The Secret Society of Fine Arts

¿Qué es arte?

 

Tal vez no sea este el mejor espacio ni yo la persona adecuada para debatir sobre la esencia del arte, pero esa es, específicamente, la propuesta que el director de The Secret Society of Fine Arts, A.R. Klarlund, nos plantea. ¿Era arte el urinario de Duchamp, la mierda de Manzoni, las fotocopias de Warhol, las telas de Christo o los fluidos  de Jan Fabre, por citar solo algunas discutidas propuestas?

La protagonista de la película es interrogada (en off visual permanente) acerca de un atentado terrorista y logra enervar a los policías cuando explica que los autores del mismo definían sus actos como una acción artística. La historia se nos presenta, pues, como un gran flashback narrado por la protagonista, y es desmenuzado mediante técnicas digitales, de modo que podemos ver la historia en un encadenado de planos congelados que se deslizan ante nuestros ojos mientras la joven explica su historia. Las imágenes no son consecutivas, sino que pueden solaparse o encadenarse en diversos ángulos o puntos de vista de la misma acción, sea esta una pareja haciendo el amor, un desplazamiento de varios cuerpos o una secuencia de acción. La digitalización permite a la vez resaltar determinados detalles mediante la presentación de primeros planos o planos inserto tras los cuales el resto de la acción se desliza.

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Como sucedía en La jetée (Chris Marker, 1962) -una obra que recurría al encadenado fotográfico para representar recuerdos vividos o tal vez soñados-, el resultado no es simplemente efectista sino efectivo y, además, altamente coherente con la innovación artística propuesta por los terroristas en la propia historia. La voladura de un museo es recogida, hacia el final del flashback, en una serie de secuencias que revelan la belleza estética de tan rompedora acción, tanto si hablamos de belleza según el canon occidental (como la lluvia de mariposas) o de un concepto de impacto conceptual (como el colmillo de mamut que atraviesa el BMW).

Más allá de la agilidad que confiere a la trama, la puesta en escena de The Secret Society of Fine Arts deja claro que no es el resultado de una elección caprichosa, sino de una necesidad narrativa, con lo que se establece coherencia absoluta entre el fondo y la forma. Es por esto que estamos ante una película extraordinaria en el más estricto sentido de la palabra. De innegable calidad técnica (imagen, efectos digitales y sonoros) e interés argumental, The Secret Society of Fine Arts destaca sobre todo por su peculiar propuesta, que nos lleva de un auténtico conflicto teórico a una trama ficcional presentada coherentemente con el motivo de la película. Lo dicho, una obra extraordinaria.

 

© Antoni Peris i Grao, mayo 2014