La humanidad del simio digital

Cuerpos simbióticos

 

Es probable que la batalla que se libra en El amanecer del planeta de los simios (Dawn of the Planet of the Apes, 2014) no solo sea entre primates en distinto estado evolutivo sino también entre dos cuerpos cinematográficos en conflicto: el físico (los humanos) y el digital (los simios). Aunque dicha dicotomía, como veremos, deba ser puesta en crisis. En cualquier caso, la relevancia de la película de Matt Reeves en la corporeidad de la imagen digital bien podría ser equiparable a la de El señor de los anillos: Las dos torres (The Lord of the Rings: The Two Towers, Peter Jackson, 2002), Avatar (James Cameron, 2009) o El congreso (The Congress, Ari Folman, 2013), en tanto que ofrece respuestas a una cuestión esencial del cine contemporáneo: ¿qué hacer con el actor?

¿Es posible una reconciliación entre lo físico y lo digital?

Ante la posibilidad (cada vez más plausible) de que una imagen surgida “de la nada del ordenador, sin un referente al que ser fiel, sin huellas ni índices, sin materia” (1) sea capaz de suplantar sin dejar rastro a un intérprete de carne y hueso, El amanecer del planeta de los simios ofrece una solución simbiótica: combinar piel y píxeles. Es decir, explotar las posibilidades de la performance capture (la técnica de animación por ordenador que permite digitalizar con sensores los movimientos y la gestualidad facial de los intérpretes) y situar a un actor real tras cada uno de los simios digitales protagonistas. Aunque las capacidades de dicho recurso ya se habían vislumbrado en filmes como los citados de Jackson (con Andy Serkis como Gollum) y Cameron (con Sam Worthington y Zoe Saldana como dos avatares de la especie na’vi), es en el blockbuster de Reeves donde se intuye mejor el potencial realista de la técnica al integrar esos cuerpos híbridos en un espacio auténtico.

No en vano, las decenas de intérpretes sometidos a la performance capture en el filme no tuvieron que actuar ante una pantalla verde sino que rodaron en los bosques de la isla de Vancouver junto al resto de actores e interactuaron directamente con ellos. Tanto es así que sería posible ver todas las escenas de El amanecer del planeta de los simios sin la intervención informática. Solo habría, eso sí, una notoria diferencia: los simios serían humanos equipados con trajes de sensores (2). Llegados a esta simbiosis físico-digital, cabe celebrar la coherencia de la técnica con el desarrollo argumental de la película: ¿O es que acaso los simios del relato no acaban pareciéndose a los humanos del mismo modo que los cuerpos pixelados tienden a asemejarse a los de carne y hueso?

Tras la mayoría de simios digitales se encuentra un intérprete humano

Tras la mayoría de simios digitales se encuentra un intérprete humano

Si, tal y como detecta Sergi Sánchez, los efectos digitales aspiran a mimetizar la realidad material (“Se engendra, pues, una paradoja: la tecnología responsable de provocar la desmaterialización de lo real invierte todas sus energías en parecer real” (3)), El amanecer del planeta de los simios incluso podría considerarse una dulce derrota tecnológica o, mejor aún, una tregua entre la piel y el píxel como la que firman el líder humano (Malcolm, interpretado por Jason Clarke—) y el simio (Andy Serkis como César). Pues ante la imposibilidad, todavía, de crear de la nada digital un cuerpo con expresividad y movimientos semejantes a los humanos, la tecnología ha vuelto a requerir del actor. Solo entonces se ha producido la mímesis corporal y el ser pixelado ha parecido actuar de verdad.

Mientras nadie conciba un escaneo digital capaz de atrapar la esencia de un intérprete —como le ocurre a la actriz Robin Wright en la secuencia más célebre de El congreso, donde los actores ya no son necesarios, pues sus actuaciones las genera un ordenador (4)—, estaremos tranquilos. Por ahora, podemos seguir celebrando trabajos como los de Serkis, cuyas interpretaciones “son una reivindicación del cuerpo como depósito del tiempo” (5); una constatación de que todavía estamos aquí, de que lo humano aún puede resistir en un planeta dominado por lo digital (o por los simios).

 

© Carles Matamoros, agosto 2014

 

separador

 

(1) SÁNCHEZ, Sergi: Hacia una imagen no-tiempo. Deleuze y el cine contemporáneo, Gijón, Ediciones de la Universidad de Oviedo, 2013.

(2) Sobre el rodaje de El amanecer del planeta de los simios, recomiendo los artículos de Piya Sinka Roy en Reuters y de Bryan Adams en The Credits.

(3) Ver cita 1.

(4) Otra película clave sobre la crisis del actor en el cine digital es Holy Motors (Leos Carax, 2012). En ella, Denis Lavant pone al límite su condición física en una secuencia de motion capture, donde los movimientos de su cuerpo servirán para una escena sexual de un videojuego.

(5) La frase pertenece también al ensayo de Sergi Sánchez (ver cita 1) y, aunque hace referencia a la interpretación de Serkis como Gollum en El señor de los anillos: Las dos torres, aquí la aplicamos a la actuación del mismo actor como César en El amanecer del planeta de los simios.