Ne change rien

 

Música en claroscuro

 

En cierto festival de cine, el director portugués Pedro Costa y la cantante francesa Jeanne Balibar se encuentran y pasan una semana entera asistiendo a proyecciones y compartiendo experiencias. El sentimiento de afinidad surge entre ambos y el intercambio de creaciones deviene en constante. En medio de esta amistad naciente, el ingeniero de sonido Philippe Morel constituye el vínculo entre los dos artistas y actúa como el “instigador” del proyecto Ne change rien (Pedro Costa, 2009).

Ne change rien es un proyecto original que nace del encuentro entre distintas sensibilidades artísticas y que se concreta en cien minutos de música, de rostros en claroscuro, de miradas cómplices. Entre ensayos, conciertos y clases de música, la presencia de Pedro Costa no se impone, sino todo lo contrario: el realizador prefiere hacerse a un lado y dejar que la vida se cree ante sus ojos, siguiendo su propio proceso.

Lo sorprendente de esta obra es su originalidad en lo que respecta al género. La negación de la estructura y la técnica del documental es una constante de esta pequeña joya cinematográfica, llegando a constituir, si no su esencia, su mayor interés. La ausencia de la voz en off y del comentario, así como de las entrevistas, supone un rechazo a los códigos establecidos del cine documental. De este modo, la cámara-ojo (como el Kino-Glaz de Dziga Vertov), que en el documental convencional se hace visible la mayoría de las veces a través de la interpelación directa (la mirada a la cámara), queda relegada a un rincón desde donde, escondida, espía el proceso creativo de Jeanne Balibar y sus músicos.

Pedro Costa se interesa indudablemente por el acto de creación, por sus mecanismos y motivaciones. Tras filmar el proceso creativo de una pareja tan prolífica como Jean-Marie Straub y Danièlle Huillet (Où gît votre sourire enfoui?, Pedro Costa, 2001), el realizador portugués se lanza a la exploración del universo musical de Jeanne Balibar para desvelar “el momento justo” (el definido por Henri Cartier-Bresson) en el que la creación aparece de las manos de su autor. La narración nace del instante de vacilación, momento suspendido en el tiempo que apela constantemente a su tiempo futuro: la ficción se crea en el salto de un momento al otro, lentamente y a sobresaltos, una mirada, un gesto de fatiga, una melodía susurrada se convierten en indicios, pistas, en la búsqueda común de Costa, Balibar y los músicos.

En Ne change rien todos buscan a tientas alguna cosa, están atentos al surgimiento de algo que releve de la vida. Los participantes entran en el juego del modus operandi del portugués: a pesar de las limitaciones técnicas del arte de filmar, la observación y la espera triunfan sobre la planificación. Pero, ¿qué busca Pedro Costa? El realizador portugués utiliza la cámara como microscopio del cosmos musical de Balibar: el ojo mecánico actúa como un voyeur invitado que observa pacientemente a la espera del éxtasis del gesto. Los rasgos de Jeanne aparecen como una luz en la penumbra, al mismo tiempo que la melodía nace y junto a ella la emoción del acto creativo. En Ne change rien estamos mucho más cerca de la observación que de la dirección cinematográfica.

En una entrevista a Pedro Costa en el Festival de Cannes de 2009, el director confiesa la ausencia de imposiciones técnicas y de presupuesto: Nunca es complicado cuando no se tiene dinero. Había algo ya instalado que se prestaba a ser filmado. Hasta las luces del concierto estaban ya allí.” Esta revelación del realizador portugués impone la cuestión de si su puesta en escena está subyugada al dispositivo o si es más bien una elección estética. La falta de presupuesto puede considerarse una imposición, pero probablemente Ne change rien habría sido la misma con más financiación, pues el cine de Pedro Costa es de por sí un cine de la libertad, un canto a la vida que se crea delante de la cámara.

No es frecuente que los espectadores podamos disfrutar de una experiencia cinematográfica de tal intensidad y sinceridad. La belleza de las imágenes de Pedro Costa nos remite a la belleza del mundo real, sugiriéndonos que las ideas de André Bazin pueden actualizarse y seguir teniendo vigencia. Ne change rien nos recuerda que en nuestra vida ajetreada es importante pararse, observar lo que nos rodea, apreciar en directo aquello que nos extasía en la pantalla grande.