Puro vicio
After The Golden Fang
Cuando Michel Subor le pidió consejo a Claire Denis para preparar su papel de Louis Trebor en L’intrus (2004), esta le recomendó que escuchara a Johnny Cash. Le dijo al actor que tratara de parecerse, no al músico en sí, sino a la vibración de la voz de este en sus últimos discos, aquellos que grabó cuando sabía que ya no le quedaba mucho tiempo de vida. Bien, parece que algo similar ha sucedido entre Paul Thomas Anderson (PTA) y Joaquin Phoenix a la hora de elaborar Puro vicio (Inherent Vice, 2014). No en vano, entre los materiales que PTA entregó a Phoenix para la construcción de su personaje (el detective privado Larry “Doc” Sportello), llama mucho la atención encontrar algunos de los primeros discos del cantautor Neil Young.
A priori, debido a la trama del libro de Thomas Pynchon en el que se basa el filme, podría parecer una idea un tanto peregrina la de introducir una figura como la de Young, pero no olvidemos que el compositor canadiense se ha ganado con su trabajo musical el título de “the father of everything”. Así que, ¿por qué demonios no podría ser también el padre del neo-noir más salvaje y psicodélico del momento?
Rust Never Sleeps
Tener una casa junto al mar, dormirse cada noche mecido por el sonido de las olas… ¿quién no ha soñado con esto alguna vez? Sin embargo, hay algo en la vida junto al mar que no se suele tener en cuenta mientras se fantasea con ella: su efecto corrosivo. Incluso en la ficticia comunidad de Gordita Beach en la que vive “Doc” Sportello, podemos observar los deterioros de la sal y el relente marino sobre las casas, los coches y, por supuesto, las personas. El óxido nunca duerme y, por eso, la quietud en la que está sumido este personaje y los de su entorno les consume silenciosamente.
Aquí es donde entra en escena la otra figura capital del filme, Shasta Fay Hepworth (Katherine Waterston), la exnovia del protagonista que, como un fantasma recién llegado del pasado, se materializa para proponerle a Doc un trabajo de investigación bastante interesante (una mujer y su amante pretenden internar al marido de esta en un psiquiátrico para quedarse con su fortuna).
Una vez expuesta la que será la trama principal de Puro vicio, la joven se despide del detective en la calle mientras suena el tema Vitamin C del grupo Can… y no por casualidad. Para Doc, Shasta no es otra cosa que esa vitamina C de la que habla la canción del grupo alemán, aquella que se encargará de ejercer como su particular antioxidante. Y es que, en contra de lo que pudiera parecer, será ella la que vendrá a salvarle a él y no al revés. Desde su encuentro, le otorgará a Doc una ficción en la que habitar, algo que le obligará a moverse de nuevo y salir así de su letargo asesino (1)↓ (2)↓.
Transformer Man
Con el motor del filme ya puesto en marcha, PTA se dedicará a aquello que tanto le gusta, que es, como él suele decir, “cavar alrededor” de la trama principal.
Plata, diamantes, petróleo… Mecidos por una nube de humo de marihuana, iremos descubriendo todo tipo de valiosos materiales (cinematográficos) con cada nuevo avance en la investigación de Doc. Sin embargo, entre tanta indagación (que nos llevará desde un improvisado salón de masajes eróticos situado en medio de la nada hasta un edificio gigante en forma de colmillo de oro) se desarrollará otra búsqueda en paralelo que considero especialmente relevante y, por qué no decirlo, emotiva. Me refiero a aquella que lleva a cabo el protagonista para tratar de encontrarse a sí mismo y que se nos revelará mediante sus constantes cambios de vestuario y de corte de pelo.
El movimiento hippie quedó definido por muchos aspectos (pacifismo, amor libre, experimentación con las drogas…), pero el único que sobrevivió pasada la década de los sesenta, aunque fuera a cambio de perder todo su significado, fue el look. La forma de vestir y los peinados de este colectivo reflejaban también una forma de pensar, de modo que ética y estética caminaron de la mano del movimiento hasta que la publicidad se cruzó en su camino. Como muy bien explica Thomas Frank en La conquista de lo cool (Ed. Alpha Decay, 2011), los publicistas de Madison Avenue encontraron en los hippies un filón por explotar y no dudaron en apoderarse de las formas de este colectivo contracultural para hablarle (y, sobre todo, venderle) a un nuevo consumidor; un consumidor que lo que más ansiaba era ser un individuo único, alguien distinto al resto de la aborregada sociedad americana: “Si quiere ser diferente no se compre un Dodge, ¡cómprese una furgoneta Volkswagen y váyase a la playa a practicar el amor libre!”.
Desde entonces, la estética hippie, que había sido vista previamente como perniciosa para el estadounidense medio, fue mágicamente fagocitada por la industria publicitaria y abrió la puerta a una nueva forma de consumo. En definitiva, para vestir como un hippie en 1970 (año en que transcurre Puro vicio) ya no hacía falta ser hippie y esto provoca un serio cortocircuito mental en Doc. Más allá de utilizar el vestuario como camuflaje para poder infiltrarse en determinados ambientes (sucede un par de veces), nuestro protagonista se verá obligado a transformarse constantemente en busca de una estética que le defina y que, en cierta manera, le permita encontrar de nuevo su lugar en el mundo.
Hippie Dream/ Heart Of Gold
Sabemos ya qué pasó con la ropa y también con las casas en la playa de este colectivo, pero… ¿qué fue del sueño hippie? La película de PTA nos responde con la más poderosa de sus metáforas, por ser la más clara y directa de todas. Esta se produce cuando, tras cavar mucho a su alrededor, Doc se encuentra con el promotor inmobiliario Mickey Wolfmann (Eric Roberts), que, tal y como predijo Shasta, ha acabado internado en un sanatorio (para celebridades, eso sí).
La mujer de Mickey y su amante parece que finalmente se han salido con la suya y han desplumado al magnate, pero cuando el personaje de Phoenix habla con él, nos damos cuenta de que la cosa no es tan sencilla como podría parecerlo en un principio. A Wolfmann no lo han hecho pasar por loco para encerrarlo, lo que sucede es que, según la mentalidad de la clase social a la que pertenece, se ha vuelto realmente loco. “Casa gratis para todo el mundo”, esta es el epifanía que el promotor inmobiliario tuvo un día jugando a ser hippie y es esto precisamente lo que le ha conducido hasta el psiquiátrico. En Estados Unidos solo hay lugar para un sueño; el de la casa con jardín y dos coches en el garaje… pero pagando. Incluso el FBI, consciente de los peligrosos deseos de este personaje, se ha encargado de garantizar su reclusión y alejarlo, sea como sea, del mundo exterior.
Tras mucho buscar, lo que Doc acaba encontrando no es otra cosa que un corazón de oro. Sin embargo, en seguida queda bien claro que en la tierra de la libertad, si este material no está apilado y en lingotes, no solo pierde su valor sino que además se lo considera un producto altamente tóxico.
I’m Glad I Found You
Al final de Puro vicio, cuando Shasta vuelve junto a Doc (después de haber desaparecido y haberlo embarcado en una aventura que casi le cuesta la vida) se produce, y esto ya es decir, una de las escenas más abstractas del filme. Sentados el uno junto al otro, abrazados dentro de lo que parece ser un coche (el plano es demasiado cerrado para apreciarlo), él le repite a ella una frase que Shasta le dijo minutos antes, justo después de haber follado con Doc en su sofá: “esto no significa que hayamos vuelto”. Una frase en la que, irremediablemente, resuena esta otra: “Oh Jeanne, para llegar a ti, qué extraño camino tuve que tomar”.
Sin embargo, lejos de la cristalina pureza con que la expresa Martin LaSalle en Pickpocket (Robert Bresson, 1959), hay desencanto en la forma en que Doc pronuncia sus palabras. De hecho, se parece más a esa misma frase de Bresson pero puesta en la boca de alguno de los destrozados personajes de Paul Schrader, como Julian en American Gigolo (1980) e incluso Travis Bickle en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976).
Algo no va bien y, a pesar de que en ese instante se los ve relativamente felices, una señal en la escena nos indica que la cosa no acabará bien entre estos dos viejos amantes. Concretamente, se trata de un haz de luz que, al reflejarse aparentemente en el retrovisor del coche (?), impacta en diagonal sobre los ojos de Joaquin Phoenix. Es inevitable pensar entonces en el rostro de Robert de Niro en Taxi Driver mirando a Betsy (Cybill Shepherd) alejarse a través del retrovisor, justo antes de girarlo de forma brusca para mostrarnos las humeantes calles de la ciudad. Todo está bajo control, todo es “chachi” (como dice constantemente Doc) en esta nueva era… pero solo por el momento.
Bonus track: Cowgirl In The Sand
De la misma forma que no es necesario saber la composición de todas y cada una de las pequeñas partículas que configuran el universo para ser capaz de habitarlo con mayor o menor soltura, Puro vicio es un filme que no exige una comprensión completa para su disfrute. Es una película que invita al paseo por encima de sus imágenes, a la abstracción puntual en alguna de sus largas conversaciones, donde conviene dejarse llevar por el sonido de las voces de los actores. Sin embargo, PTA introduce un personaje especialmente fascinante que gravitará alrededor de Doc y que ejercerá de voz en off explicativa: Sortilège es su nombre (casi nada) y la encargada de interpretarlo es la cantante Joanna Newsom.
“El flujo discursivo de Joanna Newsom es torrencial, sin apenas pausa, y pese a ello se las arregla para ser absorbente y convertir su voz penetrante ora en narradora omnisciente, ora en uno de sus múltiples personajes, observadora y protagonista al mismo tiempo”. Esto no lo digo yo, lo escribió el crítico musical Ruben Pujol en las páginas de la revista Rockdelux (nº especial 25 aniversario, noviembre de 2011) para hablar del tema Only Skin de la compositora californiana pero, si se me permite, robaré sus palabras y las pegaré aquí porque encajan a la perfección con el papel que interpreta la cantante en Puro vicio.
El que conozca el trabajo musical de Newsom sabrá de su voz mística y, por tanto, no le será difícil imaginarse a este personaje que entra y sale de la narración (que llegará incluso a interactuar con los protagonistas del filme) sin perder por ello jamás su condición etérea (3)↓. Este es, sin duda, uno de los grandes hallazgos del filme de PTA y quizá el punto de conexión más evidente (por encima del personaje fumeta de Phoenix) con El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998) de los hermanos Coen. Al fin y al cabo, Newsom podría considerarse como el reverso femenino de aquel cowboy interpretado por Sam Elliott, aunque al cambio de sexo en el narrador también cabría añadir un cambio en cuanto al concepto temporal. Mientras que los Coen realizaron un filme en presente y buscaron una voz y una figura que vinculara su trabajo con el pasado cinematográfico (el western), PTA da la vuelta al mecanismo y usa una voz del presente para traernos una historia del pasado. De esta forma, mediante el personaje de Newsom, Puro vicio no se inscribe en ningún momento concreto del pasado de la historia del cine (a pesar de sus múltiples referencias) sino en un terreno un tanto más abstracto e inasible: el del futuro.
¿Era esta la voluntad de PTA? Nunca lo sabremos a ciencia cierta, pero que la definición de sortilegio (Sortilège) sea “el arte de interpretar los sucesos futuros mediante las señales que actúan en el presente” da qué pensar.
(1)↑ En cuanto a la vitamina C, es curioso ver cómo la estructura narrativa de la película se asemeja más a la estructura molecular de este compuesto que a la narrativa propia del cine (Doc Sportello sería el Oxígeno y Shasta el Hidrógeno).
(2)↑ Si consultamos en Wikipedia nos encontraremos también con otro dato curioso en relación al déficit de esta vitamina (escorbuto): al colectivo al que más afectaba esta carencia era al de los marineros, ya que en alta mar se reducía el consumo de fruta fresca y hortalizas. Podría establecerse aquí alguna relación entre este hecho y la figura de Freddie Quell (el marinero protagonista de The Master, el anterior filme de PTA, también interpretado por Phoenix). Y conste que digo podría porque, la verdad, es que yo no voy a hacerlo; a estas alturas mi cerebro ya no da para establecer más conexiones ni sobreinterpretaciones de ningún tipo.
(3)↑ Gracias a esto, el personaje interpretado por Joanna Newsom se nos revela como un perfecto trasunto cinematográfico de la múltiple narrativa omnisciente de Pynchon; un espíritu con voz propia que parece atravesar a los personajes, observarlos desde dentro y luego abandonarlos para continuar con su camino errante.
© Sergio Morera, marzo 2015