Rewind & Play
Desmontar el montaje
El director francés de origen senegalés Alain Gomis replantea en Rewind & Play (2022) la propia creación cinematográfica a varios niveles: en su concepción, en su realización y, sobre todo, en la recuperación de filmaciones originales del músico de jazz Thelonious Monk. Exhibida en la última edición de Documenta Madrid, la película es una clara apuesta por el conocimiento, por descubrir los hechos filmados en las imágenes de archivo. Toda una filosofía basada en la responsabilidad de la creación audiovisual, que sigue la misma tradición de Georges Didi-Huberman y Harun Farocki; dos autores que han construido un núcleo de pensamiento centrado en la manipulación de las imágenes, en lo que esconden estas y en la poderosa maquinaria de control que se ejerce así sobre las sociedades:
“Harun Farocki formula siempre e incansablemente la misma pregunta terrible (la misma pregunta que, me atrevería a decir, ha estimulado mi trabajo de “siempre”): ¿por qué, de qué manera y cómo es que la producción de imágenes participa en la destrucción de los seres humanos?” Georges Didi-Huberman en el prólogo de Desconfiar en las imágenes, de Harun Farocki (1)↓
Un buen ejemplo de ello lo hallamos en Videogramas de una revolución (Videogramme einer Revolution, 1992), donde Harun Farocki y Andrej Ujica desmontan el discurso oficial de la caída y posterior ejecución —sin mediar proceso legal ninguno— de Nicolae Ceaușescu y su mujer Elena Ceaușescu. Los cineastas muestran la realidad oculta que los medios de comunicación en ese momento camuflan: lo que ven los televidentes es un montaje en tiempo real de unos hechos aparentemente ciertos pero que esconden una falsedad dirigida.
Descubriendo a Monk
Rewind & Play, que es el quinto largometraje de Gomis —destaquemos su film Felicité, galardonado con el Oso de Plata en la Berlinale 2017—, parte de la misma idea que Videogramas de una revolución: descubrir la verdad de las imágenes. La película es la consecuencia del remontaje de found footage de Thelonious Monk para el programa Jazz Portrait, que dirigió el periodista francés Henri Renaud para la televisión francesa en diciembre de 1969. El gran músico, pionero del bebop, es invitado al programa para realizar una entrevista y una sesión de jazz. Hasta aquí parece todo normal. La dinámica del encuentro comienza con la bienvenida recibida por Monk y su mujer Nellie en el aeropuerto de París por el equipo de televisión. Las primeras imágenes se captan en la propia escalinata del avión y Monk se dirige después a un bar típico de la capital parisina. Allí bebe una copa, fuma… En la barra, junto a él, hay una señora que lleva un perro en sus brazos. El músico le pregunta por el animal mientras degusta un huevo duro como aperitivo. Henri Renaud le hace una apreciación: “Nunca he comido un huevo duro así”, comenta. Monk le responde con simpleza: “Lo puedes hacer tú en casa”… Renaud explica que nunca lo había visto en un bar como aperitivo, pero de alguna manera la extrañeza de lo artificial, del espectáculo televisivo, comienza a emerger ante nuestros ojos.
Retoman el viaje en taxi. Monk y Nellie están sentados en la parte trasera del coche; el cámara les filma. Es este el primer momento en el que Gomis nos introduce, con una locución en off, en el mundo y la personalidad de la pareja. Thelonious Monk, el ángel, un extraterrestre que vino a la Tierra para tocar el piano y crear un nuevo jazz; un hombre que en el devenir de este mundo se perdería sin su eterna compañera Nellie.
Monk representa la aspiración de la clase trabajadora negra que emigró de los campos sureños de algodón para recalar en el próspero norte. Nueva York como tierra de oportunidades, y el West Side de Manhattan como aquel rincón del mundo donde se crió un niño que a los seis años aprendería a tocar el piano en las iglesias evangelistas de Harlem. Vívido y austero, o más bien ausente de glamour, el músico llevó a cabo su carrera en los locales y tugurios del jazz de la Gran Manzana. A finales de los años cuarenta, ya era reconocido como uno de los grandes renovadores del jazz, antes del revolucionario Miles Davis o de John Coltrane; hasta aquí el personaje, el ciudadano Monk es un hombre como cualquier otro con una vida íntima.
Desnudando las imágenes: la persona detrás de las cámaras, el “genio” delante de ellas
Thelonious Monk entra en el plató de televisión de la mano de Henri Renaud y cerca del periodista se pueden apreciar los ejecutivos de la cadena, los focos, los técnicos… el ropaje de las bambalinas. Es aquí donde comienza una extraña entrevista donde el presentador formula preguntas que pretenden profundizar en el personaje, intentando perfilar la figura del genio… cuando el genio simplemente es un hombre que toca el piano y tiene una vida normal. Las preguntas confunden a Monk, que responde con obviedades a cuestiones como las siguientes:
— ¿Quién es para ti la figura de tu mujer?
— Es mi compañera y la madre de mis hijos
— ¿Qué sentido esconde el piano que tenías en la cocina de tu casa?
— Lo puse en la cocina porque era el único lugar de la casa donde cabía
Renaud, que intenta sacar un doble sentido a las respuestas cristalinas de Monk, comienza a perder la paciencia y pregunta directamente al entrevistado en francés, olvidándose de la traducción, por lo que el músico no entiende y sonríe. El sudor hace tiempo que cae sobre el rostro del jazzman. Bebe; la cámara enfoca al cariacontecido periodista, que pide al cámara que corte: “Esta toma no vale”. El pianista, entre trago y trago, ataca el piano y el sonido comienza a llenar los vacíos de las palabras. El cámara deja al periodista y filma a Thelonious, que comienza a volar entre sus teclas.
Gomis ya nos ha puesto en antecedentes con estas imágenes de desecho que nunca salieron en el programa de 1970. El malestar es evidente, el cineasta transmite con cortes abruptos la incomodidad al espectador, endulzada por la comicidad de la situación y las primeras notas del pianista. Es un trabajo arqueológico sobre los restos: Rewind & Play es la búsqueda de ese material, el rebobinado y el descubrimiento del detalle que desnuda el momento. Las imágenes revelan, por un lado, el suplicio de Monk, que no entiende la entrevista y decide liberarse de una situación incómoda, y por otro el de Renaud, que no empatiza con el invitado y es incapaz de conversar con él sobre su música o su vida. Estamos ante un producto televisivo que acabará en artificio.
El calor del estudio es evidente, el rostro de Thelonious está empapado, solo las notas de su jazz le transportan fuera de ese calvario. No se acerca ni una maquilladora, ni alguien con una toalla, pero ya da igual, la música le redime. Gomis se recrea en ese ambiente y lo potencia con disonancias mientras nos ofrece treguas con las notas del pianista. Es un regalo enorme: la sala de cine en la que vimos Rewind & Play pasa a ser una jam session en butaca. La cara de Renaud ha desaparecido de la pantalla, la imagen se detiene en las manos y los dedos de Monk que atacan las teclas, en el movimiento de sus pies… El trance de ese hombre tocando y creando. La película es la búsqueda de una autenticidad de la filmación, que contrasta con las imágenes artificiales que se emitieron en su época. La televisión optó entonces, una vez más, por esconder la realidad y prefirió mostrar a la audiencia una serie de fotografías montadas para ilustrar un monólogo a cámara realizado por Renaud sobre la sesión de Monk. El producto escondía la tiranía de la industria de los mass media, que explota, como si fuera un recolector de algodón en Luisiana, al negro Monk. En la filmación vemos cómo Renaud le pide que vuelva a tocar “una melodía de tipo medio”… Y el músico sigue interpretando de forma estoica un tema y otro… Como un animal de carga frente a un piano.
En Rewind & Play, Gomis sigue el camino de Farocki y Ujica, pero en su caso no desvela la mentira sino la verdad de esas imágenes, que, como apuntábamos, son una muestra elaborada de las formas de explotación del sistema. El film, por tanto, es una película militante desde la ponderación de la honestidad de unas imágenes descartadas que desmontan la mentira de las imágenes montadas. Gomis se detiene en los gestos y en la mirada de Monk, en su figura en medio de un espacio hostil del que solo se ve liberado en la soledad del piano. El film evoca en muchos sentidos la famosa sentencia farockiana: “desconfiar de las imágenes”. A su vez, el cineasta busca las imágenes desnudas y aspira a respetar la verdad de ese momento para mostrar al espectador lo que ocurrió. Y, cómo no, celebra la música de Monk y fraterniza con él, con la persona Thelonius Sphere Monk.
© Alberto M. González, agosto de 2022
(1)↑ FAROCKI, Harun: Desconfiar de las imágenes, Caja Negra Editora, traducción de Julia Giser, edición de Inge Stache y prólogo de DIDI-HUBERMAN, Georges, año 2013.