Palabra y utopía

Bajo el signo de la palabra

Palabra y utopía (Palavra e utopia, 2000) es una película densa y difícil en la que Manoel de Oliveira propone hacer una biografía del padre António Vieira (1608-1697) a través de su palabra, de su lucha contra la esclavitud y de su utopía del Quinto Imperio. En realidad, es la pronunciación de la palabra, el gusto por la dicción actoral en lengua portuguesa brasileña, el eco de esta palabra en las iglesias, las cortes y los tribunales, el efecto que tiene en los pueblos indios y negros, en reyes y reinas, lo que interesa a Oliveira, gran cultivador de la palabra, de la dimensión barroca de la palabra. Para lograrlo, Oliveira enmarca al personaje en tres edades: la juventud, con el actor Ricardo Trepa; la vida adulta, con Luís Miguel Cintra; y la madurez de Vieira, con Lima Duarte. Paradójicamente, la fuerza del personaje se afianza con el envejecimiento y el cambio de actor, del portugués al brasileño. El estilo de representación de Trepa y Cintra es contenido, en gestos y pronunciación; el de Lima Duarte es, al contrario, sanguíneo y sobreactuado. La violencia de las palabras va de la mano de la violencia de la dicción, a medida que avanza la ceguera, dolencia de algunos escritores oliveirianos (por ejemplo, Camilo Castelo Branco).

 Ricardo Trepa, Luís Miguel Cintra y Lima Duarte

Oliveira elige deliberadamente los ambientes pictóricos de los interiores desnudos, ya sean iglesias, casas o castillos, para despojar el eco de la palabra vieiriana; esta, que es rica en adjetivos y parábolas, se encuentra con una arquitectura simétrica, plana, sin protuberancias, un entorno favorable para su degustación. Del oscuro entorno del Santo Oficio a su casa en el exilio en Quinta do Tanque, pasando por ese mar negro y tumultuoso que separa y une Lisboa con Maranhão, todo contribuye a un tono rembrandtiano de claroscuro, tonos sin luz y sombras marcadas.

No fue la primera vez que el padre António Vieira apareció en las películas de Oliveira, como personaje y como referencia: ya en No, o la vanagloria de mandar (Non, ou A Vã Glória de Mandar, 1990) el tema de la circularidad de la palabra servía para explicar la circularidad de la historia de Portugal contada en el filme. En 2004, Oliveira volvió a evocar el tema del pensamiento vieiriano sobre el destino de su país en O quinto império – Ontem como hoje (2004), a partir de la pieza teatral El-Rei Sebastião, de José Régio. Oliveira, de hecho, se nutre de este cruce entre Vieira, Luís de Camões, Régio y Gonçalo Annes Bandarra, muy ayudado por el padre profesor João Marques, su consejero histórico. Hay un pensamiento visionario que engarza a estos autores portugueses y que vincula Portugal con África y Brasil, siempre a través de lo colonial, lo interracial y lo místico, ligados a la derrota en Alcazarquivir y la llegada del Anticristo.

El padre António Vieira ante el tribunal de la Inquisición portuguesa

Manoel de Oliveira da plena importancia a contextualizar la historia del padre Vieira, su viaje a través de Brasil y Europa, fijando el marco pictórico de la época del siglo XVII, durante y después de la ocupación filipina, en la que algunos momentos del filme son de Goya, otros de Velázquez y muchos de El Greco, moldeando los ambientes mediante pintores españoles. Los momentos bahianos sugieren más bien la influencia de Gauguin. No hay acciones cinematográficas en la película, sino una única escena teatral sin entradas ni salidas, imperio de la palabra y el uso clásico de intertítulos y de sustituciones de los actores que marcan el paso del tiempo y del lugar. Oliveira es fiel a su doctrina de que el cine registra la palabra y el teatro, de que la película se ciñe a los textos y a las figuras históricas, a los lugares y a los tiempos. El lado petrificado de Palabra y utopía afirma aún más esta concepción de que el cine no inventa nada.

De alguna manera, la entrada de Oliveira en la última escena de la película —el lecho de muerte del padre António Vieira, donde trae la carta del Papa que lo libera de las acusaciones que recaen sobre él— refleja la convicción del cineasta de que su personaje se adelantó a su tiempo, pues el Papa lo confirmó, y ahora el cine también, al canonizarlo como gran predicador de la Compañía de Jesús. Por otro lado, la educación de Oliveira tuvo lugar en el colegio jesuita de La Guardia, Galicia. Uno podría creer que Oliveira también esperaba ser reconocido como un adelantado a su tiempo y que algún Papa religioso o civil lo liberase de las acusaciones de impopular.

La aparición de Oliveira en el lecho de muerte del padre António Vieira

Bajo el signo de la palabra, Oliveira escuchó al pueblo; escuchó las novelas de Camilo y Raul Brandão, el teatro de Régio, Vicente Sanches y Prista Monteiro, los diálogos de Agustina Bessa-Luís, los poemas de Camões, los sermones del padre Vieira. No es casual, desde luego, que su última ficción fuese O Velho do Restelo (2014), donde se juntan Teixeira de Pascoaes, Camilo, Camões y Don Quijote en un improbable encuentro de hombres de la palabra escrita.

 

© Fausto Cruchinho, julio 2016* / Traducción al español © Carles Matamoros y Albert Elduque, febrero 2021

* Este artículo apareció originalmente en portugués en el número 152 de la revista Argumento, que edita el Cineclub de Viseu, uno de los más longevos de Portugal, con el que Transit ha establecido un acuerdo de colaboración.