Los cimientos de ‘Cábala Caníbal’, por su autor

El origen del origen de Cábala Caníbal

 

Cabala-canibal-Villamediana-a

¿De dónde nace una obsesión? Nace por un determinado orden de pensamientos. Seguirlos es crear un nuevo orden que se mezcla con el original. Nunca se puede seguir la misma ruta. Pero lo que me interesa es crear esa senda e idear una cartografía inventada para la memoria.

En 1982 Ingmar Bergman dirigió la que según él iba ser su última película. Quizá se refería a que iba a ser su última gran película, aquella que contuviera todo el cine en sí. De la historia de Fanny y Alexander, dos niños de Upsala de principios del siglo XX, pertenecientes a una familia de la alta burguesía que pierden a su padre, me queda ante todo una imagen: un fulgor.

Isak, judío, dueño de una tienda de antigüedades que contiene todos los secretos, todos los objetos únicos, con la excusa de la compra de un arcón del obispo, el nuevo padrastro de Fanny y Alexander, visita el castillo donde los niños han sido encerrados. Entonces, se produce el prodigio sin explicación ninguna. Mientras anuncian al obispo su visita, Isak aprovecha para avisar a los niños de su próxima fuga. Regresa poco después y entrega el dinero al avaro padrastro, que acto seguido entra en su despacho para firmar el recibo por la venta. Durante esos breves instantes el judío aprovecha para esconder a los niños en el baúl. Los cubre con un manto negro que cae dulcemente sobre ellos. El obispo regresa y, consciente del engaño, tras golpear e insultar a Isak, sube a la habitación en busca de Fanny y Alexander. Es entonces cuando Isak, hasta ese momento un simple judío, demuestra sus poderes. Al incorporarse, una cegadora luz ilumina su rostro. En un esfuerzo supremo, ha logrado que los niños, escondidos en el baúl, aparezcan milagrosamente también en la habitación de arriba, donde se encuentra su madre, que consciente del prodigio, le dice al obispo: “no los toques”. No los toques. ¿Por qué no? ¿Qué ha sucedido? Un fulgor, no más. El judío, mediante ese grito de luz, mediante el verbo encarnado, ha logrado hacer un milagro: crear un reflejo de los niños.

Cabala-canibal-Villamediana-b

Supongo que esa fue la primera vez que me fascinó algo en relación con lo judío. Un tópico, pero sin duda una imagen que cobró fuerza con la siguiente secuencia del filme. La casa de Isak estaba habitada por momias que respiraban y por un andrógino que vivía encerrado en un laberinto interior, especie de aljama incomprensible, donde las leyes de lo racional se veían subyugadas por el misterio. Habitaciones abarrotadas pero cálidas, visiones de cuerpos ardiendo, una mano sobre una frente y la transubstanciación de Ismael, el andrógino sobrino del judío, en el David Bowie de los año setenta. Dos imágenes como dos ojos de distinto color en un mismo rostro. No sabemos si Ismael, encerrado allí de por vida, puede cumplir los deseos de Alexander o si simplemente es un profeta que anuncia la merecida muerte del obispo. Ismael entonces ve y habla. El poder de la palabra que traspasa las paredes. Palabras que se materializan en el castillo. Deseos que se cumplen. Una muerte inflamada. Un obispo calcinado. Una llama en una cocina. Una historia que me contó mi abuelo sobre una aparición que tuvo frente al fogón de la casa de Paredes de Monte. Tenía siete años. Estaba durmiendo cuando notó algo extraño. Hacía frío, era invierno y solo se podía estar junto al fuego. Entonces le vio. Era su abuelo Rafael, ya muerto, allí, en pie, sin mirarle, calentándose las manos. Recuerda que le dijo: “qué bien se está al calor de la lumbre”. Mi abuelo, que mecido todavía por el sueño no atinaba a comprender qué era aquello, se volvió a acostar y se durmió, como si las cosas más extrañas se volviesen normales cuando uno actúa de forma rutinaria. Después, al levantarse, no se preguntó qué había hecho allí su abuelo muerto, sino: ¿por qué había necesitado calentarse las manos? Y esto fue lo que al día siguiente preguntó ansioso a sus padres tras acabar el desayuno compuesto por leche y pan duro. Tendría frío, es todo lo que recuerda que le respondieron. Esa fue la lógica castellana que acabó con cualquier tipo de fantasía. Los muertos también tienen frío. Eso, y la absoluta nitidez del campo. Se trata del recuerdo más antiguo que existe en la familia, y curiosamente es algo que no sabemos si realmente sucedió.

Este es uno de los posibles orígenes de la película Cábala Caníbal (2014), pero también hubiera podido ser cualquier otro, como cuando robé con trece años, sin saber lo que traía entre mis manos, un ejemplar de El Zohar, obra cumbre de la mística judía, en Galerías Preciados. Son muchos los posibles orígenes y todos son ciertos.

Antes de comenzar a trabajar en la película, escribí un largo texto al que pertenece la parte anterior, prácticamente un libro sobre la influencia de la Cábala en distintos artistas y pensadores, y durante aquel trabajo descubrí sorprendido a una serie de autores como Eduardo Cirlot, José Angel Valente, Salvador Espriu, Jorge Luis Borges o Walter Benjamin, cuya obra estaba fuertemente influenciada por ese sistema de interpretación místico de la Biblia que surgió en el siglo XII en el sur de Francia y que luego llegó a España, donde floreció en Cataluña, Aragón y Castilla. La Cábala.

Durante la elaboración de este texto, comencé a trabajar con una doble imagen de forma casi espontánea, situando una imagen junto a otra, buscando un contraste, un efecto nuevo, que no tenía tanto sus raíces en el cine como en la propia Cábala y en las formas combinatorias que esta aplicaba al texto sagrado. En la Torah, los primeros cinco libros de la Biblia, cada letra es sagrada y, por lo tanto, llena de posibles siginficados.

Cabala-canibal-Villamediana-c

Para desvelar el lado esotérico de las letras hebreas existen tres caminos. El primero es buscar la correspondencia entre número y palabra (gematría), ya que cada letra del alfabeto hebreo tiene una correspondencia numérica, un sistema que permite descubrir otro tipo de conexiones ocultas entre los nombres. Como ejemplo, dos palabras que proceden de la Torah, como ‘silencio’ (shaket) y ‘uno’ (ejad) tienen en hebreo el mismo valor numérico, el 13, pero también poseen una profunda relación de significado espiritual. El aspecto numérico de las palabras es algo que incluso se encuentra ya en la palabra hebrea ‘libro’ (séfer), que está emparentada con la palabra castellana ‘cifra’. El segundo camino sería la temurá, la combinación de las letras de una misma palabra con otras, alterando su valor y su significado. Así lo vemos aplicado en la primera palabra del Génesis –bereshit-, que significa “En el principio”, y según el Zohar “es una palabra que revela seis –shit– en una palabra oculta –bará-, crear”, en referencia a los seis días que Dios tardó en crear el mundo. El tercer sistema es el notarikón, donde cada palabra es como un acróstico, y cada letra es el comienzo de una nueva palabra, como sucede con la palabra ‘Pardes’. Como palabra significada “paraíso o vergel” y al mismo tiempo cada letra era la inicial de los cuatro términos que definen el sistema interpretativo de la Torah. La modernidad de la Cábala reside justamente en esta deconstrucción de la palabra, que se fragmenta para verse modificada y resignificada.

Cabala-canibal-Villamediana-d

Inspirado libremente este sistema combinatorio (donde las letras pasaron a ser tomas/planos), y sin dejar de lado por supuesto a Eisenstein y a Godard, relacioné imágenes mediante distintos tipos de conexiones: unas puramente figurativas, otras de carácter temático, otras de carácter simbólico y finalmente otras con carácter más esotérico. Concebí la imagen como un proceso dialéctico, en cuanto que ninguna imagen está sola, y siempre es el resulltado de un choque, de una combinación con otras imágenes. De ahí tambien la doble pantalla, que muestra ese lado especular de la imagen, en cuanto que todas son un reflejo de otra (nunca hay una imagen sola). Las combinaciones son así inagotables. Y al mismo tiempo también me di cuenta de que esa doble pantalla simbolizaba lo masculino y lo femenino, los dos ojos con los que vemos, los dos hemisferios del cerebro, y que en su cruce, en su mezcla, fecundaban entre sí otras muchas relaciones. Sin embargo, hacía falta encontrar un sistema y una historia para ponerlas en relación.

Para conectarlas con algo propio recordé aquella vieja historia de la caja encontrada en el muro de la casa de mis tatarabuelos. A partir de ahí, y con el dispositivo ya claro, comencé a dejarme llevar por las propias imágenes, creando un laberinto de ventanas que permitían mirar hacia otros lugares. Estaba creando una memoria portátil, viva, en la que mezclaba la Cábala con mis experiencias y mis conocimientos particulares.

Cabala-canibal-Villamediana-e

Por supuesto, la idea era que todo funcionase como la propia memoria, sin un orden claro, sin principio ni fin. Quería que las imágenes a veces luchasen contra el texto, en otras ocasiones entre sí, intentando imponerse las unas a las otras. Y yo, mientras tanto, trataba de excavar cada vez más profundamente, tratando de encontrar mi primera imagen, el origen de todo, realizando una especie de trabajo arqueológico que me permitió encontrar nuevas raíces –o más bien rizomas–, que me llevaron a vidas que no recordaba.

También tuve como influencia la obra de Aby Warburg y su Atlas Mnemosyne (alguien dijo de él que su trabajo era una mezcla entre el Talmud e internet) y, por supuesto, el Libro de los pasajes de Walter Benjamin, y su idea de utilizar “los deshechos de la historia”. Como un trapero, fui recopilando imágenes de internet, películas perdidas y grabaciones propias deshechadas, para ir componiendo ese espacio virtual, ese teatro de la memoria con el que intentaba luchar contra el olvido, tanto de una cultura, la judeo-española, como de mi propia memoria. Así, la idea era realizar una película inabarcable en cierto modo, que nunca parezca la misma en cada ocasión en que la ves, y en la que cada espectador encuentre nuevas relaciones, apoderándose así de ella.

El proceso de creación fue por tanto una escritura en imágenes. Trabajando en colaboración con Madalina Stefan, día a día, delante de mi ordenador, reescribía continuamente, grabando imágenes, mi voz, y buscando nuevas relaciones. Un proceso lento que me permitió desarrollar una nueva forma –para mí– de trabajar con las imágenes, canibalizando todo tipo de materiales para trasmutarlos en algo nuevo mediante el montaje.

Cabala-canibal-Villamediana-f

 

© Daniel V. Villamediana, febrero 2016