Genpin

Nacer o no nacer: ¿naturaleza vs medicina?

 

“Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre”

(Máxima médica)

Tras abandonar puntualmente su Nara natal en Nanayo (Nanayomachi, 2008), su trabajo más transnacional hasta la fecha, Naomi Kawase regresa con Genpin (2010) a Japón, al documento y al filme testimonial para retomar nuevamente el concepto de la maternidad, aunque evitando la ya habitual y familiar presencia de su “yo” íntimo, esencia de casi toda su filmografía, especialmente en su vertiente documental. No obstante, la Kawase de Genpin ofrece una reelaboración más convencional, demasiado explícita y con una estructura narrativa de no ficción descompensada -razones más que suficientes para la extrañeza y la decepción, aunque no para una absoluta desesperanza ni mucho menos para una irreversible crucifixión. Si Nanayo ya había sido puesta en tela de juicio por parte de la crítica especializada -a quien suscribe le gustó, con unas pocas reservas-, ha vuelto a suceder ahora más intensamente con su reciente documental, proyectado en el 58º Festival Internacional de Cine de San Sebastián y donde fue recibido con cierta controversia.

Habiendo aliviado muchas heridas personales a través de su filmografía precedente, la realizadora nipona dispone una vez más de su cámara de 16 mm. (en esta ocasión no la veremos, solo escucharemos sus preguntas en algunos instantes) para situarnos en la Clínica Yoshimura, localizada en un entorno natural. Allí nos va dando a conocer el testimonio del doctor Tadashi Yoshimura, un veterano tocólogo avezado en la disciplina del parto natural, que se rodea de acólitos, matronas y futuras parturientas que depositan en él una fe ciega para gestionar prepartos y alumbramientos.

Seguramente Kawase no podría haber optado por una continuación más coherente considerando su trayectoria cinematográfica, por un lado, y su trayectoria vital (especialmente), por otro. No olvidemos que Kawase dio a luz por vez primera en la primavera de 2004. Pudimos contemplar su orgullo de madre primeriza en el encuentro compartido con Isaki Lacuesta en la segunda sesión del ciclo Cinèrgies, organizado por el CCCB en septiembre de 2008. Entonces, su pequeñísimo Mitsuki dormitaba mientras su madre desarrollaba una conversación con Lacuesta y el auditorio. Dos años después, en Donosti 2010, aquel niño bastante más crecido no se separaba de su madre ni de su cámara fotográfica.

Aquel niño podrá ver dentro de unos años (si no lo ha visto ya) su propio nacimiento. También podrá verse como un bebé en las correspondencias fílmicas que su madre mantuvo con el autor de La leyenda del tiempo (2006). Lo extraordinario de aquel nacimiento quedó registrado por la cámara materna y fue también su madre-cineasta quien la sostuvo cuando se produjo el corte umbilical (1). Nacimiento/Madre (Tarachime, 2006) es una pieza capital, al nivel de otros memorables registros del alumbramiento natural como el paradigmático, y también acuoso, de Window Water Baby Moving (1959) (2), donde Stan Brakhage inmortalizaba el nacimiento de su primer hijo, o en instantes análogos y posteriores filmados por el padre-autor de Missouri en Thigh Line Lyre Triangular (1961) y en un segmento de Dog Star Man (1961-1964). A través de todas estas exploraciones extremas y modélicas (las nombradas de Brakhage, Nacimiento/Madre de Kawase) sus artífices han logrado capturar lo asombroso, mágico, visceral y espontáneo de ese punto cero de la vida, un culmen íntimo, el momento en el que todo comienza, el pistoletazo de salida.

Genpin recupera la cuestión del parto como tema matriz, aunque lamentablemente acaba deviniendo en una forzada apología del alumbramiento natural. Podemos creer a pies juntillas en la filosofía del eterno retorno, en la circularidad con que acontecen las cosas, en el final del principio como principio del fin y en que la pescadilla se muerde la cola en el pensamiento oriental, pero esto no impide percibir en Genpin una elevación excesiva y cuasihagiográfica del Dr. Yoshimura, principal problema del filme junto a su realización algo anodina.

Hace siete años de Shara (Sharasojyu, 2003) y cuatro de Nacimiento/Madre, dos cumbres maestras en la trayectoria de la realizadora nipona: la primera, en su vertiente ficcional; la segunda, en la documental. Sabemos que en la filmografía de Naomi Kawase autobiografía y fabulación no son satélites distanciados ni excluyentes, sino elementos básicos que se mezclan y (con)funden en el seno de una despojada constelación que pretende simultáneamente una catarsis íntima y una instantánea de los recuerdos personales. Genpin es su cinta menos íntima. Sabemos que está Kawase detrás de la cámara (hay elementos suficientes para reconocerla, aunque lejos de su celebrado estilo), pero termina imponiéndose y “promocionándose” una aventurada y cuestionable tesis. ¿Habrá concluido la necesidad de catarsis y, por ende, la visceralidad que tanto nos había tocado?

El filme lo monopoliza la figura del doctor mentado, su discurso y prácticas, su denuncia de la metodología médica, del uso de la tecnología como asistente y del ejercicio de cesáreas. Su cerrazón se mantiene incluso aunque dichas técnicas pudieran evitar la muerte del feto, pues según Yoshimura es la naturaleza (=Genpin=“la mujer misteriosa”) la que decide y hay que aceptar la muerte sin tratar de impedirla… Kawase va insertando también testimonios de futuras y presentes madres, mediante entrevistas directas, y asistimos a los preliminares de estas que, siguiendo las pautas del guía, se ejercitan cortando leña, efectuando flexiones o trabajando la tierra. Solo se esbozará algún breve testimonio disidente.

Pese a los intentos de la realizadora por dar voz a todos los allí reunidos, acaba sirviendo, cuasiensimismada, a un único punto de vista que, además, se nos impone como verdad absoluta. Resulta paradójico que aunque Kawase se esfuerza por incluir la opinión, a priori libre, de madres advenedizas (el protagonismo femenino/feminista se resume en la aserción de una de ellas: “Me alegro de haber nacido mujer”), por mostrar el tiempo de gestación y su resolución con tacto y naturalidad, todo acaba diluyéndose y siendo ensombrecido por el capitán de la película, ese líder masculino de avanzada edad que, aunque sea de perogrullo, no tuvo nunca la experiencia física y emocional de dar a luz. ¿Qué madre abnegaría de la asistencia médica si esa fuera la única vía para que su hijo naciera vivo?

Claro que la muerte puede trascenderse a través de una nueva vida, pero no por ello debemos aceptar una muerte ocasionada por una negligencia o por la limitación de quien evita a toda costa la intercesión médica. Bien seguro que pueden reprobársele muchas cosas a la medicina moderna y a las prácticas de algunos profesionales de la salud, pero resulta de una ignorancia supina el no reconocer sus avances, beneficios y logros, alcanzados en su largo desarrollo desde los tiempos de Hipócrates. Y si no, que le pregunten también al gozoso niño que asiste al nacimiento de su hermano, los destellos realmente auténticos que nos permiten reencontrarnos en Genpin, aunque fugazmente, con la gran Kawase conocida.

 

(1) Según su propia experiencia y con respecto a ese “corte umbilical”, Kawase ha dicho: “Que me criara en el vientre de mi madre significa que entonces tenía una conexión con ella, pero desde el momento en que el cordón umbilical fue cortado, mi ‘pérdida’ se ha vuelto permanente” (extracto del pressbook de El bosque del luto citado por Fran Benavente en el artículo “El tejido del tiempo: dar a luz en Nacimiento/Madre”, pág. 86 en LÓPEZ, José Manuel (ed.): Naomi Kawase. El cine en el umbral, T & B Editores, Festival Internacional de Cine de Las Palmas, CGAI, 2008.

(2) En el momento de su producción, Window Water Baby Moving fue acusado de ser un filme “pornográfico”, pero logró concluirse y exhibirse alegando razones de interés médico. Brakhage explicaba que “(…) lo que el filme [Window Water Baby Moving] hizo realmente fue dar una idea, sin eludir el dolor y la dificultad del parto (…), de lo maravilloso que es tener un niño y del porqué se puede desear tener un niño. (…) Es una pieza sobre la memoria donde se recuerdan cosas como estar en la bañera, estar enamorado, por qué tener un niño”, cita extraída de JENKINS, Bruce: “Entrevista con Stan Brakhage”, que se adjunta en la publicación Stan Brakhage, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), 2004.

 

© Covadonga G. Lahera Diciembre 2010