SEFF 2021: ‘Il buco’, ‘Great Freedom’ y ‘Rendir los machos’

El paisaje del tiempo

De entre las muchas películas que han podido verse a lo largo de estos primeros días en la 18ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF 2021), Great Freedom (Große Freiheit, Sebastian Meise, 2021), Il buco (Michelangelo Frammartino, 2021) y Rendir los machos (David Pantaleón, 2021) pueden considerarse de las más interesantes. Ya sea por lo coherente de su forma, por el soplo de aire fresco que respectivamente brindan a cada género o por el profundo análisis al que se prestan, estos tres títulos componen uno de los marcos más excelentes del festival.

«Il Buco»

Lejos de ser complaciente, y no por ello dejar de comprometerse con una audiencia a la que interpela de manera constante, Il buco compone un concienzudo y no menos profundo estudio material de la expedición espeleológica que se adentró en el Abismo del Bifurto, una cueva de más de seiscientos metros de profundidad situada en Calabria. A partir de una comparación no simétrica entre el cuerpo de un viejo pastor y el propio agujero —cosa interesantísima, pues existe una similitud formal muy fuerte entre varios planos de los ojos, la boca o el rostro del hombre y las paredes iluminadas por la luz de los cascos de los espeleólogos—, Frammartino nos muestra como ese descenso está, poco a poco, acabando con una vida. Pareciese, en un principio, que el ánimo científico de ahondar en lo profundo y cartografiar el hoyo estuviese también quitando el poco misterio que queda en esa tierra. Si tenemos en cuenta que casi al principio de la película hay una imagen televisiva documental que muestra la construcción de un rascacielos en Nueva York podremos atar un cabo que Frammartino nos cede, de manera sutil. El deseo del hombre de ir más arriba es comparable a su deseo de ir más abajo. Entre la empresa de construir el rascacielos y el descenso a la cueva hay un fuerte componente desmitificador del mundo; un ánimo que, sin quererlo, termina con el misterio de manera absoluta. Desde esta coyuntura, podemos afirmar, sin lugar a dudas, que el hecho de avanzar por las grietas del mundo para conocer una forma concreta del terreno, una profundidad matemática y una dimensión material, finaliza con la tradición mágico-telúrica que se explora durante buena parte de la película. Esta se manifiesta mediante planos generales del pueblo y sus habitantes, donde Frammartino se centra en el pastor anteriormente mencionado, que tiene una especial conexión con lo que le rodea, ya sean montañas, cielos o animales. En su canto, su llamada de trashumante, se encuentra el eco de una memoria ancestral que se desvanecerá con cada metro descendido, volviendo, de alguna manera inteligente y bella, a la caverna platónica.

«Il buco»

La escala y la proporción son elementos cruciales de Il buco, al igual que la repetición. Su forma contempla una suerte de derivas visuales que se complementan en su estancamiento. Planos que se asemejan a otros y que nos interpelan durante una campaña tan asombrosa como silenciosa para mostrar la rutina del proceso (y del progreso) y lo que es más importante: la inmutabilidad de un paisaje que sigue envuelto en el recuerdo de lo que antaño fue. También el tiempo, material o por bloques subjetivos, aparece como el eje narrativo casi único en la película de Meise, Great Freedom. En ella, tres tiempos solapados y cronológicamente intercalados nos muestran el paso y estancia de Hans Hoffmann (un espléndido Franz Rogowski) por la cárcel de la RFA. Tras la Segunda Guerra Mundial, en las décadas de los cincuenta y los sesenta, el protagonista deambulará entre los pasillos, celdas y patios donde se encuentra por haber cometido un delito contemplado en el artículo 175 del Código Penal Alemán: aquel que pena la homosexualidad. En Great Freedom (título que hace referencia a un bar, el primero que pisa Hans al salir libre cuando se deroga la ley) prima el hacinamiento y la oscuridad de una realidad totalmente taimada, rala y dolorosa que trasciende el mero comentario político-social para adentrarse en los recovecos de la supervivencia y el amor más desafortunado. La injusticia palpable a lo largo de todo el metraje subyace en los planos del cuerpo de Hans; en sus cicatrices invisibles, en sus tres personas divididas en el tiempo histórico que divagan soportando la reclusión y llegando en ocasiones a desmoronarse. Triste, seria y de una factura visual apabullante, la película de Meise se centra en la conversión de un ser humano con una potente solidaridad en un paradigma de la masculinidad de su tiempo. Un auténtico hombre de fe que ayuda a su prójimo y no vacila a la hora de hacer las cargas de otros algo menos pesadas que sus propias cadenas.

«Great Freedom»

Great Freedom se muestra como un ejercicio de oscuridad y de aprisionamiento sentimental, político e histórico, cuyo guía es un personaje tan valiente como desgraciado. Es muy destacable el principio y el final del filme; dos escenas que se solapan para efectuar una férrea crítica a la vida fuera de prisión, al mundo de los cuartos oscuros, que se transforma en algo a lo que el protagonista no está acostumbrado y ni siquiera puede concebir como verdadero amor. La odisea personal de Hans, que culminará de forma tan tremenda como lógica, se acercará a un romanticismo muy raro hoy en día. Uno que no cede al sentimentalismo y que se mantiene firme hasta que provoca demasiado dolor. Un dolor casi fraternal que enlaza con la película de David Pantaleón, Rendir los machos. La ópera prima del cineasta canario, proveniente del mundo del teatro y cuyo arraigo a su tierra es más que patente, puede recordar a Gerry (2002) . Quizá porque sus dos protagonistas, los hermanos Cabrera, bien podrían evocar a los dos «gerrys» del filme de Gus Van Sant o quizá por su entendimiento del neowestern al hacer de la horizontalidad del paisaje y de la línea divisoria entre el cielo y la tierra su punto de fuga. Rendir los machos utiliza el horizonte como punto inalcanzable para estos hermanos, cuyo padre acaba de morir y que deben atravesar una gran distancia junto con su ganado para heredar. Dentro de la tradición a la que responde el rito (cuyos tres preceptos son que el ganado llegue con vida, que ambos hermanos consigan llevar a cabo la empresa y que esta sea a pie), la película de Pantaleón encontrará una serie de reclamos formales (que van desde el mencionado Van Sant hasta Chema García Ibarra) que podrán orientar un viaje tremendamente épico hacia lo absurdo.

«Rendir los machos»

Llena de dualismos, lejanías propuestas sobre un dispositivo inmóvil y unas dosis de humor bastante acordes con lo explorado (lo milenario, hoy), el film propondrá una serie de lecturas que se presentarán durante una caminata total. Desde el feminismo (la hermana de los Cabrera no puede hacer la trashumancia aunque, irónicamente, sea la que más importancia tenga de cara al negocio, ya que sus quesos son famosos en el pueblo y más allá) hasta la condición alejada de los hermanos que, inteligentemente, se los separa físicamente (cada uno aparece en un extremo del plano) cuando el campo de visión es amplio y mediante el corte cuando están en un espacio más limitado (escenas como la de la puja inicial o la canción final hablan por sí mismas). Rendir los machos, que invita a un análisis formal en profundidad, es un viaje quijotesco y existencial, donde el espacio juega un papel tan importante como la manera en que Pantaleón decide filmarlo. Junto al paisaje, quedará el individuo privado de fuerzas para continuar y que deberá plantearse como amedrentar la tradición.

 

© Borja Castillejo, noviembre de 2021