otro instante de la película ya se remarcan desde la puesta en escena. Y también surgirá una rima más adelante en la cinta cuando, en otro plano secuencia impresionante, Cooper registre Resurrección, la Sinfonía n.º 2 en do menor de Mahler, en el concierto en la catedral de Ely para, en esta ocasión, finalizar el plano con la presencia de su esposa como testigo. Si alguien ha entendido bien el melodrama en este festival, así como la consecuente e indivisible unión entre música y sentimientos, ese ha sido Cooper.

«Maestro»

Una secuencia: La Bête (Bertrand Bonello, 2023)

Una de las presencias más persistentes de la última película de Bertrand Bonello está paradójicamente fuera de campo: estamos ante una historia de amor contada a través de los miedos paralizantes, y cómo muchos de esos miedos acaban siendo la base del pánico y la ansiedad. En realidad, estamos hablando de algo intangible, conceptual, y tal vez “demasiado terrible como para expresarlo en palabras” (sic). Uno de los recursos que utiliza el director y guionista francés para hablar de esa bestia, pasa por personificar el terror individual a través de la idea de unos desastres naturales globales que están por llegar. Así, los incendios, terremotos o inundaciones representarán la tragedia que quizás está por venir y que seguro impide avanzar. Una de las secuencias más bellas y tristes de la película adoptará esa idea de manera literal: a comienzos del siglo XX una pareja de enamorados que todavía no han dado el paso, se ven sorprendidos por las inundaciones de París en una tienda de muñecas. Se trata de un augurio, pero también de una realidad, y esos dos cuerpos se verán obligados a bucear para intentar no caer. La película, que está narrada en tres tiempos distintos, viajará al presente y al futuro y el agua también tendrá peso en esos otros dos escenarios, si bien es sobre todo el recuerdo de aquella secuencia el que actuará de catalizador para nosotros como espectadores. Bonello consigue ahí algo realmente complicado: utiliza un desastre físico de manera metonímica, pero lo que nosotros sentimos es el peso psicológico. Si, tal y como se dice en la cinta, “los sentimientos son el comienzo de las emociones”, la inundación en La Bête es el comienzo de los sentimientos. Pese a irse de vacío en el palmarés, Bonello nos dio una de las mejores películas de todo el festival.

«La Bête»

Un montaje paralelo: El Conde (Pablo Larraín, 2023)

Lejos del mundo, en una inmensa mansión decadente en una isla chilena, una monja contable interroga a los hijos de Pinochet para recabar toda la información posible acerca de dónde escondió el dictador todo el dinero que robó a lo largo de su vida. No pretende impartir justicia, sino ayudarles a recobrar su herencia. Al mismo tiempo, un montaje paralelo nos muestra al mismo dictador, que sigue vivo y es en realidad un vampiro, yendo de caza por primera vez en mucho tiempo. Pinochet lleva traje militar y capa, y vuela en plano cenital por las calles de la Santiago de Chile actual, pero está desentrenado y ataca torpemente a un anciano sin acordarse exactamente de que la sangre de este no le proporcionará la energía buscada. Por un lado tenemos a los vástagos del dictador reconociendo las malversaciones y corruptelas llevadas a cabo por su padre, justificándolas, y revelándose tan patéticos como sólo pueden serlo aquellos a los que lo único que les interesa es el dinero. Por otro lado asistimos a un intento de resurrección de un dictador que hasta entonces buscaba la muerte, decepcionado con una nación que le había dado la espalda no tanto por sus crímenes como por su afán recaudatorio. La sátira de Larraín, siempre ocurrente —aunque no siempre divertida—, que se llevó el premio al mejor guión en el festival, establece con esta idea un paralelismo entre diversas generaciones: si en No (2012) ya se jugaba con la idea de que Pinochet perdió pero su neoliberalismo triunfó en Chile, en El Conde se habla de un legado absolutamente corrompido. Resulta muy sugerente que una cinta construida alrededor de la figura de un dictador no se centre únicamente en sus crímenes humanos sino también en los económicos porque de algún modo desmitifica cualquier imagen ilusoria y se centra en ampliar el campo de denuncia a temas más mundanos. Ya sea desde la escatología o revelando al dictador como un ladrón, Larraín utiliza el fantástico y el esperpento para retratar una realidad histórica que fue todavía más grotesca que su película. Y la idea de unir estas dos secuencias en un montaje paralelo, potencia precisamente esta idea: el conde es sin duda alguna el mal, pero los vampiros no son únicamente aquellos que se dedican a morder cuellos.

Un desenfoque: Aggro Dr1ft (Harmony Korine, 2023)

¿Cómo destacar una única decisión de una obra río como esta donde la estructura narrativa apuesta por el todo? ¿Cómo hablar de Aggro Dr1ft en términos cinematográficos cuando, quien esto escribe, apenas tiene claro que realmente estemos ante una película? Rodada enteramente con cámaras de infrarrojos, a priori el director Harmony Korine cuenta la historia de un asesino a sueldo que ha de enfrentarse a otro asesino, pero lo hace a través de un monólogo interior donde el espacio y el tiempo se fusionan en un conjunto térmico y la trama se revela como excusa. Más allá de eso, la posproducción convierte esas imágenes en un territorio cercano a la animación y a lo multimedia. Así, por ejemplo, los tatuajes de los cuerpos de los protagonistas se mueven en pantalla de forma continua como si estuviesen siendo dibujados en vivo, pero los personajes también adquieren alas o cuernos en un acumulado digital que hace que la indefinición sea paradójicamente precisa. Más que una secuencia como tal, me gustaría destacar una serie de planos: hay un instante en el que Korine decide jugar al enfoque y al desenfoque. El rostro térmico, apenas vislumbrado, de Jordi Mollà, de repente desaparece del perfil de su cabeza. Pasamos de atisbar su barba (uno de los pocos rasgos que definen al personaje) a ver el vacío en una mancha de color. Es en esos instantes donde la abstracción más se apropia de la obra: no necesitamos ver para identificar, pero es que ni siquiera necesitamos intuir para entender (“Find your own evolution”, se asegura en uno de los diálogos de la cinta). A través de colores plenos y cambiantes (“Follow the light”), seguimos el viaje. Sigo sin tener claro si Aggro dr1ft es cine u otra cosa (“The old world is no more”), pero sí que sé que la experiencia en la sala resultó algo inolvidable.

«Aggro dr1ft»

Un gag: The Palace (Roman Polanski, 2023)

Si por algo recordaré siempre esta Biennale probablemente sea por el pase de la última película de Roman Polanski. Hay algo mágico en que las primeras imágenes proyectadas de una cinta sean las primeras que veas de la misma, sin estar contaminado por tráilers o imágenes promocionales. Del mismo modo, el no disponer de información previa sobre una película, hace que uno se entregue a la sorpresa sin ningún tipo de expectativa. En ese sentido, lo único que sabía acerca de The Palace antes de iniciarse la proyección era que la cinta transcurría en un hotel suizo en la nochevieja de 1999. Y ya desde el primer plano secuencia, donde el encargado del hotel alecciona a sus empleados acerca de las complejidades que previsiblemente enfrentarán esa noche, se olía algo raro en el ambiente. Pese a haber chistes en pantalla, la sala estaba penetrada por un intenso silencio. Cuando los invitados al hotel comienzan a ser presentados, la sorpresa dio enseguida paso a la estupefacción: ¿Eran las grotescas elecciones de rostros en ese casting una apuesta paródica? ¿Pretendía el tono, tal vez, incomodar a través de una especie de posthumor? ¿Me había confundido de sala acaso y estaba ante alguna cinta de la RAI a la que se le había ofrecido un puesto fuera de competición debido a algún compromiso del festival? A medida que la película avanzaba cada uno de los gags tropezaba y lo que había comenzado siendo una propuesta fallida se convertía en un desastre sin fondo. Podría destacar mil imágenes e ideas increíbles (en la acepción de no dar crédito) de la película, pero aquella que todavía resuena en mis pesadillas es la inclusión de un pingüino digital que uno de los hospedados compra como regalo de bodas para su esposa. El pingüino se pasea por el hotel a medida que avanza la trama, y acaba (spoiler) siendo ¿penetrado? por el perro diarreico de otra de las mujeres alojadas en el recinto. Las razones por las que Polanski decidió rodar esa secuencia a sus noventa años escapan a cualquier razonamiento lógico. Eso sí: para mí, como experiencia, supuso algo irrepetible. Agradecí sobremanera asistir a aquella proyección en su primer pase, antes de que nadie me avisara de lo que se venía encima. Ese pingüino para mí tiene ya tanta importancia sentimental como las manos saliendo de las paredes de Repulsión (Repulsion 1965) o la venda en la nariz de Chinatown (1974). En el fondo, un festival de cine consiste en encontrar motivos visuales que, para bien o para mal, sepas que te acompañarán toda la vida. 

«The Palace»

Un prólogo: The Killer (David Fincher, 2023)

De entre todos los capítulos en que se divide la nueva película de David Fincher, el prólogo es tal vez el más sugerente. Un asesino a sueldo prepara su misión en un edificio de oficinas. Frente a su ventana tiene un hotel en el que se hospeda su objetivo y al que ha de disparar desde la distancia. Su voz en off repite como un mantra un resumen de su código de conducta y, mientras tanto, asistimos a la preparación física y mental del criminal: Stick to your plan. A través de la distancia entre los edificios, Fincher nos ofrece una versión actualizada de La ventana indiscreta (Rear Window, Alfred Hitchcock, 1954) desde el punto de vista de un asesino y nunca se saldrá de esos parámetros y enfoque. Trust no one. El asesino encarnado por Michael Fassbender se encuentra solo, siempre atento, ejercitando su cuerpo y su mente con el yoga, relajándose con su playlist de Los Smiths, planificando el tiro pero también las huellas que no puede dejar por el camino. Forbid empathy. El visor del fusil del asesino apunta a todo el mundo, desde trabajadores del hotel a niños, en un juego perverso que nos recuerda la imposibilidad de posicionarse con el protagonista. Anticipate, don´t improvise. El montaje adquiere un ritmo frenético del tiempo y el espacio de la espera donde no sobra ni falta un solo plano, como si se tratara de un puzzle perfecto. Never yield an advantage. El plan no está exento de posibles percances imprevistos, desde una visita inesperada a su centro de operaciones a los múltiples acompañantes de la persona que ha de matar y que entorpecen su campo de visión. Fight only the battle you´re paid to fight. La rutina y el aburrimiento se convierten en figuras clave de la secuencia: para ser un asesino hay que ser, ante todo, un perfeccionista, una persona paciente y un observador. Ask yourself «What´s in it for me?» Resulta imposible no pararse a pensar en la identificación de Fincher con este protagonista obsesivo, capaz de repetir cien veces un mismo proceso hasta dar con el instante perfecto en el que disparar. Empathy is weakness. Weakness is vulnerability. Nos encontramos totalmente posicionados del lado de un asesino sin que se nos haya mostrado ningún rasgo positivo del mismo más allá de su código de trabajo. This is what it takes if you want to succeed. Paradójicamente, la resolución del prólogo nos cuenta un fracaso. Este sirve como detonante de la trama y como la excusa que permite a Fincher abandonar ese escenario vaciado para comenzar su viaje por un mundo repleto. Toda The Killer es magnífica, pero sus primeros quince minutos se encuentran directamente entre lo mejor del cine del año.

«The Killer»

Un plano fantasma: Sobre todo de noche (Víctor Iriarte, 2023)

Tuve la suerte de ver una de las últimas versiones de montaje de Sobre todo de noche unos meses antes del estreno y hubo un plano que se me quedó grabado: una mujer coge y abre un cuaderno repleto de direcciones y de números de teléfono de una mesita repleta de libros. Se encuentra sentada en el centro del sofá de un salón, con un mapa gigante de Madrid enmarcado en la pared y estamos en los últimos y calurosos días del verano. El plano como tal no era especialmente bello, especialmente teniendo en cuenta las mil ideas destacables que hay en el resto de encuadres de la película, pero de algún modo me resultó significativo y reverberó en mí. Cuando volví a ver la película de Víctor Iriarte en Venecia me sorprendí al descubrir que ese plano no estaba en la película: ¿tal vez lo habían sacrificado en la última edición? Tras hablar con parte del equipo me di cuenta de que el plano no había caído, sino que nunca había estado. Se trataba de un plano fantasma, uno que yo me había inventado rellenando huecos, dándole cuerpo a un fuera de campo posible (o no). El mundo retratado en la magnífica Sobre todo de noche ya no pertenecía únicamente a la cinta, sino a todos aquellos que nos hemos imaginado el antes y el después, la izquierda y la derecha, el arriba y el abajo, y en general todo aquello que se sale de sus márgenes.

Me pregunto cuántas de las películas vistas en Venecia acabaré recordando por esos instantes inventados donde las rimas llegan con aquello visto en la sala y aquello que sentimos fuera de ella. Me pregunto también si alguna de las secuencias descritas en este texto se corresponden con una cierta irrealidad. También me gusta pensar que habrá ocasiones en que una película me recuerde a otra que haya visto en la sesión inmediatamente anterior o posterior, creando así una coralidad de cintas independiente a las intenciones de sus autores. Creo incluso que seguramente sea capaz de vincular alguna de estas obras a la copa de vino o la pizza que tomé aquel día en el Lido, así como a las conversaciones y los encuentros mantenidos. un festival fílmico también es eso: vivir el cine desde fuera del cine y sentir las huellas de los espectros tanto dentro como fuera de la sala.

El plano fantasma de «Sobre todo de noche»

 

© Endika Rey, septiembre de 2023