The Beach Bum

Los versos de un holgazán

 

“An unage movie about going forward and checking out, enjoying the sunset and making trouble”
Harmony Korine en la presentación del filme en SXSW Film Festival.

 

El derroche propio de la despreocupación del rico es uno de los temas que obsesionan a Harmony Korine, criado en una comuna durante los setenta, en las bahías de Bolinas, al norte de San Francisco. Su materia fílmica primordial son secuencias íntimas y costumbristas bañadas en delincuencia, drogas, armas de fuego, lujo y lujuria; mostrar asimismo la parte más ridícula del anhelo por el dinero y por el poder. Quizás por eso, ya en una cita recogida hace una década en esta misma web por Alejandro Díaz y pronunciada un año antes en el Festival de Gijón mientras presentaba Trash Humpers (2009), el cineasta se reconocía a sí mismo como “el director vivo que hace películas más auténticamente americanas”. Fue un año más tarde cuando la productora francesa Iconoclast apadrinó a Korine para sacar adelante Spring Breakers (2012), ayudándole a explotar su competencia en asuntos de prensa y a conseguir que el star-system hollywoodiense se involucrara en sus bufonadas. El conocido reparto despertó pasión tanto en salas como en Internet, permitiendo que en la actualidad haya podido contratar a cachés más altos. Se llegaron a recaudar treinta millones de dólares, en comparación a los cinco que costó. Como es habitual, Iconoclast ha encargado al director otros proyectos de tipo comercial para mantener su padrinazgo, como el anuncio para la firma de moda Gucci, conocida por sus coloridos materiales y por la ostentación del ratchet. Tras The Beach Bum (2019), podemos extraer lo esencial que ha sido para Korine la formación de un sólido equipo de productores y realizadores americanos como Danny Gabai o Eddy Moretti, productores ejecutivos como Chiara Geraldin de Hanway Films y el suizo Karl Spoerri de SPK Pictures. Completa su equipo con Heidi Bivens al mando del vestuario, recientemente premiada por Euphoria (Sam Levinson para HBO, 2019); Elliott Hostetter en la dirección artística; el montaje de imagen a cargo de Douglas Crise y la fotografía del eterno colaborador de Gaspar Noé, Benoit Debie. En esta ocasión, para reforzar el tono de aventura infantil, llamaron además al veterano compositor de Disney John Debney.

El listado de secundarios cautiva por el pastiche de tópicos superpuestos que se desencadenan en los variados devaneos y andanzas de Moondog (Matthew McConaughey), el protagonista de The Beach Bum. El elenco trabaja la caricatura, los reencuentros con otros universos cinematográficos paralelos construyen arquetipos actor-personaje cargados de nostalgia. McConaughey y Jonah Hill hacen referencias interpretativas a sus papeles en El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, Martin Scorsese, 2013), con Zac Efron vuelve a verse tras El chico del periódico (The Paperboy, Lee Daniels, 2012). Snoop Dogg haciendo de narcotraficante encubierto por la industria del rap encaja con el recuerdo que todos tenemos de aquel proxeneta en Starsky & Hutch (Todd Phillips, 2004) y Jimmy Buffet, más allá de aparecer en la película, parece habitarla como inspiración evidente.

McConaughey, a quien le gusta aceptar personalidades de forastero o personajes que se sienten fuera de lugar, es de todos ellos quien tiene la carrera más heterogénea y prolífica. Desde su participación en True Detective (Cary Joji Fukunaga para HBO, 2014) y su colaboración con Jeff Nichols, parece que el actor quiso alejarse de los papeles que le hicieron famoso. Presa del mismo género, el reconocible distintivo de Isla Fisher es el de chica alegre en comedias románticas: en De boda en boda (Wedding Crashers, David Dobkin, 2005) se enamora de Vince Vaughn, con una sonrisa perpetua y diálogos en los que reiteraba el hecho de ser virgen; en ¡Cásate conmigo! (The Pleasure of Your Company, Michael Ian Black, 2006), Flipado sobre ruedas (Hot Rod, Akiva Schaffer, 2007) y Definitivamente, quizás (Definitely, Maybe, Adam Brooks, 2008) era la novia del protagonista; consigue su primer papel principal en Confesiones de una compradora compulsiva (Confessions of a Shopaholic, P.J. Hogan, 2009) y desde entonces se ha mantenido en la comedia, junto a su marido Sacha Baron Cohen.

A la izquierda, la portada de «Jimmy Buffett: The Key West Years» (Tom Corcoran, 2006); arriba, James Franco en «Spring Breakers»; abajo, «The Beach Bum».

El sonido de gaviotas en los créditos iniciales preludia el ambiente vacacional y el paisaje caribeño. Moondog, nuestro sabueso noctámbulo, deambula grogui por un muelle, a duras penas balbuceando “Minnie Minnie Minnie…”, cerveza en mano, cuando encuentra compañía en un gatito abandonado. Sube con él al escenario del Schooner Wharf Bar, tras ser introducido por Bertie Higgins como “the most prolific poet in Key West”. Recita ante el público entusiasmado la misma pieza que, hora y media más tarde y en una versión menos primitiva, le convertirá en candidato al Pulitzer.

Last night when I went to bed in Habana

I was thinking about you

And got up about four

And I take a piss as guys do

And I look down at my dick

And I had such affection in my heart when I did

Knowing that it had been inside you twice today

Made me feel beautiful

La traducción de bum sería culo en ciertos dialectos británicos, pero los norteamericanos dicen butt; en el sur, es habitual referirse así a los sin techo, o para tildar a alguien de holgazán. El protagonista se presenta en una dinámica alternancia de días y noches: de día, leyendo su propia obra o involucrado en simposios sobre catamaranes; de noche, con gafas de sol en el bar. Su carcajada continua resulta contagiosa. Con solemne despreocupación, al poeta le gusta zangolotear por exteriores-noche en localizaciones cercanas al mar, con aspecto de vagabundo. Como el agua, fluctúa movedizo e inestable, a menudo empujado por las corrientes de su entorno, demasiado aturdido por el cansancio y las drogas como para interesarse en focalizar. Vive en una permanente imitación a una vida que no es la suya, creyéndose el pirata de la canción de Jimmy Buffet. Contrario a los trayectos de James Stewart para Anthony Mann, en la jocosa catarsis pirotécnica del desenlace no hay purgación final. Mientras aquellos vaqueros —magullados por una vida problemática, a menudo con infancias marcadas por padres abusivos y conflictos fraternales, pero sobre todo instruidos en la Guerra de Sucesión—, deseaban purificar su trágica sed de crueldad y sus estímulos egoístas a través tanto de la reinserción como de la construcción de una comunidad civilizadora, Moondog se orienta en dirección contraria. No asume la muerte, como los mártires medievales, al terminar la conquista. Su trayecto carece de rumbo, ciento-cincuenta años más tarde la civilización se le antoja opresora e inhóspita, el progreso de madurez le trae sin cuidado. Rehúye de los compromisos tanto morales como materiales, no promete nada, no tiene palabra. Un cómico anti-héroe cuyas acciones aspiran a ser malas, a ser inapropiadas, extravagantes. Para él lo poético es personal, el craft tiene más que ver con el tiempo terrenal que con el legado escrito, por eso se encuentra en una búsqueda constante de un lugar donde expresarse, suspirando “por un romanticismo ajeno por completo a nuestro tiempo” (1). Un hombre blanco cuya fortuna es líquida, que se impone un ansia de hazañas hacia lo místico, como rebeldía a su entorno de plástico y cemento, falsamente peregrinando, viviendo en una añoranza fetichista por las filosofías orientales que los hippies se apropiaron. Este vínculo ancestral entre drogas y arte y esta ansia de contacto místico con el pasado encajan con la cultura literaria y musical de Key West, su Tierra Santa.

Key West (Cayo Hueso) es una célebre ciudad en el archipiélago Cayos de Florida, entre el Golfo de México y el Atlántico, más cercano a La Habana (170km) que a Miami (260km). Llevan décadas recibiendo a los adinerados norteamericanos en sus vacaciones estivales y ha sido cuna de numerosos escritores. Actualmente, es un punto turístico explotado para el esnórquel por sus arrecifes de coral, como Elijah Wood veraneando en Flipper (Alan Shapiro, 1996), referencia verbalizada en la película por Martin Lawrence. En el cine negro clásico, el Caribe y México solían ser los lugares del delito, o bien el refugio de los delincuentes huidizos. Se dice que Ernest Hemingway, cuyo cobijo durante los años treinta es ahora una galería con billete de entrada, escribió allí Adiós a las armas, Tener y no tener y Las nieves del Kilimanjaro, a su regreso de París. El dramaturgo Tennessee Williams se hospedó allí entre los cuarenta y los ochenta. Los protagonistas en las novelas Summer in Key West y The Last Resort de Alison Lurie llegan a este destino purgatorio escapando de la depresión urbana. Thomas McGuane diseccionó los setenta en sus novelas Ninety-two in The Shade y Panama, y acabó casándose con Laurie, la hermana de Jimmy Buffet, quien por otra parte aparece en un cameo en el filme que dirigió basado en la primera (92 in the Shade, 1975). Todo este folklore literario (y cinéfilo) resulta la ubicación ideal para el nostálgico poeta, quien se deleita compartiendo con sus habitantes un poema que escribió a los catorce años, el cual rememora para trasladarse, dice, a un lugar puro.

Resulta especialmente interesante la manera de retratar, por contraste, el paisaje de Miami, incidiendo en la gentrificación del espacio mediante la aparición casi abusiva del skyline en los fondos del encuadre, chocando la verticalidad irregular de las edificaciones con el manso horizonte marítimo, un recurso que ya empleó anteriormente Korine en el videoclip de Rihanna Needed Me, rodado en la misma ciudad. En su pequeña morada en la isla, Moondog se siente encantado, pero no le queda más remedio que hacer un parón a la temporada festiva cuando su mujer Minnie le necesita de vuelta a su mansión en Miami el día en que la hija de ambos va a contraer matrimonio. Al llegar al hogar, recompensa su ausencia con las cualidades de que dispone: sexo y música. Así empieza la jornada nupcial, desarrollada en un montaje dilatado de veinticuatro minutos fílmicos, cuyo humor irá cobrando progresivamente amargura hasta la primera peripecia que deberá superar: el repentino fallecimiento de Minnie. Peripecia primera que desencadenará otras múltiples peripecias en esta contemporánea sátira de aventuras. El ritmo vertiginoso en que seguimos a los personajes veleidosos en esta segunda parte, los tracks de folk y rock progresivo enfrentados a la risueña e inocente banda sonora, las situaciones rocambolescas, llevadas a extremos paródicos, forman una oda al cánnabis, una hilarante fábula sobre la relación entre la libertad artística y el dinero.

Video musical del tema Needed Me de Rihanna, publicado en YouTube el 20 de abril de 2016

 

© Ariadna SC, agosto de 2020

 

*Si te apetece conocer en profundidad cómo se hizo The Beach Bum y disfrutar de comparaciones con el trabajo de cineastas como Preston Sturges o Michelangelo Antonioni, te invitamos a escuchar el episodio #03 de Sombras Extravagantes a continuación:

(1) Una de las características del héroe contemporáneo según El cine de aventuras (Freixas y Bassa, Notorious Ediciones, 2008)