Festival de Sevilla: SEFF 2022 (III)

Los peligros de no ir demasiado lejos

Es raro encontrar, dentro de determinados festivales, propuestas verdaderamente transgresoras en el aparato formal, pero más aún lo es hallar films que se atrevan a llevar a cabo un imaginario incómodo, visceral e incluso sucio. Y no pretendemos juzgar vagamente los títulos que podrían haber llegado más lejos en su concepción de la violencia; el SEFF no es un festival de cine underground pero sí intentaremos explicar por qué mostrar —o no mostrar— ciertas cosas es crucial a la hora de poner en escena ideas que exploran el horror o la impotencia.

Partiendo de que es directamente erróneo hablar de una película atendiendo a lo que no hay en ella, a lo que nos gustaría que hubiese, es cierto que muchas veces nos preguntamos si la ejecución posterior a la concepción de la película ha sido acertada. Al fin y al cabo, la película es la que es y no se puede dar marcha atrás, pero consideramos importante el abordar, de vez en cuando, una serie de posibilidades y alternativas que hubiesen podido expresar mejor determinados postulados. Una película que aborda la matanza de un grupo de jóvenes actores, en realidad revolucionarios clandestinos en la Argentina de Perón, no debería contener una serie de planos tan solemnes, así como tampoco debería abusar de la voz en off que la convierte en un diario demasiado focalizado en el drama comercial y que obvia justamente lo sucio, abyecto y desagradable (Matadero, Santiago Fillol, 2022).

«Matadero»

Títulos así, que rehúyen mostrar lo escabroso y juegan con el fuera de campo de manera algo tramposa, por no hablar de la constante tensión generada a base de tópicos narrativos y una denuncia que poco tiene de visual, terminan por quedar en el olvido rápidamente. Precisamente al versar sobre un director de cine de serie B que aprovecha las ocasiones para llegar lo más lejos posible (en un sentido artístico y criminal), Matadero se constituye al revés, tendiendo a lo burgués en lugar de lo pretendidamente callejero en sus formas. Podemos hilar mucho más fino y esclarecer ciertos aspectos de las películas que las convierten en una cosa diferente a lo que el director pueda contarnos sobre ellas o que, frente a todo elogio o crítica, terminan por tergiversar el discurso original. También podemos advertir que ese discurso pierde potencia al decirse, al ser recitado por un personaje en determinado escenario, como si de un anuncio publicitario se tratase. Y también podemos, por su puesto, simplemente ver la denuncia a través de la construcción de escenas. Algo de todo esto tiene To Be Loved By Whom, el film de Émily Barbelin.

«To Be Loved by Whom»

To Be Loved By Whom (2022) explora las relaciones entre prostitutas desde un prisma interesantísimo, poniendo siempre por delante la mirada de las chicas más allá de sus clientes, que son poco más que espectros en sus camas. Ante una serie de derivas que van desde las calles al club y al apartamento de la protagonista comenzaremos a darnos cuenta de que la idea subyacente en las formas se come al apartado audiovisual, llegando a un destino obtuso —y necesario— pero por atajos. Creemos que este film funciona como un gran ejemplo de cine hecho para festivales, pero con una serie de elementos que escapan a la pereza y al conformismo. Sin ser totalmente brillante, debido a un miedo quizá guiado por una ética personal, la cineasta no se arriesga a ir demasiado lejos. Y la película lo pide. Precisamente en las escenas en las que media violencia física, o bien rápidamente se corta, o bien es resultado de una acción no visualizada. Sin pecar de paternalista ni tampoco de moralista, sigue pareciendo poco brutal y contundente. Y dirán, por supuesto, que si queremos más potencia a través de la tensión física y de la incómoda —pero real— intimidación de un chulo a una puta seremos unos perversos… Nunca faltarán los defensores de la moralidad dentro de la ficción en aras de una misión castrante que se supone higiénica.

«Hole in the Head»

Para terminar, nos gustaría hacer un apunte acerca de otra película que, quizá por la amplia y extrema filmografía del autor, ha acabado siendo un (excepcional) trabajo de contención en lo relativo a la explosión formal de la parte final. Nada menos que Hole in the Head (2022) de Dean Kavanagh, un film del que servidor ha escrito, quizá demasiado, y que, sin embargo, puede encajar como un ejemplo especial de película que aúna la estimulación y la redondez pero que, mirada en perspectiva, resulta también menos osada que, por ejemplo, Animal Kingdom (2017) o Polar Nights (2014). Será por su narrativa convencional unida a una multitud de capas de corte experimental y a un trabajo concienzudo de mezcla de formatos y masterización sonora que, como las mejores sinfonías románticas, se estructuran a través de un orden prusiano en pos de generar un torrente de sensaciones extremas. El caos controlado, por así decirlo.

 

© Borja Castillejo, noviembre de 2022