Tournée / The Killing of a Chinese Bookie
The Show Must Go On
Idea, desarrollo y texto: Carles Matamoros Balasch
Montaje: Cristina Álvarez López
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1. Cuando la melancólica Rainy Fields of Frost and Magic de Bo Harwood suena en el Crazy Horse West, el tiempo parece detenerse en un estallido de luces y movimiento. Un elegante Cosmo Vittelli (Ben Gazzara) acaricia las cortinillas de una puerta, se pasea con distinción por el local y degusta un cigarrillo antes de sentarse en una de las sillas de su trasnochado nightclub. Será el único espectador de los esforzados bailes de una joven que desea participar en su show. La armonía musical de la secuencia, si acaso la más bella de El asesinato de un corredor de apuestas chino (The Killing of a Chinese Bookie, John Cassavetes, 1976), se verá truncada por una aparición femenina inesperada que romperá el hechizo de la audición. Quizá para recordarnos que Cosmo está al borde del precipicio y que ya ni tan siquiera está en paz en su hogar, en su club. No en vano, debe saldar una deuda de juego con la mafia si no quiere perder el local. No money, no show.
2. La troupe de Joachim Zand (Mathieu Amalric) ha dejado Estados Unidos por una gira francesa que no pasará por París, esa ciudad de ensueño que invocan en un número las chicas del filme de Cassavetes. Eso, sin embargo, todavía no lo saben las voluptuosas féminas de Tournée (Mathieu Amalric, 2010), que atraviesan Francia convencidas de que su talento brillará en la capital. Ellas son el New Burlesque. Ellas son imparables. Ellas son el show. Y, sin embargo, su mentor, su Cosmo particular, está desesperado. Le han tomado el pelo y se ha quedado sin teatro para sus chicas. Joachim no deberá jugarse la piel cometiendo un asesinato como su homólogo cassavetiano, pero sí bajarse los pantalones e implorar a un padre y a un hermano que le desprecian. No money, no show.
3. Tanto da si les disparan o les golpean, si les hacen sangrar o gritar, los showmen ideados por Cassavetes y Amalric siempre se levantan, se recomponen y luchan por sus espectáculos. Cuando ambos conducen, nocturnamente y a toda velocidad, se alejan del escenario solo para volver a él. Y nunca olvidan el show. Llaman, preguntan qué tal e incluso dirigen a sus actrices desde la distancia. Son paternalistas y protectores, pero también dignos y orgullosos. Su existencia se reduce a eso, al espectáculo. Y ese eso es todo. Por mucho que tengas hijos o puedas morir en cualquier momento. La familia, claro, son las chicas. ¿Y el amor? Una posibilidad lejana con alguna de ellas, que se intuye, eso sí, más probable en Tournée que en El asesinato de un corredor de apuestas chino.
4. ¿Pero qué ha ocurrido entre 1976 y 2010? ¿Qué diferencia al Joachim de Amalric del Cosmo de Cassavetes? Quizá un cierto pragmatismo, una cierta desmitificación. Mientras el showman de El asesinato de un corredor de apuestas chino es un individuo trágico, cuyo destino sublime parece la muerte por una causa irrenunciable, el de Tournée es un individuo cabal, cuya aura seductora bien puede quedarse en un segundo plano cuando se trata de resolver un conflicto doméstico o laboral. Cuando Cosmo habla en voz alta, nos recuerda que el show es suyo y que a quien no le guste que se vaya. Cuando el micro está en manos de Joachim, sus palabras son de agradecimiento para sus chicas. Y es que ellas también tienen mucho que decir sobre lo que ocurre en escena. De ahí que Amalric les dé un espacio, una visibilidad mayor de la que gozan en el filme de Cassavetes.
5. Los ecos de El asesinato de un corredor de apuestas chino se perciben en las imágenes y en las actitudes de Tournée, pero se difuminan mientras avanzan sendos relatos. El primero, fragmentado y oscuro, se dirige a un callejón sin salida; el segundo, transparente y luminoso, es un viaje hacia una posibilidad. La que nos permite cantar a grito pelado el Have Love Will Travel de The Sonics mientras sabemos que el espectáculo debe continuar, sí, pero también transformarse.
© Carles Matamoros Balasch y Cristina Álvarez López, julio de 2014
* Este artículo pertenece al especial Tan lejos, tan cerca