Oldham y el cine

Un actor llamado Will Oldham

 

Hoy en día todo el mundo conoce a Will Oldham por una trayectoria musical que le ha convertido en uno de los más importantes songwriters contemporáneos. Pero no siempre fue así. Antes de grabar su primer disco (There Is No-One What Will Take Care Of You, bajo el seudónimo de ‘Palace Brothers’, en 1993), Oldham ya llevaba algunos años en la industria del entretenimiento. Concretamente, desde mediados de los ochenta, cuando debutó como actor en What Comes Around (Jerry Reed, 1986). Por sorprendente que parezca ahora, el cine fue su primera vocación: “Siempre quise actuar, desde pequeño. Hice mucho teatro, y también algunas cosas en televisión”. No miente. Su debut se produjo cuando contaba 16 años, aunque no puede decirse que fuera un papel que vaya a pasar a la historia. Jerry Reed escribió y protagonizó un filme centrado en la vida de Joe Hawkins, un cantante de country & western, que no escapaba a ninguno de los tópicos del género musical (ascensión y caída, mánager desalmado, problemas con el alcohol). La película está ambientada en 1985, pero se inicia con un prólogo localizado en 1959, cuando Hawkins abandona la casa familiar para probar suerte en el mundo del espectáculo. Es entonces cuando se puede ver al jovencísimo Oldham, que interpreta al hermano menor de Reed. Una intervención breve y anecdótica, con la mitomanía (o el completismo) como principal aliciente.

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Al año siguiente volvería a ponerse ante las cámaras, con resultados muy diferentes. Matewan (1987) es un drama histórico en clave de western que reconstruye un episodio clave en la lucha sindical estadounidense, durante una huelga minera en la localidad que da título a la película en la década de los años veinte del siglo pasado. Un filme en el que el director John Sayles combina inteligentemente la acción con la reflexión política y en el que Oldham encarna a un joven predicador con notorio peso específico en el desarrollo de los hechos.

La experiencia fue positiva y se trasladó a Hollywood para convertirse en profesional. Pero pronto se dio cuenta de que las cosas no eran como las había imaginado. “Cuando tenía 18 años, pensaba que no contaba con la suficiente experiencia para ser el tipo de actor que buscaba y, además, tuve la oportunidad de ver cómo era el negocio del cine y me di cuenta de que tampoco me iba a permitir desarrollar mi trabajo interpretativo como deseaba”. Su desilusión llegó a tal punto que en 1989 optó por abandonar la idea de ganarse la vida con la interpretación cinematográfica, que no obstante seguiría practicando como afición.

Más de veinte años después ha adquirido la experiencia que le faltaba, pero también ha consolidado una brillante carrera musical. “Lo considero un privilegio, porque eso me permite trabajar en el cine con gente que se sitúa al margen de lo convencional, que busca su propio camino, aunque no disponga de un gran presupuesto, porque prefiere no someterse a los engranajes de la industria”. La situación no es muy diferente en el terreno musical, aunque Oldham parece sentirse más cómodo en él. “No sé si comodidad es la palabra, pero tengo la suerte de relacionarme con gente que acepta el modo de trabajar que he escogido. Un disco requiere mucho menos capital inicial que una película. Con el cine adquieres un mayor grado de compromiso, hay grandes cantidades de dinero que dependen de lo que hagas, y todo el mundo debe quedar satisfecho. Otras veces, el proceso en el cine es similar al de la música, porque ruedas con un presupuesto muy bajo y un equipo técnico mínimo. Pero lo corriente es lo contrario”.

 

Amigos y conocidos

De algún modo, su trabajo musical se aproxima bastante a sus aspiraciones iniciales como actor. “Lo que quería era tener diferentes existencias a través de diversos personajes”, confiesa el hombre tras Palace Brothers, Palace Music y Bonnie ‘Prince’ Billy. “Descubrí que con las canciones podía crear otros personajes y profundizar en ellos emocionalmente, usando mi voz y mi cuerpo para expresarme, y hacerlo sin tener que responder ante tanta gente. Solo hay tres elementos: las canciones, el intérprete y el público. Lo demás queda minimizado. Sin mánager ni publicistas”. Y sin director. Mientras que el actor debe someterse al realizador del filme, el músico es su propio director: “Por eso me gusta tanto hablar con los directores. Me pongo en manos de una persona que tiene su propia visión. Debes darte a la idea de otro, respetarla y asumirla como tu propia responsabilidad”.

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Quizá por eso durante la década de los noventa sus apariciones cinematográficas resultan escasas. Las más relevantes se encuentran en Thousand Pieces of Gold (1991), a las órdenes de Nancy Kelly, y la curiosa Radiation (1998), de Michael Galinsky (componente de Sleepyhead) y Suki Stetson Hawley, una road movie entre el documental y la ficción, rodada en España, protagonizada por el promotor Unai Fresnedo y con la presencia de Come, Stereolab o el propio Oldham, que hace un breve cameo, tocando la guitarra acústica en un club. También se le puede atisbar en Julien Donkey-Boy (1999), de Harmony Korine, aunque no aparece acreditado y no quedó satisfecho de un rodaje que califica de delirante. Sin embargo, ese mismo año se llevaría una alegría, ya que Kelly Reichardt le pide que componga la banda sonora de Ode (1999). Oldham no actúa en la película, pero establece una profunda relación de amistad con la directora, que años después piensa en él para coprotagonizar (con Daniel London) la estupenda Old Joy (2006). “No hay mucha gente con el respeto por la historia del cine y el sentido de la responsabilidad de Kelly, además de su energía. Pocos trabajan de manera tan independiente”, reconoce el músico, que afronta el papel asumiendo la personalidad que ha desarrollado como Bonnie ‘Prince’ Billy, con la poblada barba y el aspecto desaliñado que le han caracterizado en los últimos tiempos.

La relación con Reichardt se puede inscribir en un círculo más amplio de artistas de la escena independiente con los que ha mantenido activas colaboraciones. Antes de Old Joy, por ejemplo, participó con un pequeño papel en Junebug (2005). Ambas películas tienen banda sonora de Yo La Tengo, y la segunda está dirigida por Phil Morrison, que a su vez sería productor (junto con Todd Haynes) de la maravillosa Wendy & Lucy (2008), siguiente trabajo de Kelly Reichardt, quien volvió a guardarle un papel a su medida (y le encargó el principal tema musical): Oldham interpreta a un vagabundo llamado Icky, que lleva dos colmillos tatuados en el mentón y narra una historia nocturna a la luz de una hoguera.

Para redondear un periodo de intensa actividad cinematográfica, en 2006 participó también en The Guatemalan Handshake, otra producción indie, ópera prima de Todd Rohal con música a cargo de David Wingo, cabeza visible de Ola Podrida, proyecto de folk intimista que guarda evidentes conexiones sonoras con el trabajo musical de Oldham.

 

En enero de este año el cantautor se desplazó al Festival de Róterdam para respaldar el estreno mundial de New Jerusalem (2011), filme de Rick Alverson (Spokane) que se diría inspirado en «Old Jerusalem», la canción que Oldham grabó en Viva Last Blues (Palace Music, 1995). Interpreta a un devoto creyente que trata de ayudar espiritualmente a su compañero de trabajo en un taller (el irlandés Colm O’Leary), deprimido tras su regreso de la guerra de Afganistán. “Hace mucho tiempo que empecé a pensar en cómo utilizamos la religión para definir nuestras diferencias. No creo en la divinidad de Jesucristo, pero estaría actuando si dijera que pienso que es una mentira. En ese sentido, la película ha sido una gran oportunidad. En un entorno de izquierdas, no creyente, cuando aparece el cristianismo, la gente cierra los ojos. Y me pregunto: ¿Por qué lo hacen? Era una buena oportunidad de hablar ese lenguaje y tratar de entenderlo”.

Lo cierto es que lo consigue, probablemente porque no presenta al personaje como un fundamentalista: “Rick quería que fuera más fanático. Deseaba hacer la película porque había tenido alguna experiencia personal y buscaba tratar de entender su postura. Dejé atrás cualquier posicionamiento irónico, pero tenía claro que no pronunciaría una sola frase que considerara indefendible a nivel personal. Aunque sentía que diría cosas que hay gente que considera indefendibles. Lo hacen porque tienen miedo y se sienten inseguros”.

Oldham_New_JerusalemCentrado en su trabajo como músico, el trovador de Louiseville asegura que seguirá cultivando su faceta cinematográfica, aunque solo acepta las ofertas procedentes de amigos (búsquenle en Jackass 3D) o aquellas que considera realmente interesantes; “No recibo muchas. A veces me llega alguna sin sentido. Por suerte, muchas veces estoy de gira, y eso me sirve como pretexto para rechazarlas. Es lo que hice cuando me llamaron para participar en Jonah Hex (Jimmy Hayward, 2010), una película basada en un comic book. Era un proyecto demasiado grande. A mí me gusta la fase de preparación. Empezamos a trabajar en el personaje de New Jerusalem nueve meses antes del rodaje. El pasado diciembre me llamó un tipo para ofrecerme un papel y me dijo que empezaba a rodar en dos semanas. Me alegré de no poder hacerlo. Cuando me propuse ser actor fue para convertirme en cada personaje, y eso es imposible de conseguir en dos semanas”.

 

 

*Todas las declaraciones de Will Oldham que aparecen en el artículo pertenecen a una entrevista realizada por el autor del texto en el Festival de Róterdam (enero de 2011) y publicada con anterioridad en la revista Rockdelux, n.º 294 (abril de 2011).