Canción ilustrada VIII: el suicidio

Free to decide?

«La premeditación de la muerte

es premeditación de la libertad»

Michel de Montaigne (1)

 

 

Hace unas semanas asistí a la defensa de la tesis doctoral de un compañero. Como espectador, poco o nada se aprende en esas ceremonias, saldos medievales de una institución empeñada en maltratar el talento presente y en espantar el ausente. En esta ocasión, sin embargo, la ceremonia me sirvió para confirmar la intransigencia que muchos mostramos desde las Humanidades. Allí, un académico jubilado y de gran prestigio internacional fue incapaz de utilizar de manera coherente los términos determinismo y libre albedrío. Digo que confirmé, es decir, que no me sorprendió que aquel miembro del tribunal –otrora ganador de premios, director de organismos y catedrático de diferentes universidades– entrara en barrena durante una renovación intelectual que rehusó. No debe ser agradable que levanten las faldillas de tu mesa camilla decimonónica. Con lo bonito que habría sido releer Zola, Galdós y Clarín a la luz de la literatura científica del siglo XXI.

El libre albedrío es el limbo donde tantos intelectuales, incapaces de apreciar o de asumir la autoridad biológica, hacen lo que mejor saben: persignarse y prescribir. Se puede y hasta se debe estar de acuerdo en cierta redistribución de la riqueza, nunca en la de las culpas. De la misma manera que el determinismo biológico no habilita una coartada criminal, la sociedad y sus constructos no siempre son los culpables de una tragedia individual. Existen, ciertamente, correlatos directos o indirectos pero bien demostrados (2) entre el flujo social y esa tragedia individual definitiva, esa huida del yo, esa autolisis de la mente emergente que es el suicidio. A saber: la tasa de desempleo, el desajuste entre estándares y expectativas, la desintegración familiar, etc. El libre albedrío nos sitúa, de manera metafórica, frente a la exasperante dimensión cuántica: asumir una ilusión como una realidad. El suicidio, tenido pero a la vez ocultado como una de sus expresiones más rotundas, frente a las causas múltiples generadas por la cabal interacción entre naturaleza y cultura.

Camus acertaba por el camino de la poesía: “La sociedad no tiene mucho que ver con estos comienzos. El gusano se halla en el corazón del hombre y en él hay que buscarlo” (3). Camus publicó El mito de Sísifo el mismo año que se firmó la Solución final. Una coincidencia que, vista hoy, resulta terrible. El gusano del corazón era una fórmula hermosa pero, en ese instante –pernio de un siglo–, también era inocente. Un momento de inocencia congelado en el tiempo, igual que el magistral último plano de la película de Mohsen Makhmalbaf Un momento de inocencia (Nun va Goldoon, 1996).

makhmalbaf

Un momento de inocencia (Nun va Goldoon, Mohsen Makhmalbaf, 1996)

En esa ingenuidad del corazón convertido en manzana de cuento de hadas, parecía vivir el suicidio lógico, el suicidio inevitable. Ninguno lo es. Como tampoco fue la solución al absurdo y a la ausencia de lógica vital. Aquel existencialismo todavía puede verse como una de las típicas manifestaciones de la insularidad humanística. No sabemos si cuando Debord cargó (4) contra un existencialismo ya periclitado, había tomado conciencia del gusano en su corazón. Debord, desde su hedonismo libertario, veía aquella prosa como “la disimulación de la nada mediante un vocabulario apropiado o su afirmación desenvuelta”. En 1994, Debord se disparó una bala en el corazón. Su último acto revolucionario o la pura necesidad vital de acabar con la comezón producida por aquel gusano. En 1997, apenas tres años después, Sokal y Bricmont (5) ampliaron y actualizaron de manera concluyente su sentencia.

Para Camus todo habría resultado más sencillo de haber acudido a Darwin y a unas ciencias de la mente que encontraron desarrollo definitivo en esa segunda mitad del siglo veinte. Aceptar los principios de la evolución y de las ciencias de la cognición servirá, además de para mantenernos intelectualmente sanos, para comprender que la vida –desprovista como está en las sociedades contemporáneas de la presión selectiva de la reproducción– carece de un propósito único y superior. De existir ese proyecto, el suicidio podría quedar acreditado como medio o, en palabras de Morin (6), como vía. He ahí todo el surtido de fanatismos. Por fortuna, al no estar regidos por principios teleológicos y supremos, sino por procesos abiertos, plásticos y complejos, la vida sigue siendo, de suyo, la mejor manera que tenemos de suicidarnos.

Creer que somos nosotros los que decidimos, nos mantiene dentro de unos parámetros de calma y felicidad. Aceptar que en ocasiones solo somos la terminal parlante de una serie de procesos urdidos a nuestra espalda, no debería alterar (7) de manera significativa esa bendita ilusión. Lejos del simple voluntarismo, continuamos siendo “agentes responsables” (8) listos para la emancipación.

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Daft Punk: Electroma (Thomas Bangalter, Guy-Manuel De Homem-Christo, 2006)

 

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* Esta entrega pertenece a la estirpe de Canciones Ilustradas, proyecto que Roberto Amaba impulsó en diciembre de 2010 desde su imprescindible blog Kinodelirio (ahora extinto). La asociación –en formato libre– de versos de canciones con fotogramas de películas en función de unos vínculos temáticos, iconográficos y/o simbólicos era y es la razón de ser de esta personal manifestación audiovisual que, por suerte, se expande en este espacio con su volumen VIII, la pieza Free to decide? En el canal de Vimeo del autor pueden visionarse un par de Canciones Ilustradas más.

 

(1) MONTAIGNE, Michel: “De cómo filosofar es aprender a morir”, Ensayos completos, Madrid: Cátedra, 2014, pág. 127.

(2) BAUMEISTER, Roy: “Suicide as escape from self”, Psychological Review, vol. 97, n.º 1, 1990, págs. 90-113.

PRITCHARD, Colin: Suicide. The ultimate rejection?: A psycho-social study, Maidenhead: Open University Press, 1995.

(3) CAMUS, Albert: El mito de Sísifo, Madrid: Alianza, 1995, pág. 17.

(4) DEBORD, Guy: “Informe sobre la construcción de situaciones y sobre las condiciones de la organización y la acción de la tendencia situacionista internacional”, Archivo Situacionista Hispano, sin fecha de publicación, primera edición: 1957. Disponible aquí [consulta: 25-02-2016]. Texto también recogido en La realización del arte: Internationale Situationniste 1-6 (1958-61), Madrid: Literatura Gris, vol. I, 1999.

(5) BRICMONT, Jean; SOKAL, Alan: Imposturas intelectuales, Barcelona: Paidós, 1999. [Primera edición en francés: Intellectual impostures, París: Odile Jakob, 1997].

(6) MORIN, Edgar: La vía. Para el futuro de la humanidad, Barcelona: Paidós, 2011.

(7) Si bien parece hacerlo en determinados casos: PROTZKO, John; OUIMETTE, Brett; SCHOOLER, Jonathan, “Believing there is no free will corrupts intuitive cooperation” en Cognition. International Journal of Cognitive Science, vol. 151, junio de 2016, págs. 6-9. Versión online en la web del autor [consulta: 10-03-2016].

Vía: COHEN, Julie: “Do we have free will?” [consulta: 10-03-2016], The UC Santa Barbara Current, 29-02-2016; Traducción al español disponible aquí [consulta: 10-02-2016].

(8) GAZZANIGA, Michael S.: ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro, Barcelona: Paidós, 2012, pág. 18.

 

 

© Roberto Amaba, febrero 2016