La Nueva Ola del cine kazajo en el Festival de Moscú 2015

El Movimiento Partisano

El recién finalizado Festival de Moscú ha servido como marco de presentación internacional de Toll Bar, una película de Kazajistán dirigida por Zhassulan Poshanov que, a la postre, sirvió a su actor principal, Yerkebulan Daiyrov, para alzarse con el premio a la mejor interpretación masculina, pero cuya relevancia va más allá de su presencia en el palmarés final del certamen. El motivo es que Toll Bar es la primera película fruto del Movimiento Partisano, que reúne a varios cineastas kazajos en torno a un manifiesto a favor del cine de guerrilla y sustentado en tres pilares fundamentales:

1. Presupuesto cero. Se requiere hacer la película sin presupuesto. Hay que seguir esta regla a rajatabla.

2. Realismo social. El tema de las películas será el presente, tratado de modo realista y en su vertiente social. ¿Quieres usar la vieja definición de realismo social? Hazlo, por favor. Nos gusta.

3. Nuevas formas. Rechazo de los modos estándar del cine burgués.

Pese al contenido del tercer punto, el Movimiento Partisano aboga por un cambio en los contenidos antes que en los modos de narrar. Según Poshanov, su fuente de inspiración directa son los angry young men británicos de los años cincuenta y, en consecuencia, el Free Cinema, ya que en su texto fundacional citan expresamente a Tony Richardson, Lindsay Anderson y Ken Loach. «Estamos tratando de hacer lo mismo que ellos en nuestro país, sin permitir interferencias gubernamentales», explica el cineasta. «La administración kazaja interviene en los proyectos cinematográficos mediante las ayudas a la producción, y apuesta por películas muy alejadas de la realidad y de los verdaderos problemas sociales. Nosotros no queremos esconder nada, sino sacar las cámaras a las calles».

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Es lo que han hecho en Toll Bar, un filme en el que los actores trabajaron gratis, que se rodó con cámaras prestadas y cuyo coste total ha sido de 15.000 dólares, correspondientes casi en su totalidad a transporte y comidas. Poshanov, que anteriormente había trabajado según el régimen de producción industrial convencional en Zhel Kyzy (2010), escogió un suceso real para ofrecer una mirada muy personal sobre algunas de las cuestiones candentes en su país, como la lucha de clases. «No es algo que afecte solo a Kazajistán, sino que ocurre a nivel internacional, aunque de manera muy particular en los países de la antigua órbita soviética. Todo el mundo está conectado con los problemas que muestra la película».

La comunicación entre padres e hijos o las dificultades de adaptación a la gran ciudad que sufre la población procedente del campo son otros de los temas que aborda un filme basado en la contraposición de dos personajes radicalmente opuestos. Por un lado, Rauan, un hombre de escasos recursos que aspira a convertirse en boxeador profesional, pero trabaja en la garita de seguridad de un área residencial y como portero en una discoteca. Por otro, Aidar, un joven de clase alta cuya mayor preocupación es completar sus estudios para poder marcharse al extranjero y demostrar a su padre que puede valerse por sí mismo. Ambos coinciden cada día a ambos lados de la barrera que separa sus mundos, destinados tarde o temprano a entrar en conflicto. Una propuesta que no elude cierto tono didáctico, y que deriva en cierto esquematismo, pero que abre una ventana inédita al cine del país asiático.

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Poshanov, cuyos trabajos inmediatamente anteriores fueron Sunkar (2013) y Kuliash (2013), ambos para televisión, filma a cada uno de los protagonistas de manera diferente, usando planos abiertos para Aidar y reduciendo el espacio cuando muestra a Rauan. «Inicialmente surgió de manera inconsciente, pero la intención era tratar de mostrar visualmente las oportunidades de cada uno. Fue difícil filmar. Hay una escena de una pelea en los baños de una discoteca que debía rodarse en la calle, fuera del local, pero no disponíamos de suficiente luz y tuvimos que reubicarla dentro del club».

Son los inconvenientes de trabajar con limitaciones presupuestarias, que sin embargo no suponen un freno para el Movimiento Partisano. Solo un año después de la redacción del manifiesto, hay tres proyectos más en marcha con los mismos objetivos: «No pensamos en los festivales, sino en la gente de nuestro país, que sufre a diario los problemas que mostramos en las películas. Solo estamos señalando lo que ocurre. Es muy importante para nosotros comunicarnos con la sociedad mostrando lo que sucede sin tratar de maquillar la realidad. Por eso no queremos depender del gobierno, sino hacerlo a nuestra manera, para después no tener que rendir cuentas a nadie».

 

© Eduardo Guillot, julio 2015