No intenso agora

Una ilusión fugaz

 

Tan intensa como anecdótica, tan documentada como subjetiva, tan dispersa como apasionante… Los sentimientos contradictorios que despierta No intenso agora (João Moreira Salles, 2017) perduran unos días después de su visionado. Aparentemente, la película está centrada en las protestas y enfrentamientos del mítico Mayo del 68, pero aquí no hay un análisis exhaustivo del clima político y social de la Francia de aquella época. La propuesta va mucho más allá y ofrece una mirada original y enriquecedora.

No intenso agora no tarda en situarnos en un terreno emocional mediante unos recuerdos registrados en Super 8. Estos no pertenecen al narrador (y director) del documental sino a su madre. De hecho, son recuerdos parciales que recogen partes de un viaje a la China de la segunda mitad de los sesenta y que se completan con los comentarios (¿literales, adaptados?) hechos por ella a raíz de ese trayecto. Durante el citado viaje, el grupo de burgueses del que formaba parte la madre de Moreira Salles tuvo la opción de aventurarse en el corazón del comunismo en una doble aventura. Por una parte, la inmersión en un territorio mítico, la China Imperial, con sus riquezas arqueológicas (tumbas, palacios y templos semi ocultos) y una población que vivía casi un siglo atrás. Por otra, la ebullición de la Revolución Cultural, que creaba a su alrededor un dispositivo propagandístico basado en recepciones escolares, bailes socialistas y la omnipresente visión del Gran Timonel, representado en fotografías o en el Libro Rojo. En las imágenes que vemos, los turistas sonríen, emocionados, satisfechos, por la intensidad de la información recibida, por la belleza contemplada. La Historia, en mayúsculas, se desarrolla a su alrededor y, en ese preciso instante, en ese Ahora, ellos gozan de un protagonismo inesperado.

La China comunista en No intenso agora

Moreira Salles combina esas escenas en Super 8 (que reaparecen una y otra vez durante su película) con otro material aparentemente más objetivo y severo, que conforma el grueso de las imágenes de No intenso agora. Se trata de metraje de archivo perteneciente a reportajes periodísticos o amateurs de las revueltas de Mayo en París, de la Primavera de Praga y de los disturbios en Rio de Janeiro. Mediante un montaje predominantemente cronológico, el cineasta brasileño muestra cómo la revuelta estudiantil apoya las huelgas obreras, cómo la policía carga contra los manifestantes y, más adelante, cómo se definen los antagonistas. A un lado, de un modo simplificado, el joven estudiante y brillante argumentador televisivo, Daniel “el Rojo” Cohn-Bendit. Al otro, la grandeur encarnada en la figura del General Charles de Gaulle. Durante buena parte del documental, vemos imágenes (y oímos los comentarios del autor) de disturbios y de reuniones, así como entrevistas televisivas y discursos políticos en los que se vive la gloria, el triunfo de la revuelta. Es el cambio que viene, el cambio que se comparte en la lucha. Es la satisfacción de sentirse viviendo la Historia. Como la madre de Moreira Salles, Cohn-Bendit y sus compañeros sonríen, disfrutan del momento. Como lo hace Alexander Dubcek, que recibe abrazos y obsequios de colaboradores y admiradoras mientras elabora la Primavera de Praga. Pero, más adelante, No intenso agora revela el reverso del éxito. O, tal vez, simplemente otro dibujo de la misma cara. En otra entrevista, Daniel “el Rojo” admite que no hay plan para después de la revuelta, que no hay una Revolución real… y acepta encargos ensayísticos de bajo calado, incluso reportajes para revistas de moda, lo que difumina su aura. Su dialéctica ha derrotado al gobierno y a un envejecido De Gaulle en la televisión, pero el viejo político cambia más adelante sus armas y se pasa al discurso radiofónico, donde emula su épico mensaje anti nazi. Las palabras del General generan una manifestación masiva de apoyo que borra el rastro de los estudiantes. Los obreros, por su parte, ignoran una revuelta que, más allá de sus primeros días, poco hizo por ellos.

Las manifestaciones de Mayo el 68 en No intenso agora

En Mayo del 68 no hubo una represión sangrienta, como las que sí se vivieron en Brasil o Praga, quizás porque buena parte de los agitadores vivían en barrios altos. Moreira Salles hurga en esa herida y recupera metraje que explica que el propio ministro del Interior francés tenía tres hijos en las barricadas (definiendo en parte el origen social de algunos revolucionarios, como justificando que la represión fuera limitada). En esa misma línea, la película también muestra imágenes de discusiones en la Sorbona en las que algunos miembros de la revuelta dicen sentirse ajenos a las mismas porque, siendo de familia obrera, no tienen acceso a la universidad ni pueden seguir los argumentos que allí se exponen. A su vez, se compara Mayo del 68 con las revueltas de Berkeley, en las que el liderazgo fue compartido por ambos sexos y diversas razas, al contrario que en las protestas de Francia, que fueron, predominantemente, masculinas y blancas.

¿Es riguroso en sus planteamientos Moreira Salles? ¿Fueron los revolucionarios franceses poco más que una Gauche Divine, niños de papá que podían permitirse una revuelta que les hubiese correspondido a los obreros? ¿Nos manipula el cineasta brasileño con su montaje de la Historia? Es muy difícil responder de forma unívoca y, por supuesto, todo documental tiene una buena dosis de subjetividad.

Uno de los eslóganes emblemáticos del Mayo francés en No intenso agora

Posiblemente, la intención de la película no sea tanto la de desmitificar una revuelta, que se ha glorificado en exceso (especialidad francesa), como la de mostrar las claves de su éxito o de su mitificación. Los intentos de auténtica revolución, las revueltas reales, fueron mayormente destruidos (en Brasil, en Checoslovaquia, antes en Hungría, poco después en buena parte de Latinoamérica con la Operación Condor y sus variantes). Y las revoluciones que sí triunfaron implicaron masacrar a muchos y marcaron negativamente a sus países a la larga. Los propios gobernantes chinos que la madre de Moreira Salles conoció acabaron admitiendo el error de la Revolución Cultural, con los crímenes cometidos y el atraso que supuso para el país (habrá que ver en unos años cómo podemos valorar la revolución cubana). Y aun así, a día de hoy, el aura de Mayo del 68 no queda muy lejos del que tiene la imagen de Che Guevara. “Sé realista, pide lo imposible”, “Bajo los adoquines, la playa” y tantos otros eslóganes fueron impulsores del movimiento francés y perviven en la imaginería popular de todo el mundo. Fueron creados en un Ahora Intenso, producto no solo de la habilidad creativa (tal vez de futuros reyes del marketing) como de la Ilusión. Una ilusión individual compartida en lo colectivo. Una ilusión similar a la identificada por el director de la película en el rostro de su madre, viajera en la China Comunista. La felicidad producida por la consciencia de vivir, tal vez de modo inesperado, el momento, los momentos, más relevantes de sus vidas.

Es triste, pero es irónico. Moreira Salles habla del regreso a las fábricas. En el metraje que utiliza para ilustrarlo, los obreros vuelven al trabajo tras meses de huelga. Han ganado muy poco y una operaria se niega a reincorporarse argumentando que no es ni tan solo una victoria pírrica, como el sindicalista argumenta, sino que es una derrota. Un estudiante trata de intervenir, pero nadie parece escucharle. Su tiempo ha pasado. Más adelante, el cineasta brasileño introduce referencias a suicidios de miembros de la revuelta, contenidas en Mourir à trente ans (Romain Goupil, 1982) y las imágenes de Salida de los obreros de la fábrica (La sortie de l’usine Lumière à Lyon, Louis Lumière, 1895). Nada ha cambiado, excepto el exilio del maoísmo a países ignotos (¿qué nos dices de ello, Jean-Luc?). Solo permanecen las frases ingeniosas, para aquellos que aún quieran usarlas, como gloria de la ilusión vivida, de la joie de vivre.

Las sonrisas en el viaje a China de No intenso agora

© Antoni Peris i Grao, agosto de 2018