Conversación con Eloy Enciso sobre ‘Longa noite’
“El paisaje es político”
Siete años después del estreno de Arraianos (2012), un evocador retrato rural construido en la frontera entre el documental antropológico y el relato fantástico, Eloy Enciso vuelve a la brecha con Longa noite (2019). A partir de textos de Max Aub, Luis Seoane, Alfonso Sastre o Ramón de Valenzuela, entre otros, el realizador criado entre Galicia y Portugal, despliega un mosaico sobre el trauma de la posguerra civil española bajo la forma de una obra coral que opera, nuevamente, en ese límite entre el documental y la ficción, entre el testimonio y su reconstrucción, entre la memoria y el olvido. Tenemos la oportunidad de conversar con él en el marco del Festival de Cine Europeo de Sevilla, donde su película compite en la sección oficial. Eloy, a quien ya tuvimos la suerte de entrevistar hace unos años cuando presentó Arrianos en Barcelona, selecciona cada palabra con la misma precisión y cuidado que sus imágenes, mientras yo me limito a tomar nota de todas sus respuestas en mi libreta.
De la misma forma que sucedía en su ópera prima, el trabajo sobre el material de archivo se desvela fundamental en Longa noite, aunque esta última “es una película que no tiene ningún afán de realismo historicista —algo que, por otra parte, podría suponer un oxímoron”, señala Enciso. “Tampoco quería ser relativista por mi parte, sino plantear todo a través de documentos.” De ahí la importancia del archivo histórico. “Me interesa la Historia por su resonancia en el presente, y me interesa hablar de cómo funciona esa tensión a través de la experiencia personal de los personajes. Por eso el protagonista, Anxo, es una especie de recolector de historias. Para mí, la Historia también es algo vivo que se reinterpreta. No se trata de juzgar, sino de reinterpretar. Lo estamos viendo actualmente, por ejemplo, a través del feminismo: de qué manera la Historia se ha contado hasta ahora desde el punto de vista del hombre.”
El compromiso de Eloy Enciso con las imágenes se manifiesta no solo a través de una cierta continuidad temática en su filmografía, sino también estética. Tal y como explica el director, “en un principio la intención era repetir la fórmula de Arraianos: utilizando un solo texto como materia prima, pero me encontré con que la memoria de aquella época está muy fragmentada, incluso geográficamente, porque en su momento solo llegó una voz, que era la voz oficial, y todo lo que han sido fuentes de voz disidente se encuentran unas en el exilio y otras en las memorias. La película incorpora los testimonios de exiliados, pero también de los que se quedaron, y todo eso se construye como una memoria personal, por eso la idea de una película coral…”. Este carácter colectivo, manifiesto en las primeras secuencias de Longa noite, me hacen pensar inmediatamente en el cine de Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, más concretamente en una película como ¡Sicilia! (1999), y en su posicionamiento político. Eloy, a quien ya le han señalado esta comparación más de una vez, responde rápidamente: “Era [Jean-Luc] Godard quien decía que no bastaba con filmar películas políticas, sino que era necesario filmar políticamente. Es obvio que Longa noite tiene un posicionamiento, pero este es principalmente antiviolencia.” Y respecto a la influencia de los Straub-Huillet explica: “ante todo reivindico la necesidad de maestros y de que el cine no se haga cargo solo del presente, sino también de la tradición. Lo que conocemos como cine europeo no lo es únicamente por estar hecho en Europa, sino porque responde a toda una tradición y una sensibilidad concretas.”
La comparación con la obra de Straub-Huillet me lleva entonces a señalar un posible espíritu brechtiano en las interpretaciones de los actores no profesionales de Longa noite. Hablo de una cierta declamación, pero Enciso matiza mi enfoque: “no creo que el texto sea declamado, sino que está encarnado. Hay profundidad psicológica, pero no hay psicologismo. Por ejemplo, en el relato de Celsa había una tentación inicial de hacerlo de una manera hiperdramatizada, así que mi reacción para combatir esto fue: «lo que está contando es tan doloroso para el personaje que la única forma de contarlo es desde la distancia». Se trata siempre de no cosificar los personajes ni las imágenes.”
“En Longa noite el trabajo de los actores fue uno muy meticuloso, de ir pasando el texto de una manera muy metódica. No se trata solo de reproducir una coreografía de movimientos, como los bailarines, sino de que los encarnen, evitando connotar apriorísticamente.” Enciso vuelve entonces a la distinción entre psicología y psicologismo que había comentado poco antes: “la corriente hegemónica del cine es así, donde se da una clase de sometimiento al espectador, que está infantilizado. En el momento en que no lo coges de la manita, se pone nervioso. Ya en los años cincuenta [Roberto] Rossellini escribió que el espectador está tan acostumbrado al maltrato que en el momento en que dejas de hacerlo se siente abandonado… El espectador tiene que ser despierto y consciente para disfrutar de las cosas pequeñas. Ahí está la diferencia entre un cine de turismo o un cine de viajero. Me resisto a asumir que para hacer cine hoy uno deba asumir que el espectador es infantilizado y no tiene ganas de explorar.”
La exploración a la que Enciso se refiere tiene mucho que ver con las angulaciones de cámara y el tiempo que dedica a cada uno de sus planos: “me interesan mucho los detalles y el valor del encuadre. La tensión entre el cuadro y el fuera de cuadro. Soy un cineasta de plano fijo. A través de la interpretación de actores no profesionales te fijas en todo tipo de detalles.” Este interés por los detalles y el espíritu explorador son los que me llevan a otro de los motivos de su cine: el bosque, un espacio que también resultaba clave en Arraianos. “La presencia del bosque fue por dos tipos de razones: prácticas y narrativas”, comenta Enciso. “Como he dicho, Longa noite no es una película de realismo historicista y, para mí, la naturaleza es pasado, presente y futuro. A nivel de producción es más ágil que rodar en espacios urbanos, tiene que ver con una cosa práctica, para poder estar reunidos sin exteriores que nos distraigan. Y a nivel narrativo, todo viene de allí y allí acaba. Como dicen Straub-Huillet «hacer la revolución es volver a traer al presente cosas muy antiguas pero olvidadas». Además, el bosque es también una forma de explorar la noche, la larga noche del título de la película. En Santiago caminas cuatro calles y tienes un bosque. Rodar en la naturaleza también aporta esa sensación de viaje, y además siempre hay una cosa muy épica, muy propia del cine de [Werner] Herzog, que se imprime en las imágenes. Por otra parte, el bosque también encarna la idea de un encierro existencial filosófico: la trayectoria misma del protagonista tiene la forma de un pensamiento reflexivo que poco a poco va dando vueltas. Los paisajes todavía nos hablan. El paisaje no es inocente ni tiene que serlo: el paisaje es político.”
© Daniel Pérez-Pamies, diciembre de 2019