Entrevista a Rocío Montaño, directora de ‘La casa y el ternero’

“Para mí, el cine es una manera de pensar”

 

 

 

 

 

 

La casa y el ternero es básicamente un diario filmado o videodiario en el que la cineasta, Rocío Montaño, nos muestra escenas de su vida cotidiana, momentos compartidos con amigos y familiares… Y varios momentos que reflejan el movimiento social por el derecho a la vivienda y contra el genocidio que está cometiendo Israel sobre el pueblo palestino. Todas esas tranches de vie van componiendo un discurso espontáneo sobre la marcha, una forma fílmica viva y urgente que, como nos sugiere Montaño en la entrevista, representa a su manera una forma de pensamiento. Conversamos con la cineasta después de ver su película en la sección Un impulso colectivo de la última edición del D’A Film Festival.

Querría empezar preguntándote por el título de la película, que alude a dos motivos que vemos en el film.

Me costó mucho encontrarlo. Intenté que fuera poético, como la película. Que no fuera muy explícito y tuviera algo de misterio. Te remite a elementos del film que luego te encuentras en él. La casa es muy importante y el ternero es, para mí, un elemento central. El otro día me dijeron que sonaba casi bíblico. [Risas] No era la intención, pero me resulta divertido.

¿Hay algún tipo de plan preconcebido en el film?

No, al contrario. Todas mis películas las hago a partir del material que he grabado. Me siento, veo lo que tengo y voy construyendo alguna cosa, pensando en algunas ideas -hablar sobre la vivienda, sobre Palestina…- y grabando también más material. Así, voy haciendo un collage. Me parece imposible preconcebir una película, no sé cómo imaginarla. Necesito tener material y, a partir de ahí, lo pienso. Para mí, el cine es una manera de pensar.

Lo que sí va “por delante” es el compromiso político.

Sí, pero también se ha ido poniendo por delante a medida que hacía cine. Llevo unos ocho años haciendo estos diarios y siempre ha estado ahí el elemento político: he registrado mis trabajos precarios, manifestaciones… Y todo eso se ha ido volviendo más importante. No puedo estar atenta solo a las flores y al animalito, también he de prestar atención a las injusticias. Y he ido construyendo ese compromiso político también gracias al cine.

¿Está muy pensado lo que filmas y lo que no, has descartado mucho material?

Es una mezcla. Algunas cosas las filmo porque me llaman la atención y otras por lo contrario, es decir, porque no les presto atención y la cámara me ayuda a encontrar algo que, sin ella, no habría encontrado. Por ejemplo: las manifestaciones o las asambleas, como ya tenía en mente tratar el tema de la vivienda, sí que las grababa muy a posta.

«La casa y el ternero»

 

 

 

 

 

 

 

Todo parece muy espontáneo, ¿hay algún elemento de, digamos, puesta en escena?

Hay un trabajo de encuadre. No hay una puesta en escena en el sentido de decirle a alguien que haga tal gesto o repita tal otro. Excepto cuando me filmo a mí misma, ahí sí hay una puesta en escena; pero, con los demás, nunca.

¿Cómo tomó forma la película en el montaje? ¿Hubo muchas versiones alternativas?

En el primer montaje, aún no tenía al ternero. Junté un material de cuatro meses de trabajo. Hablaba de las casas, de la hostilidad de las ciudades y del mundo en general. Pero no me parecía que estuviera completa e hice una especie de segunda parte a partir del ternero. No cambié muchas cosas sino que fui ampliando lo que tenía. Y en lo que sí tardo muchísimo es en decidir si un plano lo quiero así o asá, un segundo más largo o más corto, etc.

Como cinéfila, ¿has prestado previamente mucha atención a referentes que han practicado el diario filmado tipo Jonas Mekas?

Es el nombre que sale siempre. [Ríe] Puede haber algo de los cineastas que he seguido pero nunca trabajo en la preproducción pensando en referentes visuales o estéticos. No forman parte de la preparación, son cineastas que he ido descubriendo con el tiempo: Mekas, Agnès Varda, Margaret Tait, Chantal Akerman… Y otras más narrativas como Kelly Reichardt. Me han hecho pensar en muchas cosas: cómo acercarse a las personas, el humanismo y el activismo del cine, la atención a la forma de las imágenes… Son cineastas que me han enseñado las posibilidades del cine pero no parto de una en particular para hacer una película, simplemente me han ido influyendo.

Me gusta, en ese sentido, lo que has dicho antes: que hacer cine es una manera de pensar. ¿Lo es antes, durante o después de hacer una película?

Es una idea sobre la que he estado reflexionando mucho desde que leí a Chantal Maillard, poetisa y filósofa que habla de la poesía como un ejercicio no sólo estético sino también ético y político, una manera de conocimiento como la filosofía o el pensamiento científico. Maillard ha influido mucho en mi manera de ver la poesía y el cine como una forma de pensamiento.

«La casa y el ternero»

 

 

 

 

 

 

¿Ves tu película como una forma de respuesta a esa manera banal y falsa de reflejar la intimidad en las redes sociales?

No es una respuesta en el sentido de ir en contra de alguien, pero sí es una respuesta en cuanto a lo que no quiero hacer, que es eso tan efímero y superficial que tienen las redes sociales. Hay demasiadas cosas y pasan demasiado rápido en las redes. La atención es todo lo contrario; estar montando una película requiere mucho más tiempo que una story. Y durará mucho más.

Comentando la película tras la proyección, citaste una frase de Josep Maria Esquirol, que “la atención es una forma de respeto”.

Sí, es una idea de Esquirol que me gusta muchísimo y que dice que la atención es el paso previo al respeto y a la empatía.

¿Ves tu película como un discurso estrictamente personal?

No, no quería que fuera solo eso, aunque haya mucha subjetividad. Por eso no usé la voz en off y construí un collage de voces, un discurso colectivo a partir de intervenciones de activistas, alguna frase de mi hermana sobre la abolición del trabajo, fragmentos del programa Ciberlocutorio… Como hablo de problemas colectivos, me interesaba que fuera una especie de coro. Al ver la película, sabes cuál es mi opinión, pero también oyes a un colectivo.

La gestación de la película, en cualquier caso, sí parece haber sido un proceso muy solitario.

Es un proceso muy individual, como escribir un poema. El proceso de filmar siempre es colectivo porque participan mis amigos; pero el montaje sí, es una parte privada y personal. Aunque la película, eso sí, esté hecha con mucho respeto por la gente que aparece.

«La casa y el ternero»

 

 

 

 

 

 

 

Obviamente, no partías de ningún guion…

No. Anotaciones sí que tomaba mientras hacía la película, pero nunca antes. Normalmente, hago una película y es la película la que me hace reflexionar y tomar notas. Escribí también el poema que sale al principio. Pero no hay guion en mis películas, no lo sabría hacer; creo que yo no sería una buena guionista. [Ríe]

¿Con más medios económicos habrías hecho una película diferente?

No, esta película tiene que ser así. Si estoy hablando de precariedad, me gusta que la película sea también precaria. Creo que la forma tiene mucha importancia. A veces, me molesta ver películas sobre la precariedad con mucho presupuesto. Quizás, con más medios podría hacer una ficción, pero un videodiario es un videodiario. Puede que haga más adelante una ficción, cuando se me ocurra; y necesitaré más recursos para, sobre todo, pagar al equipo.

 

© Lucas Santos, mayo de 2025