Where are you? (Wakaranai)

Todo sigue igual

 

En los niños y adolescentes está el porvenir de nuestra sociedad, pero las condiciones en las que crecen y viven dependen de unos adultos que, inevitablemente, viven en anacronía con ellos debido al efecto generacional. ¿Cómo, entonces, podemos hacernos y hacerles conscientes de que su hoy es también nuestro mañana?

El esfuerzo de conocer pasa por el deseo de entender (o al menos de intentarlo). Masahiro Kobayashi parece obsesionado con la idea del “ponte en mi lugar” para conseguir la comprensión del “otro” y nos arrastra como espectadores a la desidia y monotonía de sus personajes para transportarnos a sus estados de ánimo. Entiende que solo a través de nuestros pequeños actos cotidianos somos capaces de mostrarnos tal y como somos, al no ser posible mantener una máscara en los más nimios sucesos de nuestro devenir. Es así como consiguió con su The Rebirth (Ai no yokan, 2007) que nos sintiéramos profundamente desolados al experimentar la culpa cargada por el protagonista ante un asesinato perpetrado por su hija. La carga de conciencia que suponía para su personaje (interpretado, además, por sí mismo) le hacía caer en una rutina en la que nada parecía indicar que había luz al final del camino, y Kobayashi nos lo enseñaba con un minucioso acercamiento a su día a día en el que la repetición de escenas hacía que el espectador cargara también con las consecuencias de una acción que ni el uno ni el otro habían llevado a cabo. Desde este mismo planteamiento, el director japonés se adentra en su nueva película Where Are You? (Wakaranai, 2009) en la piel de un adolescente dejado… de su propia mano. El joven protagonista intenta (sobre)vivir en consonancia con unas reglas sociales que enseguida quedarán destinadas a caer en el amplio saco de las inutilidades burocráticas de la sociedad y, por ende, en el objetivo de la crítica del director.

Si bien las similitudes de la trama recuerdan a Rosetta (Jean-Pierre y Luc Dardenne, 1999), Where Are You? forma una suerte de simetría con las películas de Gus Van Sant. Kobayashi, como hacía el americano –especialmente en Elephant (2003)–, se muestra interesado por el sentimiento de pérdida de los adolescentes y por la responsabilidad social que las políticas de sus respectivos países tienen sobre ello. De esta manera, la extraña combinación de Elephant y Where Are You? sirve para universalizar el sentimiento de desarraigo (especialmente familiar) de las nuevas generaciones. Este paralelismo es obvio en el acercamiento a los personajes, pero también en sus objetivos finales (señalar a los culpables), precisamente donde Kobayashi se desmarca de los Dardenne. La escuela y la familia se limitan a ser lugares físicos y no entes educacionales y tanto en el filme de Van Sant como en el del nipón se muestra a los adolescentes “solucionando” sus vidas con las armas que tienen a su disposición. La ausencia (de los padres, del sistema educativo y de las ayudas sociales del gobierno) es el elemento a través del cual los dos directores critican las políticas sociales americana y japonesa. Van Sant y Kobayashi denostan el sistema entrando por la puerta pequeña, la de quienes sufren las consecuencias sin tener voto. Hacen lo que un siniestro como Marilyn Manson decía en el documental de Michael Moore cuando se le preguntaba por el discurso que hubiera dado a los chavales de la matanza de Columbine: “No les habría dicho nada, les habría escuchado, que es precisamente lo que nadie hizo”. Los Dardenne, por su lado, juegan su ficción al estilo documental mostrando una realidad, siendo más abiertos en su propuesta y menos paternalistas aunque, al mismo tiempo, menos efectistas y efectivos. Rosetta es singular, tiene rostro y su nombre pone título a la película. El “You” del título del filme de Kobayashi, en cambio, apela al mismo tiempo a la madre, al padre y a ese concepto tan abstracto llamado sociedad; apela a la ausencia de todos ellos y les llama. Ni en Elephant ni en Where Are You? importan los chavales como personas sino como personajes, como símbolos y víctimas, al más puro estilo eisensteiniano.

Es por esto que los pocos diálogos de Where Are You? son casi siempre forzados por los mayores: el jefe que despide al chaval sin darle derecho a réplica, la madre hospitalizada que se queja de su ex pareja, los médicos y enfermeras que informan al protagonista de las deudas contraídas, un comercial de la funeraria dispuesto a cobrar dinero fácil organizando el sepelio de la madre, un asistente social que reprueba al chaval en sus robos y escurre el bulto cuando se trata de su situación familiar y económica… Solo en el último de los encuentros la cámara se centra en el rostro del joven para hacer lo que nadie hizo hasta entonces: escucharle. Si bien podría haber sido un decente final, la propuesta queda descompuesta al sumarle un happy ending en el que el joven se reencuentra con su padre y, para acabar, una dedicatoria al protagonista de Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, Truffaut, 1959), que dramatiza aún más la situación del protagonista al insinuar que medio siglo después, todo sigue igual. Más o menos como de una película de Kobayashi a otra.